Sociedad con Covid-19 (I): nuestros comportamientos

¿Por qué estamos como estamos?

La segunda oleada de Covid-19 es un hecho en España, justo cuando nos habíamos «ilusionado» con «volver» a una nueva (A)normalidad. Como es habitual, existe un abanico de causas.

La primera, compartida con muchos otros países, es que seguimos sin tener ni idea de los mecanismos de infección, transmisión y entorno social que influyen en la extensión y latencia de esta pandemia. Cuando creíamos, y nunca mejor dicho lo de «creer», que habíamos aplastado la curva de contagios y el verano nos traería un merecido descanso la realidad ha sido la contraria.

En segundo lugar, y esto es más específico del caso español, tras cumplir un confinamiento mucho más riguroso que el de otros países -con el correspondiente coste psicológico, social y económico- pensábamos que el sacrificio realizado nos había hecho merecedores de una nueva (¿?) normalidad. Parece que seguimos siendo un país de extremos y otra vez hemos pasado del uno al otro: del duro confinamiento a una relajación supuestamente mayor que en otros países.

La tercera razón, también propia, es aún más preocupante: la dejación de las Administraciones Públicas en su papel de formuladoras de políticas, buscadoras de consensos, administradoras de los recursos públicos y ejecutoras eficaces. Los recursos prometidos -mejores datos epidemiológicos, equipos de rastreadores, reforzamiento de los servicios sanitarios, gestión coordinada de las residencias de mayores, preparación de los centros escolares ante el nuevo curso, etc.- han brillado por su ausencia. En la desescalada hemos contemplado el triste espectáculo de pasarse la pelota del gobierno central a los autonómicos, de éstos a los centros de atención primaria, a los centros escolares o a las residencias de mayores, y en fin a la propia ciudadanía, cuya situación nunca había contado pero que ahora resulta ser la culpable de los nuevos brotes.

Comportamientos colectivos: ¿como dos gotas de agua?

Hay muchos aspectos a desentrañar para intentar salir de estos atolladeros, pero el que hoy quiero tratar es el de esos comportamientos colectivos, dejando para sucesivas entregas otras cuestiones igualmente importantes.

Contemplando este verano una bonita cascada de montaña acudió a mi [calenturienta] mente sociológica la comparación entre el flujo de agua y nuestro comportamiento colectivo. No hay dos gotas de agua que sigan exactamente la misma trayectoria, ni se puede determinar de antemano ninguna de esas trayectorias. Pero en conjunto la corriente de agua sigue un camino uniforme, general y predecible, que depende de factores estructurales como el desnivel del terreno, las superficies, el caudal, etc.

Cascada Parque Natural de Redes (Asturias)

Lo que quiero decir es que aunque cada uno somos responsables de nuestros actos, los comportamientos colectivos obedecen a otros factores que sí son regulables por normas sociales. Éstas serán eficaces si se basan en un análisis de la realidad social y se elaboran basadas en consensos amplios.

Y además las personas cumplimos más

Aunque las personas una a una somos más o menos moralmente decentes y responsables -o no-, la resultante colectiva depende más de las presiones y necesidades que soportamos y del cumplimiento de las normas sociales imperantes.

Siempre cuento que cuando hace años no existían los radares en las carreteras españolas me llamaba la atención cómo los mismos automovilistas franceses que respetaban escrupulosamente la velocidad máxima en su país en cambio se «desmelenaban» cuando pasaban a España. ¿Es que mutaban a seres «malos» cuando atravesaban la frontera? No, lo que cambiaba eran los incentivos para respetar las normas. Es decir en Francia se les detectaba y sancionaba pero en España no.

Cambiando comportamientos

Hace un par de años Damon Centola explicaba en un excelente libro cómo se difundían los comportamientos (How Behavior Spreads. The Science of Complex Contagions). Porque mientras pandemias víricas o fake news se transmiten rápidamente a través de redes sociales extensas y basadas en vínculos débiles u ocasionales, el cambio de comportamiento de las personas o las organizaciones (por ejemplo la difusión de una nueva tecnología) necesita redes más densas y concentradas, compuestas por interlocutores cercanos y confiables con quienes nos relacionamos con frecuencia.

