Un balance (anticipado) del 28-M

Podría parecer arriesgado escribir una balance de las elecciones del 28-M con diez días de antelación… ¡y encima publicarlo tal cual dos días después de esta fecha!

En realidad -por desgracia- lo importante ya lo hemos visto mucho antes del recuento de resultados.

Hemos asistido una vez más al mercadillo electoral entre partidos políticos, aunque esta vez con tonos más exacerbados que nunca. Y esto no es más que el primer acto que tendrá su clímax en las elecciones generales del próximo diciembre y un corolario en las europeas de 2024.

Pero entonces, ¿qué hemos votado?

Desde luego no hemos votado para mejorar la forma en que debe funcionar el Estado de las Autonomías, aunque los Gobiernos Autonómicos sean los gestores de un volumen incalculable de recursos públicos, en particular los destinados a los servicios sociales de todo tipo.

Tampoco hemos votado para adecentar y hacer eficaces los gobiernos municipales, aunque sean éstos el foco más importante de los casos de corrupción que se han ido produciendo en los últimos decenios.

Autonomías y Municipios han estado totalmente ausentes del debate electoral.

La refriega entre partidos se ha volcado en la competición de anuncios y promesas cada vez con cifras más abultadas, bien de millones de euros o de supuestos beneficiarios; todo ello con apelaciones a las emociones e indignatitis de los votantes. Así hemos asistido a la escenificación de Pedro Sánchez ejerciendo de Aprendiz de Brujo con Bildu, según el conocido poema de Goethe. Pero también a las apelaciones y los gestos grandilocuentes que buscaban no nuestra reflexión sino exclusivamente nuestro voto emocional e identitario.

La mayor preocupación es que la TOTALIDAD de los partidos políticos actuales reducen su actuación a ser maquinarias electorales.

Hace unos años irrumpieron dos nuevos partidos que prometían un adecentamiento del panorama político: cada uno en su estilo y siendo reflejo de una parte importante de la sociedad. En efecto, según el CIS Ciudadanos llegó a alcanzar una intención de voto del 22,4% en abril de 2018 y Podemos del 23,9% en enero de 2015, con cifras similares o superiores a las de los dos partidos tradicionales. Hoy contemplamos el declive de ambas formaciones, condenadas por contagiarse de los modos del marketing electoral y la búsqueda exclusiva de hacerse con los recursos públicos.

No cambiar a los gobernantes sino las reglas de juego

Porque en el fondo es secundario cuál sea al partido que se haga con el mayor número de diputados autonómicos o de concejales. Si la formación ganadora sigue apoyándose en listas electorales cerradas y bloqueadas, si la transparencia de lo que se hace sigue brillando por su ausencia, si no se rinde cuentas de los planes y presupuestos y de sus resultados, si los nombramientos a dedo de cargos de “confianza” no dejan de crecer, si el deterioro de la atención a la ciudadanía alcanza niveles de auténtica alarma, si se utilizan las mayorías -aunque sean por la mínima- para ejercer el “rodillo parlamentario”, entonces estas elecciones habrán sido una nueva decepción. Ese es el camino que Steven Levitsky y Daniel Ziblatt señalan en su conocido libro Cómo mueren las democracias.

¿Se puede hacer algo?

Muchas personas estarían tentadas a contestar a esta pregunta de forma negativa. Pero esa es precisamente la respuesta sobre la que está basado el status quo actual: como aunque estemos descontentos no se puede hacer nada, no intentamos cambiar las cosas y nos acabamos acoplando a lo que hay. En esa piedra angular se asientan los sistemas autocráticos.

Y sin embargo la historia -incluso la reciente- nos enseña que el cambio es posible. El famoso cuento de H.C.Andersen “El traje nuevo del emperador” narra cómo el temor a discrepar con la opinión que pensamos que tiene la mayoría de la gente nos lleva a ser pasivos, reforzando así esa misma impresión que los demás perciben.

Tenemos dos herramientas

La primera es rescatar nuestra atención que en buena parte ha sido secuestrada por los medios de comunicación, en especial los medios digitales y redes sociales. Cuando volvamos a ser dueños de nuestra atención, podremos ver la realidad que nos rodea con nuestros propios ojos, con nuestra propia visión y no una de prestado. Además redescubriremos a las personas reales, no a las que la televisión, las declaraciones de los políticos, los youtubers o los influencers nos proyectan.

La segunda herramienta, apoyada en la anterior, es empezar a marcarnos pequeñas metas que podamos alcanzar y que supongan avances en la dirección que consideramos adecuada. No importa si a la primera no lo conseguimos, pero cada pequeño paso nos abrirá el camino para el siguiente. En este punto es vital el esfuerzo compartido con esas personas reales que hemos descubierto y que resultan estar más cerca de nosotros de lo que en un principio parecían.

El camino es largo pero posible.

