En el entorno político actual estamos bombardeados con mensajes que tratan de infundirnos miedo:
- a que los comunistas nos quiten lo que tenemos,
- a que los fascistas nos quiten nuestra libertad,
- a que los inmigrantes nos quiten el puesto de trabajo,
- a que una «manada» nos viole,
- a que el cambio climático nos destruya la naturaleza,
- a que el coronavirus nos quite la vida,
- a que…
El problema es que este cúmulo de mensajes va dirigido a nuestras reacciones emocionales más básicas (la primera el miedo) y nos paralizan o, lo que es peor, nos ponen ciegamente en manos de «caudillos».
“La forma más fácil de controlar a la gente es a través del miedo” (Arun Gandhi, nieto del Mahatma Gandhi)
«Temeros los unos a otros»

Se trata no ya del miedo a amenazantes elementos «externos», sino sobre todo el miedo que podamos tener unos de otros. A eso parece que se dedican nuestros partidos políticos cuando predican «cordones sanitarios anti… [añadir la ideología o grupo social que convenga]» o llenan telediarios con ataques al adversario. Si la opinión que se tiene de los partidos políticos actuales es más bien «discretita«, el objetivo parece ser: «vótame a mí, que el otro es todavía peor«. Como señala la filósofa norteamericana y premio Príncipe de Asturias Martha Nussbaum en su libro La monarquía del miedo (no, no es sobre Felipe VI sino sobre el miedo como tirano):
“Por medio de nuestra propensión básica al miedo, las sociedades democráticas son altamente vulnerables a la manipulación”
Los miedos mutuos se retro-alimentan: «te tengo miedo, porque me atacas o me vas a atacar» -> «me pongo a la defensiva» -> «te sientes atacado y reaccionas» -> …Y EL CÍRCULO VICIOSO CONTINÚA Y CRECE.
«Pues han dicho en la tele…»
Cada vez que mi suegra comienza una frase con estas palabras los presentes intercambiamos miradas entre divertidas y alarmadas esperando escuchar alguna terrorífica «noticia». A continuación iniciamos la clásica ronda de preguntas: ¿Pero, quién lo ha dicho? ¿En qué programa? ¿En qué cadena de televisión? Al final no sabemos si la fuente es la reseña del último Consejo de Ministros, un pseudo-docudrama de La Cuatro, una acalorada discusión en La Sexta entre habituales tertulianos políticos u otro tanto entre los no menos habituales de Sálvame de Luxe. Lo único que sacamos en «limpio» es que alimenta los miedos en que se nos quiere hacer vivir. Además la tal «noticia» se suele emitir con una rotundidad que apabulla. Como dijo Michel de Montaigne,
«Nada se cree con mayor firmeza que aquello que se conoce menos; ni hay hombres más seguros de lo que dicen que los que nos refieren cosas fabulosas» (Ensayos, I, XXXI)
¿Es que el mundo va tan mal?
Hans Rosling fue un médico sueco dedicado a promover el uso de los datos para describir los avances sociales y económicos en el mundo. Durante los últimos dieciocho meses de su vida escribió un libro, Factfulness, en el que se muestra con hechos y datos que nuestra visión de las cosas es bastante más pesimista que la propia realidad. Incluso confeccionó un test para mostrar las nociones equivocadas de la mayoría de la gente, test que podemos pasar nosotros mismos aquí. En el libro concluía:
«Resístete a culpar de cualquier cosa a un individuo o grupo de individuos. Porque el problema es que, cuando identificamos al malo de la película, ya no pensamos más. Y casi siempre es más complicado. Casi siempre hay múltiples causas interrelacionadas; un sistema. Si realmente quieres cambiar el mundo, tienes que entender cómo funciona en realidad y olvidarte de darle una bofetada a alguien en toda la cara» (p.255)
La ira y qué hacer con ella
Esto no significa que dejemos de sentirnos indignados ante el sufrimiento y la injusticia que padece todavía mucha gente en el mundo. Incluso puede que desate nuestra ira, pero que no debemos orientar haca el castigo del «malo de la película» sino hacia el restablecimiento de la igualdad y la dignidad de todos los seres humanos.
Romper esta dinámica
Por eso, cuando recibamos algún mensaje que avive nuestros miedos propongo estos ejercicios:
- ¿Quién lanza el mensaje? ¿Le favorece que reaccionemos emocionalmente?: por ejemplo, votándole en las próximas elecciones, haciendo un donativo a…, dejándonos pegados a la pantalla de la tele (con o sin cortes publicitarios), etc.
- Cuanto más rotundo es el mensaje hay que fiarse menos de su contenido: ¿pueden consultarse las fuentes, los datos objetivos en los que se basa…?
- ¿El mensaje va dirigido a paralizar nuestro propio razonamiento y fomentar una respuesta emocional o ayuda a nuestra reflexión personal cotejando ese mensaje con otras fuentes alternativas?
- ¿Aumenta nuestro desagrado, odio, miedo, etc. hacia otras personas?
El próximo post dentro de dos martes, el 17 de marzo
Creo que:
Lanzan los políticos mensajes de “miedos ajenos” porque no son capaces de ser convincentes con los suyos propios
A veces se mandan “mensajes de miedo”, no solo los políticos, para objetivos un tanto “oscuros”, como por ejemplo, no perder “la sartén por el mango
Me gustaMe gusta