Es decir, podemos difundir una «noticia» o un virus por medio de contactos ocasionales (las redes sociales en internet o una celebración multitudinaria familiar) pero sólo modificaremos nuestros comportamientos o incorporaremos una nueva tecnología si un número suficiente de personas de nuestro entorno cercano también lo han hecho: por ejemplo cargar en nuestro móvil una nueva App para multi-video-conferencias o usar mascarillas de forma sistemática.

No nos engañemos. Los «llamamientos» de las autoridades públicas o la foto con mascarilla que una «influencer» añade a su colección de fotos playeras en su cuenta de internet son postureo inútil.

En su lugar existe un arsenal de instrumentos que van desde los famosos «empujoncitos» (nudges) de Carl Sunstein y Richard Thaler a las estrategias del llamado marketing social.

Sólo se necesitan dos cosas: querer hacerlo y contar con la gente.

El próximo post dentro de dos martes, el 15 septiembre 2020

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7 comentarios en “Sociedad con Covid-19 (I): nuestros comportamientos

  1. Creo que el Sr. Casas ha apuntado de alguna manera, pero no con la importancia que personalmente considero que tiene en los rebrotes en nuestro país (tampoco era su objetivo), el sistema sociocultural de diversión de nuestros jóvenes, y, más aún en verano. Lo cual, vaya por delante, no supone que la culpa de los rebrotes sea de ellos, pero como los datos indican, una gran parte de los afectados actualmente son jóvenes.
    Los botellones como sistema de diversión habitual y socialmente tolerado, hasta el punto de que en algunas ciudades se han determinado lugares específicos para ello, las tardías horas de salida por las noches (creo que se le llama tardeo), nunca antes de las 24 horas e incluso más tarde, noches enteras en vela en grupos muy grandes, discotecas masivas, reuniones en playas como lugar para beber, etc. y esto generalmente desde los 15 años si no antes.
    Insisto, no estoy culpando a los jóvenes más que en la medida en que se hayan saltado las normas establecidas, sino que más bien estoy tratando de sugerir una reflexión sobre el predominio casi absoluto que estas formas de diversión colectivas y nocturnas, muy arraigadas, tienen en nuestra sociedad. Ni en otros países mediterráneos –Grecia, Italia, Francia- la tolerancia es tan grande en este sentido.

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    • Muchas gracias por su comentario. Incide sobre una cuestión -la forma de ocio de nuestros jóvenes- sobre la que no puedo profundizar en estas breves líneas. Sólo decir que las actividades de ocio no pueden separarse de otras actividades sociales, en primer lugar la actividad laboral, y habría que preguntarse por las perspectivas laborales que nuestra sociedad ofrece a las generaciones jóvenes. Tenemos, ciertamente, una de las sociedades más tolerantes del mundo, pero no siempre esa tolerancia va acompañada de oportunidades de integración y participación social.

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    • Thank you for your comment. I hope Spain’s situation will improve in the near future. (Gracias por su comentario. Espero que la situación en España mejore en un futuro próximo)

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  2. Tengo dos «sensaciones»:
    Se nos siguen colando por los aeropuertos el virus, es decir, parece ser que que no hay ningún control. La segunda es que ahora hay más pruebas y por lo tanto se detecta más, no porque hay más (que no lo niego), sino porque se sabe más, pero repito, son sensaciones nada «científicas» ni contrastadas.

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    • Por desgracia la falta de información oficial fiable unida al diluvio de noticias-basura de los medios de comunicación nos deja, como bien dices, con sensaciones en vez de contenidos que sirvan para entender nuestro entorno y actuar con coherencia. De ahí la presencia de algunos -minoritarios- comportamientos colectivos que no comparto pero que se producen en las actuales circunstancias.

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