El próximo post dentro de dos martes, el 13 junio 2023

Anuncio publicitario

Leyes o panfletos

La producción de leyes en España es un caso extremo de inflación que crece día a día. Como ha analizado la Fundación Civio, sólo en Decretos-Ley hemos pasado de 70 páginas del BOE en el año 1996 a un millar de páginas al año en la actualidad.

La función legislativa, que según el principio de separación de poderes de Montesquieu debería corresponder al Parlamento, se ha trasladado al poder ejecutivo, quedando aquél como mero “aprobador” a toro pasado de lo que confecciona el Gobierno. Esto ocurre tanto con los Decretos-Ley, como también con las propias Leyes. Si a esto le añadimos que estos textos son auténticos collages” de temas tan poco relacionados entre sí como los trabajos al aire libre con altas temperaturas, los descuentos para jóvenes en trenes de este verano o las ayudas a la agricultura y la ganadería, el desconcierto para el ciudadano de a pie está garantizado.

Agitación y propaganda en formato BOE

Buena parte de la producción legislativa reciente no parece estar dirigida al desarrollo de un marco normativo que defina las reglas de funcionamiento sociales, sino más bien como una declaración política que refleje la postura ideológica del partido que redacta la ley, independientemente de cual sean los efectos reales y el alcance de la normativa aprobada. Es lo que en un editorial de su Revista, el Colegio Notarial de Madrid llama legislar para la foto:

Legislar para la foto es una expresión que ha venido usándose para expresar la costumbre, relativamente reciente, de promulgar leyes no con el objeto de hacer políticas, sino de hacer política. Es decir, según quienes usan esa expresión, hoy pareciera como si la política consistiera primordialmente en publicar voluntaristas normas en el BOE, con un preámbulo o exposición de motivos -más larga que el propio texto legislativo- en la que se expondrán profusamente las consideraciones que han llevado a la necesidad imperiosa de promulgación de la ley, a veces, desgraciadamente, no con total alineación con la norma positiva”.


El Notario del Siglo XXI. N.º 106, Noviembre – Diciembre 2022, Editorial

El ejemplo más conocido y clamoroso ha sido la ley del “sólo sí es sí”, pero no es ni con mucho el único caso. La ley “trans” podría recorrer un camino similar. Otras leyes incluyen tal cantidad de excepciones, requisitos, disposiciones transitorias y finales que nacen prácticamente inservibles, en especial en el terreno de los servicios sociales. Así ocurre con el acuerdo para un nuevo modelo de residencias de mayores (el llamado “Acuerdo Belarra”), el permiso de paternidad, la nueva ley de vivienda, la de familias o la ley de atención al cliente. En este último caso se endurecen las obligaciones que deberán cumplir las empresas para atender los trámites y reclamaciones de sus clientes pero, como señala el diario El País, “los organismos públicos han quedado fuera de estas exigencias y podrán seguir ignorando o maltratando al ciudadano cuando intente realizar cualquier gestión”.

Además de esa intención panfletaria, las causas de los fracasos hay que buscarlas en la falta de coordinación y acuerdo entre las Administraciones Central y Autonómicas, la ausencia de partidas presupuestarias, la no adaptación del personal funcionario (o más bien interino) a las nuevas tareas, los requisitos kafkianos y ciber-burocráticos para acceder a las ayudas, o simplemente la ignorancia supina de la realidad socio-económica del país.

Grandes anuncios, pequeñas ejecuciones

Alguien tan poco sospechoso de ser “de derechas” como el Catedrático de Ciencia Política Ignacio Sánchez-Cuenca ha criticado esta inflación de declaraciones de macro-planes gubernamentales que incluyen el anuncio de cifras millonarias en gastos -que nadie sabe si es mucho o poco- y luego se diluyen y nadie da cuenta de lo que ha pasado y menos aún de los beneficios reportados. Así “el desacople entre los anuncios de planes y sus ejecuciones últimas tiene un efecto desmoralizador en la opinión pública. Se ahonda la sensación de que la política son puros fuegos de artificio”.

En esta campaña electoral permanente en la que vivimos el aluvión caótico de “ayudas” para la población vulnerable (me apostaría cualquier cosa a que los políticos y tertulianos que hablan de la población “vulnerable” no saben lo que es) presenta un balance bastante penoso. La Asociación Directoras y Gerentes de Servicios Sociales nos recuerda que solo el 20,8% de la población que vive bajo el umbral de la pobreza (¿saben políticos y tertulianos lo que es esto?) en España es beneficiaria del ingreso mínimo vital (IMV) y que 3 de cada 4 solicitudes del IMV siguen siendo denegadas.

Atar en corto a las Administraciones Públicas

Cuando era estudiante universitario y conocía estudiantes especializados en Derecho Administrativo pensaba que era un tema aburridísimo. Equivocación. Desde la sociedad civil debemos conocer el funcionamiento y aprender a dominar ese Estado-Leviatán que sigue ignorando o maltratando al ciudadano. Tenemos trabajo por delante.

