Llevamos casi un año con unas drásticas restricciones en nuestras formas de relación con los demás. No podemos tocarnos, acercarnos a menos de dos metros, mostrar nuestro rostro sin mascarilla, etc., en especial con quien no forma parte de nuestro «núcleo de convivencia». En la primavera pasada incluso los centros educativos estaban clausurados y no podíamos salir de casa sin motivo fundado.
Es cierto, el uso de tecnologías de video-conferencia se ha extendido de forma exponencial. Pero más allá de las ciber-reuniones de trabajo, ¿pueden sustituir a las formas habituales de socialización y establecimiento de nuevas amistades y contactos?

Nuestros vínculos sociales
En las redes de relaciones los sociólogos distinguen entre vínculos fuertes -los que nos ligan al núcleo familiar y el círculo estrecho de amigos-, y los vínculos débiles, los que relacionan con una red mucho más amplia de personas de ámbitos más diversos: compañeros de trabajo, de estudios, vecindario, de clubs o asociaciones, etc. Los vínculos fuertes nos aportan un apoyo necesario en nuestras vidas, pero es a través de los vínculos débiles como probablemente encontraremos trabajo o a nuestra futura pareja sentimental.
El impacto de la pandemia
¿Cómo ha afectado el Covid-19 a unos y otros vínculos? Tres investigadores en la Universidad de Cornell (USA) han analizado el tipo y densidad de relaciones entre los estudiantes antes y durante los meses de pandemia. En sus conclusiones han constatado que aunque la red de relaciones más estrechas se han mantenido en un grado relativamente aceptable, los vínculos débiles, los que nos relacionan con sectores amplios de la sociedad, han sufrido un fuerte deterioro.
¿Cómo hacer nuevas amistades? ¿Cómo cultivar relaciones de ese modo informal pero tan necesario? ¿Cómo conocerse para establecer poco a poco esos vínculos, esas experiencias compartidas, que son la base de la reciprocidad y el establecimiento de lazos que son el fundamento de la construcción social?
Un ejemplo: fusión entre empresas
Dos empresas fusionadas en plena era del teletrabajo están teniendo serias dificultades para crear la necesaria colaboración entre las dos plantillas de origen. Al no compartir espacio de oficina, máquina del café e interacciones cara a cara, la fusión corre el peligro de fracasar debido a la ausencia de esas relaciones informales imprescindibles para generar confianza y construir un lenguaje y cultura de trabajo compartidos.
La interacción social en diferentes etapas de nuestra vida
Hablando siempre en términos generales las formas e importancia de relaciones sociales extensas y más o menos informales es distinta según la edad de cada uno.
¿Quién no se acuerda de aquéllos cumpleaños en los que nuestros hijos eran invitados o invitaban a su propia celebración en casa a sus compañeros del cole? Sabemos que esas actividades forman parte necesaria de su evolución psíquica. ¿Cómo colmar esa carencia?
En determinado momento de la adolescencia chicas y chicos comienzan a ensayar la interacción con amigos y amigas, en un aprendizaje crítico para su desarrollo personal y social. No hay manera de sustituirlo con Zoom u otro artefacto de internet. Un retraso en el inicio o desenvolvimiento de este aprendizaje tendrá sin duda consecuencias gravosas.
Los que peinamos canas (o ni eso como es mi caso) mantenemos un volumen de relaciones más estable y donde la necesidad de contactos más variados y extensos no suele ser tan prioritaria. Tenemos nuestro núcleo familiar y de amistades y la creación o exploración de nuevos lazos no es tan frecuente como en etapas anteriores de la vida.
No olvidemos sin embargo que entre los mayores existe también la pandemia de la soledad, agravada más todavía en las circunstancias actuales.
¿Y qué pasa en el caso de la juventud? Es el momento de «conocer gente» en entornos variados y abiertos, de ampliar los «vínculos débiles«, que abrirán las puertas a encontrar trabajo, descubrir nuevos entornos sociales o simplemente ligar. ¿Qué tal se hace eso sin salirse de Zoom o WhatsApp? Pero, eso sí, Mediaset nos suministra en «La isla de las tentaciones» u otros i-rrealities del estilo, una imagen en duro contraste con lo que permiten las medidas anti-coronavirus.
Según el Barómetro del CIS de enero de 2021 (p9), el 67% de los mayores de 55 años declaran que la pandemia les está afectando mucho o bastante en su vida social y de relaciones. Pero ese porcentaje se dispara incluso a casi el 80% entre la población de 18 a 54 años.
Invertir en relaciones sociales
Vaya por delante que desapruebo rotundamente la celebración de juergas semi-clandestinas, saltándose todas las medidas anti-contagios de las que los medios de comunicación se encargan de tenernos puntualmente «informados».
Pero no, no basta con Zoom o video-conferencias similares. Nuestras relaciones sociales están sufriendo un deterioro que puede ser irreparable en sectores como la juventud. Es necesario cuidarlas, igual que se intenta proteger la salud o la economía.
El próximo post dentro de dos martes, el 16 febrero 2021
Es que todos los estratos, por edad, por “sociedad”, profesional…., se están viendo afectados. Los niños están en la edad de “descubrir” un mundo al margen del familiar, y encuentran con unas enormes trabas. La juventud que pasa del colegio a la universidad, descubren otro nuevo mundo y de alguna manera se lo están perdiendo, en el trabajo, ya se está hablando de ello, el teletrabajo tiene sus puntos buenos, que se lo digan a quien antes necesitaba 1-1,5 horas para ir y otro tanto para volver, pero se está produciendo una desafección de la propia empresa. Bueno, ¿y los que practican deporte?, pues a seguir, pero individual, en fin….
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Indudablemente, la pandemia nos está afectando más allá del problema sanitario o de actividad economica. Y corremos el peligro de sentirnos no sólamente abrumados sino también pensando que los problemas que encontramos cada uno de nosotros no se pueden solucionar. porque pensamos que no hay forma de crear redes de colaboración en la sociedad. El camino es lento, pero posible,
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Una interesante reflexión, como es habitual. Gracias
Unas preguntas: ¿no tendríamos que empezar a pensar que son las ciudades de más de 10.000 habitantes en las que se concentra esta dificultad? ¿Qué los núcleos de población más adecuados a fortalecer estos vínculos débiles están en poblaciones de menor número de habitantes?
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Por desgracia, creo que la pérdida de «vínculos débiles» se produce en todo tipo de entornos sociales. Es cierto que en el medio rural, con aire más limpio y «distancias sociales» cotidianas, la ruptura de interacciones entre las personas se ha producido en menor medida. De ahí la añoranza actual por estos entornos.
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Y no se oye ningún plan de rescate psicológico, como si esos aspectos estuvieran desvinculados de la enfermedad o la economía, para pensarselo
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Creo que en los planes de acción (si existieran) para que nuestra sociedad remonte de la pandemia, no sólo se necesita personal médico o economistas, sino también científicos y prácticos de las ciencias sociales que ayuden a restañar las heridas psicológicas y grupales que se está produciendo. Nuevamente, parece que debemos contar casi únicamente con nosotros mismos.
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No tengo duda que de esta situación no vamos a salir empatados, lo importante es que tenemos que ganar más de lo que perdamos y desde luego que en las relaciones con los demás, los contactos… tenemos un claro déficit con nuestras relaciones personales, que espero podamos recuperar en cuanto cambiemos de «fase».
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Gracias por tu aportación. Creo además que en algunas franjas de población, como entre adolescentes y jóvenes, necesitamos imaginación y esfuerzo para compensar las carencias en lazos sociales e interacción que la pandemia ha ahondado.
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