La crisis de los veintitantos

Entre el ruido mediático y las broncas entre los partidos políticos que lo nutren no nos queda tiempo ni espacio para centrarnos en problemas de fondo: sólo caben interrupciones para la publicidad.

Impacto social del Covid

Se ha dedicado una justificada atención a las altas tasas de mortalidad que el Covid ha producido entre la población de edad avanzada, en particular la localizada en residencias de mayores. Pero otro segmento de población -el de los jóvenes– soportó un impacto psicológico y social poco estudiado aunque de alcance y consecuencias profundas.

Así, la serie de encuestas que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) dedicó a los efectos sociales del Covid muestran cómo la población entre 18 y 34 años reflejan en comparación mayor “inquietud por las medidas que pueden limitar los contactos y las relaciones cara a cara”, mayor “miedo por no poder emprender ya proyectos vitales como emanciparse, o abrir un negocio, o hacer algún viaje”, o mayor “inquietud y temor ante el futuro”. También declaran superiores niveles de tensión, ansiedad, soledad, depresión, preocupación o tristeza.

¿Hay motivo para ello?

Hay cosas en la vida que tienen un momento apropiado para realizarlas y una de ellas es comenzar a salir del nido familiar y explorar el entorno social de amistades, relaciones y ligoteo.

Alguien cercano me comentó que justo cuando su hija iniciaba la adolescencia y por tanto debía ir creando su red primaria de amistades, el Covid impuso el confinamiento domiciliario y cortó de raíz esa fase trascendental en la maduración de una persona. Es algo que no se puede dejar para más adelante: tiene su ocasión y su circunstancia.

Entre jóvenes veinteañeros esas trabas al desarrollo de las interacciones sociales y relacionales son las que aparecen reflejadas en las encuestas del CIS. Pero no es sólo una cuestión derivada de las normas impuestas para la lucha contra la pandemia: “la ansiedad, la depresión, la angustia y la desorientación incapacitantes son la norma” de los jóvenes, escribe la terapeuta Satya Doyle Byock en un reciente libro.

Un tiempo distinto, una realidad nueva… y sin un guión fiable

Cada generación joven se encuentra con una realidad que ha sido modulada por las generaciones anteriores y los criterios de lo que debe hacerse y cómo debe hacerse les vienen prefijadoss. Pero el entorno social, económico y laboral no es el mismo de antaño, por mucho que nos empeñemos.

Tomemos el ejemplo de la actividad laboral. Para muchos jóvenes actuales la aspiración en la vida no es “labrarse un porvenir” o medrar laboralmente. Es una generación que no entiende que haya que vivir para trabajar. No rehuyen el trabajo, pero lo viven de otra manera. Son cuidadosos con los tiempos de trabajo y no trabajo, no admiten sin más las horas extras, les preocupan los tiempos de desplazamientos de casa al trabajo, etc. Por eso son tan sensibles al teletrabajo.

¿Bienvenidos al mundo del trabajo?

No se puede decir que el entorno laboral reciba con alegría las nuevas generaciones de jóvenes. Las cifras son más bien deprimentes:

  • en 2021 la tasa de paro de los jóvenes entre 16 y 34 años era del 22,3%, frente al 12,1% del resto de edades, duplicando las cifras de 2006 (11,4% y 6,4%, respectivamente)
  • más del 56% de jóvenes entre 16 y 29 años tienen empleos precarios (temporales, discontinuos, etc.), frente al 22% del resto de edades, cifras que mejoraron de a 2006 a 2021 para los mayores de 30 años pero no para los jóvenes
  • la media salarial de los jóvenes no supera el mileurismo hasta que se llega al tramo de edad de los 25-29 años.

¿Y la construcción de un hogar?

La deficitaria situación laboral tiene su reflejo directo en los niveles de renta y riqueza de cada generación. Uno de los elementos claves para el bienestar y “resiliencia” de las familias en situaciones económicas adversas es el acceso a la propiedad de la vivienda, tal y como señala un reciente estudio de Fedea. Hasta hace 20 años todas las generaciones de familias españolas eran mayoritariamente propietarias de una vivienda. Ésta ha constituido la base material de desarrollo de una familia.

Esto se acabó. Las nuevas generaciones de jóvenes carecen de los recursos para iniciar con solvencia la compra de vivienda. La Encuesta Financiera de las Familias que elabora el Banco de España muestra que si en 2002 todavía el 66% los hogares encabezados por alguien menor de 35 años eran poseedores de la vivienda principal, esta cifra ha caído al 36% en 2020. ¿Y acceder a un alquiler? Mejor no preguntar en los tiempos que corren.

El último grito de rebelión de la juventud española sonó el 15-M, durante el gobierno de Zapatero. Quienes se declararon representantes políticos del mismo se han reconvertido en otro partido electoralista más

El próximo post dentro de dos martes, el 29 noviembre 2022

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.