El próximo post dentro de dos martes, el 30 mayo 2023

Apañando las listas electorales

El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define apañar -entre otras acepciones- como “resolver un asunto con disimulo o por conveniencia, a veces fraudulentamente”. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo en todos los partidos españoles ahora que se fijan las listas electorales para los comicios del próximo 28 de mayo.

Dado que las listas son cerradas (no se pueden mezclar candidatos de distintas papeletas) y bloqueadas (no se puede alterar el orden), figurar en la lista electoral del partido, pero sobre todo en un puesto de la misma que tenga visos de “entrar” entre los elegidos, se convierte en una lucha encarnizada. Y dada la debilitada democracia interna de los partidos políticos españoles, la mejor forma de conseguirlo es ser fiel a la cabeza dirigente en el ámbito que corresponda: ser “de los nuestros”.

Los casos abundan, como en Móstoles, Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana, etc., por no citar más que algunas disputas que han trascendido a la prensa.

Los cargos públicos como carrera política

Obtener un puesto de concejal suele ser el primer paso para desarrollar una carrera política, pero hay que asegurarse la remuneración. Un caso paradigmático lo ofrece la socialista Carolina Darias.

Comenzando su carrera como concejal hace 24 años, Darias ha sido Subdelegada del Gobierno en Las Palmas, Diputada en el Parlamento de Canarias, Delegada del Gobierno en Canarias, Consejera del Cabildo de Gran Canaria, Presidenta del Parlamento de Canarias, Consejera de Economía, Conocimiento y Empleo del Gobierno de Canarias, Ministra de Política Territorial y Función Pública y Ministra de Sanidad. Su última apuesta: candidata a la Alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria. ¿Y si no consiguiera la Alcaldía? Sin problema. Según el Periódico de España “fuentes vinculadas al partido señalan que Darias quiere asegurarse un puesto de salida en las listas al Congreso de los Diputados en las próximas elecciones generales, que serán previsiblemente a finales de año, en caso de no alcanzar los votos suficientes para encabezar el salón dorado de las Casas Consistoriales”. Algo de lo que también se hace eco La Provincia, Diario de Las Palmas.

…y si no, siempre quedan los “cargos de confianza”

Es conocida la “generosidad” con la que los partidos políticos españoles son financiados a costa de los Presupuestos públicos (los bolsillos de cada uno de nosotros), cuya pilar básico es la Ley Orgánica 8/2007 que ha sido duramente criticada por el propio Tribunal de Cuentas, encargado de su fiscalización. En el año 2017 (¡último año del que se han fiscalizado las cuentas!) el 72% de la financiación de los partidos procedía de las arcas públicas. Y a eso hay que añadir casi otro 11% de financiación “privada” (¿?) procedente de “aportaciones de cargos públicos”; sin olvidarnos de la vía de ingresos a través de fundaciones y demás entidades vinculadas o dependientes de los partidos políticos, terreno ideal para el cúmulo de irregularidades contables y canal favorito para la financiación ilegal, además de recibir la correspondiente financiación pública.

Pero los cargos (“de confianza”) públicos de los partidos no solo cumplen una función recaudatoria sino que son la palanca fundamental para asegurar la fidelidad al líder de turno. Allí donde los votos a la lista electoral no han sido suficientes para incorporar a alguno de los candidatos al cargo de concejal, parlamentario autonómico o nacional el líder de la formación lo repesca para el correspondiente cargo de confianza a costa de los presupuestos públicos. El instrumento favorito son las Diputaciones Provinciales y Cabildos.

Diputaciones y Cabildos

Como escribe el Catedrático de Derecho Administrativo Sánchez Morón, “el mantenimiento de las Diputaciones a quien más ha beneficiado y beneficia es a los partidos políticos. Por un lado les permite ese reparto de cargos entre militantes y afines que, como sabemos, les es consustancial. De otro lado, la estructura provincial y el sistema de representación indirecta atribuye a los aparatos de partido un poder evidente para organizar sus jerarquías: promover algunas carreras políticas, premiar otras en su etapa final, recompensar fidelidades… Además se viene a otorgar a los designados para tales cargos la facultad de manejar un presupuesto considerable, sin la responsabilidad correlativa de organizar ni prestar grandes servicios públicos al ciudadano. Un gasto público que consiste casi por entero en nóminas, transferencias y subvenciones y que, por así decir, es menos “visible” para el conjunto de la ciudadanía.”

Son cargos que cesarán cuando cambie el partido que domina el órgano respectivo, al estilo de las cesantías decimonónicas que describía Benito Pérez Galdós y nos recordaba Rafael Jiménez Asensio.

Tan es así que el propio diccionario de la RAE recoge la palabra cabildear que define como “hacer gestiones con actividad y maña para ganar voluntades en un cuerpo colegiado o corporación”. Sin comentarios.

¿Se entiende ahora por qué es tan importante asegurarse una buena colocación en la lista electoral?

El próximo post dentro de dos martes, el 18 abril 2023

Fatiga de crispación

Si algo caracteriza la campaña electoral permanente en la que estamos metidos es la crispación. Es lo que piensa la inmensa mayoría de los españoles -un 87%- y señalan sin dudar a los causantes: los políticos y los partidos políticos, secundados por los medios de comunicación. Esta crispación busca provocar la indignatitis identitaria, intentando que lo que es diversidad social se reduzca a recalcar lo que nos separa del resto y provocar el enfrentamiento.

La crispación está llegando a niveles insoportables. Pero a pesar de que somos conscientes que esto no nos lleva a nada, al menos a nada bueno, no acabamos de encontrar la salida de esta ratonera.

¿La solución es votar? Con la crispación se intenta ponernos en la tesitura de votar –pero no elegir- a aquéllos a quienes otros han colocado a dedo a la cabeza de listas cerradas y bloqueadas, de modo que otorguemos patente de corso para el saqueo de los bienes públicos a manos de los ganadores… “porque los contrarios son peores que ellos”.

Más allá de las urnas

Una democracia que se reduce a votar cada cuatro años, y más con el sistema electoral y de partidos políticos que tenemos, es una democracia muy imperfecta. Pero es que además las cuestiones realmente importantes y las reformas profundas necesarias no se resuelven dentro del periodo que va de unas elecciones a las siguientes. Veamos algunos ejemplos.

Todos los años se crea una gran debate en torno a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado o de la Comunidad Autónoma de turno. Parece que nos va en ello el porvenir económico y social del país, a juzgar por la batalla que se abre. Pero la realidad es que la mayor parte de esos Presupuestos, tanto en ingresos como en gastos, están ya prefijados por la propia dinámica fiscal y de gastos sociales. Los variaciones posibles están en partidas marginales que, eso sí, sirven para que el Gobierno de turno vaya chalaneando con partidos minoritarios la compra de sus votos y conseguir la aprobación de los Presupuestos; como si fuera un gran triunfo, de cuyos efectos reales nunca acabamos de enterarnos. Cuando los Presupuestos de un año se prorrogan al siguiente por falta de acuerdo, ¿realmente importa?

Un segundo ejemplo es que parece que lo único que se debate hoy en día es el tamaño del sector público, aunque lo importante es que sea eficaz, eficiente y al servicio real de la ciudadanía. Cualquier formación política que prometa que en los cuatro años de su mandato electoral va a transformar la Administración Pública sencillamente miente. Nos recordaba hace pocos días Rafael Jiménez Asensio que no puede haber buen Gobierno sin buena Administración, y cómo esto no se consigue de la noche a la mañana y menos sin voluntad política real.

El ejercicio de votar, faltando otros elementos esenciales, se reduce a puro marketing, beneficioso únicamente para quien ha ganado las elecciones y se hace con el botín correspondiente.

Dejo para otro día el análisis de la publicidad con que los gobiernos de turno trata de demostrar sus logros, basándose en datos sin contrastar, algoritmos imposibles de examinar o informaciones que se niega a suministrar.

Entonces, ¿qué nos queda?

Hace unos años conocí a un norteamericano nacido en Iowa (USA), en la América profunda, y afincado en España. Le sorprendía la costumbre arraigada en España que cuando alguien tenía un problema se remitía a la “autoridad competente” para pedir una solución. En Estados Unidos, me decía, cuando alguien tiene un problema trata de solucionarlo por sus propios medios. En su defecto, pide ayuda al vecindario cercano o en el seno de su comunidad o localidad. Sólo cuando lo anterior no ha funcionado, se dirige al gobierno de su Estado o al gobierno federal.

No todos los usos y costumbres norteamericanos son dignos de imitación (creo que no hace falta entrar en detalles), pero tomar la iniciativa antes de esperar una solución venida de las alturas me parece algo que deberíamos practicar más.

Pero además de tomar la iniciativa, solemos fallar en dar el siguiente paso esencial: llegar a acuerdos entre sectores de población e intereses diversos. No es imposible, aunque esto suponga tiempo y tener la voluntad de llegar a puntos comunes más allá de nuestra realidad inmediata. Son los nuevos contratos sociales que plantea Minouche Shafik en su libro Lo que nos debemos unos a otros. Un nuevo contrato social. Avanzaremos hacia una sociedad más libre y a la vez más fuerte, que controle al Leviatán del Estado.

Cuando existan partidos políticos que no sean meras herramientas de marketing electoral o vías para acaparar cargos públicos, habremos empezado a entrar en un régimen democrático más saneado.

Hasta entonces es mejor dedicarnos desde la sociedad civil a ir construyendo iniciativas que tiendan puentes entre las personas.

El próximo post dentro de dos martes, el 7 febrero 2023

Sánchez, ese hombre

Los que peinamos canas -o ya ni eso- quizá recordemos que en 1964 el régimen franquista celebró los llamados XXV Años de Paz, es decir el tiempo que llevaba la dictadura. Uno de los “platos fuertes” fue la película “Franco, ese hombre”, para ensalzamiento del dictador. Como recuerda La Razónel cine aún era el instrumento prioritario de propaganda frente a una televisión aún minoritaria. El estreno en salas fue un éxito y en 1971, RTVE adquirió los derechos y comenzó a proyectarlo en onomásticas del dictador y ocupó la parrilla de tarde del día de la muerte de Franco”.

Del cine a la docuserie

Hoy en día hemos pasado de las salas de cine a las plataformas audiovisuales y a la televisión. Por eso Pedro Sánchez ha modernizado la idea encargando una docuserie sobre su persona, aparentemente tomando nota de la docuserie de Rocío Carrasco en Telecinco.

La justificación que aparece en el mismísimo BOE no tiene desperdicio. La Resolución de Presidencia de Gobierno que suscribe el acuerdo con las productoras de la docuserie estima que es “un instrumento idóneo para trasladar a la sociedad las funciones y el quehacer diario de la Presidencia del Gobierno, incluyéndose de manera primordial en su contenido a abordar, con el carácter propio de una serie documental, la realidad del trabajo de la figura del Presidente del Gobierno y su cometido diario” (BOE, 10 septiembre 2022).

También se proclama de forma más bien sonrojante que se realiza “un ejercicio de transparencia acorde con la democracia del siglo XXI”. Pero esa transparencia no incluye la forma de selección de las productoras, ni aclara demasiado la vertiente financiera de la operación, ni tampoco explica cómo las productoras llevaban ya trabajando sobre la docuserie desde marzo pasado para “mostrar esas dos facetas, la institucional y humana, de Pedro Sánchez”.

En pre-campaña electoral todo suma ¿o no?

Estamos en plena y permanente campaña electoral con la vista puesta en las citas con las urnas el próximo año.

Y por eso se echa mano de lo que haga falta. El caso de Pedro Sánchez es todo un modelo de venta personal e hiper-liderazgo. A la docuserie citada hay que añadir un libro publicado el pasado mes de junio por José Félix Tezanos y titulado Pedro Sánchez. Había partido: de las primarias a la Moncloa. Dado el autor, no hace falta leer el libro para esperar sin duda un retrato laudatorio.

Tezanos, ahora como director del CIS, se ha apresurado también a publicar una encuesta Flash sobre el debate habido en el Senado el 6 de septiembre pasado. Según sus datos el 29% de los que siguieron el debate del Senado o tuvieron alguna información sobre dicho debate opinaban que Pedro Sánchez “ganó”, frente a un 24% Alberto Núñez Feijóo. Teniendo en cuenta cuántas personas siguieron de alguna forma el debate, la realidad es que un 18% de la población total se decanta por Sánchez y el 15% por Feijóo. El 66% restante pasó olímpicamente.

La publicación de pronósticos electorales se sigue considerando una buena herramienta de marketing. Por eso Tezanos publica en el Barómetro de septiembre del CIS que el PSOE aventajaría al PP en un 0,7% en intención de voto, a pesar que todos los demás sondeos electorales apuntan en dirección contraria.

En fin, el pasado 13 de septiembre la precampaña continuaba con una entrevista en RTVE que, según la valoró el propio entrevistador al terminar fue «¿Bueno, muy bien, no?«, que habla más de la intención propagandística que del rigor periodístico. Quizá por eso los televidentes ya se olían el tono de la entrevista y sólo cosechó un 6,7% de audiencia.

Partitocracia

Estamos sumidos en un régimen de dominio de los partidos por encima de las reglas democráticas, gobernados aquéllos con mano de hierro por el líder de turno. Las elecciones primarias permiten cubrir con una apariencia democrática el funcionamiento autocrático, convirtiéndose en autocracias electorales, tal y como califica el Parlamento Europeo al sistema imperante hoy en Hungría.

Por desgracia se trata de un rasgo común a todos los partidos en la actualidad, como ya he comentado en otro lugar. No es de extrañar por ello que según el último Eurobarómetro (núm. 97, verano 2022) sólo el 8% de los españoles confía en los partidos políticos, la cifra más baja entre los 27 países de la Unión Europea.

Ya puestos, tomen a Kim Jong-un de ejemplo

El presidente de Corea del Norte tiene un estilo singular a la hora de enaltecer su propia figura. Aun sin entender una sola palabra de coreano el “entusiasmo” que transmite el locutor comentando este video es casi enternecedor, si no fuera por la realidad norcoreana.

En cuestión de enfervorizados “palmeros” no tiene rival, como puede verse aquí, aquí o aquí.

Y sí: también hay elecciones en Corea del Norte (¡!).

El próximo post dentro de dos martes, el 4 octubre 2022

Tecno-populismo: todo para el pueblo pero sin el pueblo

Las ideas difundidas por la Ilustración del siglo XVIII (perdón por remontarme a un siglo que parece va a desaparecer de la asignatura de historia de nuestro bachillerato, para pasmo de la Real Academia de la Historia), que atacaban los planteamientos del Antiguo Régimen, fueron asumidas por un grupo de monarcas impulsores del enriquecimiento cultural de sus países, que adoptaron un discurso paternalista desde entonces llamado Despotismo Ilustrado.

Déspotas (más o menos) ilustrados

Carlos III de España, Catalina II de Rusia, Gustavo III de Suecia, José I de Portugal, María Teresa I de Austria y su hijos José II de Austria y Leopoldo II de Austria, Federico II de Prusia y Luis XVI de Francia, fueron algunas de las figuras más conocidas. Se apostaba por un cambio pacífico orientado desde arriba para educar a las masas no ilustradas. Los problemas del Estado absolutista requerían de la colaboración de personas cualificadas y con nuevas ideas, dispuestos a reformar e impulsar el desarrollo político y económico de las naciones, para así lograr una mayor eficiencia del Estado, en beneficio de este y de los súbditos. En definitiva: todo para el pueblo, pero sin el pueblo.

Federico II de Prusia: el Grande

Ecos de este absolutismo paternalista vuelven a resonar en la Rusia contemporánea de Vladimir Putin. Pero en nuestro propio país la tentación del despotismo ilustrado parece recibir un nuevo impulso en lo que se ha bautizado como tecno-populismo.

Todo para el pueblo…

La palabrería populista, sensacionalista y sensiblera es una constante en las declaraciones de las élites políticas servidas diariamente por los medios de “comunicación”. Contamos con dos tipos de “ofertas políticas”: la de los dos partidos mayoritarios, centradas en el “no los votes a ellos que es peor”; y las de los partidos minoritarios, orientadas al “ellos no te representan (nosotros sí)”.

En el primer caso parece que hay un juego del tipo fiestas del pueblo con vaquilla: que me embista a mí y así gano protagonismo. En el PSOE son expertos Adriana Lastra o el ministro Bolaños y en el PP Isabel Díaz Ayuso. Entre los partidos independentistas catalanes la lista sería interminable: desde Gabriel Rufián hasta Carles Puigdemont, pasando por decenas de meritorios. El papel que les queda a las “masas no ilustradas” es aplaudir o abuchear para ser llevadas a votar en consecuencia: “Panem et circenses” como ya dijo el poeta romano Juvenal.

…pero sin el pueblo

Pero una cosa es reclamar el apoyo electoral y otra cosa es intentar conocer los deseos y necesidades de la población y obrar en consecuencia. ¿Y cómo hacerlo?

Una aproximación burda pero al alcance de cualquier político es precisamente lo que la población ha votado en las elecciones. Porque no es de recibo que se aprueben leyes con los votos parlamentarios de quienes no representan sumados ni a la mitad del electorado.

Pero si se quiere “ilustrar a las masas” la vía es poner en marcha mecanismos de control de las cuentas públicas, de transparencia de lo que las Administraciones hacen en cada nivel, de rendición de cuentas de la legión de asesores de las élites políticas, de los gastos discrecionales, etc.

Como ejemplo reciente tenemos el Proyecto de «Ley de institucionalización de la evaluación de políticas públicas en la Administración General del Estado«, tramitado como suele ser ya habitual por el procedimiento de urgencia, y que una entidad tan poco dada a la exageración como es la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), lo califica de “decepcionante, poco ambicioso y confuso” en un reciente informe.

El tecno-populismo, versión moderna del despotismo ilustrado

El ejemplo más reciente lo tenemos en la cruzada emprendida por Yolanda Díaz y su movimiento Sumar, un “movimiento ciudadano que busca un nuevo contrato social”. Como buen movimiento populista su proyecto “no va de partidos ni de siglas, sino de escuchar a la sociedad”.

Hasta aquí nada nuevo. Lo llamativo es la forma de escuchar a la sociedad. Aunque no ha concretado en qué consiste ese contrato social, cabe suponer que una parte fundamental del mismo se referirá a la crisis climática. Por eso la primera “sesión de escucha” consistió en una reunión de hora y media con una selección de 34 jóvenes procedentes de distintas organizaciones climáticas, medioambientales o juveniles, y durante ese rato Yolanda Díaz apuntaba con cuaderno y bolígrafo lo que estaba escuchando de la sociedad, a algo menos de tres minutos por intervención. Sólo la prensa estaba invitada como testigo de lo sucedido, fotos incluidas.

Creo que nadie espera que eso sea realmente escuchar a la sociedad y supongo que el programa medio-ambiental de Yolanda Díaz irá más allá de lo que haya podido recoger en su cuaderno y tendrá que echar mano de algún equipo de tecno-ilustrados, déspotas o no. La historia, incluso la que ya no se va a estudiar en el bachillerato, se repite.

El próximo post, tras el paréntesis veraniego, el martes 6 septiembre 2022

Ícaro, Sísifo y nosotros

Espero no quedar muy pedante al echar mano de la mitología griega para abordar algunas encrucijadas de nuestro tiempo. Es una fuente inagotable de lecciones sobre el comportamiento humano y los callejones sin salida en los que muchas veces nos metemos.

Ícaro: no volar demasiado bajo… ni demasiado alto

El inventor Dédalo y su hijo Ícaro consiguieron escapar del laberinto en el que les había encerrado el rey Minos, cuando el primero fabricó unas alas de plumas y cera. Pero aconsejó a su hijo no volar demasiado bajo para que las alas no se mojaran, ni demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera. Pero cuando Ícaro se vio volando con sus nuevas alas literalmente “se vino arriba”, el sol derritió sus alas y se ahogó al caer en el océano.

¿Hemos conocido recientemente a alguien que de forma similar prometió “asaltar el cielo”? Sí, también a Pablo Iglesias se le derritieron sus alas cuando se olvidó del consenso y sólo le quedó el ansia de llegar al poder, dejando esa nueva izquierda más desnortada que nunca. Como nos recuerda José Manuel Naredo en su más reciente libro publicado este mismo año (La crítica agotada) “al igual que suele cosechar derrotas el general que se apresura a entrar en combate sin haber adiestrado a sus tropas, el afán de forzar tomas de poder revolucionarias sin haber revolucionado las ideas ha llevado a recoger fracasos” (p.27).

¿Condenados como Sísifo?

Naredo comienza su libro aludiendo también a la mitología griega con el ejemplo de Sísifo, conocido por el famoso castigo que le fue impuesto: empujar cuesta arriba de una montaña una piedra que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar ladera abajo, repitiéndose eternamente el mismo frustrante proceso. Esta sería la situación de las “fuerzas progresistas” actuales, que parece que lo único que les importa es llegar hasta arriba, sin cimentar una base sólida de ciudadanos libres y alianzas sociales. Por eso, al acercarse a la ansiada meta, su edificio se vuelve a desmoronar al estar basado en declaraciones, eslóganes y términos fetiche. En palabras de Naredo ello ocurre

Porque, para ayudarnos a convivir con nuestros males, la mente humana tiende a creer que los problemas pueden solucionarse con reuniones, conjuros institucionales u otros gestos dilatorios, sin necesidad de cambiar el contexto que los genera”


(p.118-9)

Así por ejemplo se nos llena la boca de “desarrollo sostenible” cuando ni siquiera tenemos claro qué es “desarrollo”: ¿es crecimiento? ¿es incremento de la producción? ¿es aumento del PIB?

O criticamos el neo-liberalismo, sin saber qué significa ser “liberal”, o haciendo del mismo una teoría conspiratoria que resume en una solo término todos los males de la humanidad (o sea, ninguno).

Napoleón invadió la España liberal de las Cortes de Cádiz, tratando de implantar un “liberalismo conservador”, más bien absolutista, pero predicando a la vez la Revolución Francesa de la “libertad, igualdad y fraternidad”.

Por eso corremos el peligro de la vacuidad y la verborrea estéril. Como decía El Roto (5 sep 2019): “La lucha contra el cambio climático consiste mayormente en hablar del tiempo: bla… bla… bla…”

Corrupción pública y privada

Otro eslogan hueco es la contraposición acrítica entre lo público y lo privado, como si todo lo público fuera bueno y lo privado lo contrario. Pero instalados en un capitalismo clientelar como el que describe un grupo de autores bajo el pseudónimo colectivo de Sansón Carrasco (Contra el capitalismo clientelar), un sector público grande pero manejado por políticos corruptos permite el saqueo del mismo hacia bolsillos privados, tal y como señala el magistrado Joaquim Bosch. De ahí el singular desarrollo de obra pública en España, eso sí a costes que duplican los de Alemania para idénticas operaciones.

La última tentación: “no hay nada que hacer”

El dominio de las élites político-económicas sobre el conjunto de la ciudadanía tiene un instrumento final: convencernos que, aunque veamos lo que está mal y habría que cambiar nos rindamos porque es imposible modificar la situación. Esta rendición sin haber entrado en combate está muy ligada a considerar al “neo-liberalismo”, al “capitalismo”, etc. como una conspiración universal omnipotente y sin fisuras ante la cual sólo cabe o bien la derrota o bien la victoria total y final. Y cuando aparentemente se ha producido esta última, nos encontramos con una nueva élite dominante, llámese Partido Único del Pueblo, oligarquía, nomenklatura, etc.

Si a Sísifo le hubieran enseñado que entre el pie de la montaña y la cumbre hay estadios intermedios y hubiera sabido buscar ayuda, si Ícaro hubiera seguido el consejo de su padre de volar a alturas intermedias, la situación habría cambiado. Nunca es tarde para comenzar. Para ello es necesario una reflexión más crítica con nuestras propias ideas preconcebidas y abrir un diálogo y unas alianzas en el seno de la ciudadanía.

El próximo post dentro de dos martes, el 21 junio 2022

El misterio del votante cabreado

Cuando el 2 de diciembre de 2018 casi 400.000 andaluces votaron a Vox en las elecciones al parlamento andaluz (el 11% de los votos) el mismísimo Pablo Iglesias decretó una “alerta antifascista” y llamó a la movilización contra los “post-franquistas” de Vox.

Un programa del canal de televisión “La Sexta” se lo tomó en serio y en días posteriores se dedicó a localizar a los 44 votantes de ese partido en el “comunista” pueblo de Marinaleda. Pocos días después Cristina Pardo, directora del programa, no tuvo más remedio que pedir disculpas por semejante desatino.

​¿Hay 400.000 fascistas en Andalucía?

Quizá ese sea el contenido de las pesadillas que le asaltan a Pablo Iglesias por las noches. Aunque también parecería que fuera el sueño dorado que le permitiera decretar una alerta de tonos épicos contra el fascismo.

Pero la realidad parece ser más prosaica. Probablemente sean 400.000 andaluces hartos de un sistema democrático en el que la participación ciudadana se reduce a votar entre las alternativas pre-diseñadas por las cúpulas de los (dos) partidos políticos y nada más.

A posteriori es difícil saber si el color político del gobierno salido de cada convocatoria electoral se traduce en políticas, en especial en el terreno de la economía, diferentes a las que habría puesto en marcha un gobierno de color contrario.

​El votante cabreado

Estamos no ante el votante fascista sino ante el votante cabreado.

Este fenómeno no nace en diciembre de 2018, sino en mayo de 2014 cuando Podemos sorprendió en las elecciones al Parlamento Europeo al alcanzar el 8% de los votos. Este fue el primer aviso que el electorado español lanzaba contra el encorsetado sistema político-electoral.

En meses posteriores -diciembre de 2014- la media de encuestas otorgaba a Podemos su techo en intención de voto hasta alcanzar un 28%, situándose así en la elección preferida por parte de los encuestados.

No ha sido el único partido en ser el transmisor del cabreo electoral. En junio de 2018 la opción favorita de la media de encuestas recaía en Ciudadanos, con 27% de intención de voto.

​¿Qué fue de estos nuevos partidos?

La torpeza política de sus respectivos dirigentes sitúa a Unidas Podemos con una intención de voto del 11,6%, a fecha del 25 de febrero de 2022, y a Ciudadanos del 3,6%. Aunque en diferente cuantía, el hecho de que unos partidos nuevos llegaran en cierto momento a ser la opción preferida por los encuestados muestra que existe un sustancial cabreo de fondo entre los posibles votantes, Por desgracia la esperanza depositada en su día no encontró correspondencia en la talla política y el cumplimiento de promesas de aquéllos.

​¿Y Vox?

Con una intención actual de voto en torno al 19% según la media de encuestas, en mi opinión está cercano a su techo electoral, que yo sitúo no más allá del 20%. Debo decir que no es mi opción electoral preferida, pero lo que sí es seguro es que ese 20% no corresponde al porcentaje de fascistas en España: no hay más que echar una ojeada a cualquier encuesta de opinión sobre el régimen político preferido en nuestro país. Y lo más probable es que la trayectoria de Vox siga el mismo camino de ascenso-descenso de los dos casos anteriores.

​El misterio del votante cabreado

Lo que sí creo que constituye un misterio no es que esos porcentajes tan altos de intención de voto hayan ido a parar a partidos políticos con una historia tan reciente. Lo que de verdad es un misterio es que a pesar del fiasco protagonizado por éstos y la decadencia democrática del bipartidismo clásico todavía el votante español se siga acercando a las urnas cada vez que se le convoca.

Porque el problema no está en elegir a un partido o a otro. El problema reside en que los mecanismos de juego democrático, de transparencia y equilibrio de poderes, de independencia del poder judicial, de separación entre el legislativo y el ejecutivo están cada vez más oxidados. Porque cuando, por ejemplo, Unidas Podemos no aboga por la independencia del poder legislativo sino por “meter también la cuchara” en el reparto a dedo de magistrados del Consejo General del Poder Judicial, no vamos en la buena dirección.

Cuando el Senado no legisla sino que pide al Gobierno que lo haga, estamos claramente saliéndonos del camino adecuado. Si este último lo hace a golpe de Real-Decreto Ley, posteriormente plebiscitado por las Cortes, tampoco es algo positivo.

Por eso no es de extrañar que en el Índice de Democracia elaborado anualmente por la EIU de The Economist, el año 2021 hayamos descendido a segunda división, situándonos ahora en el grupo de las Democracias deficientes.

No puedo acabar este post sin añadirme al apoyo al pueblo ucraniano en su lucha contra el invasor ruso.

El próximo post dentro de dos martes, el 15 marzo 2022

Encerrados en un “Escape Room”

En España nos sentimos encerrados en una situación social y política desilusionante, contemplando día tras día el espectáculo de las mismas peleas de gallos en el Parlamento y los platós de televisión, bombardeados por las las mismas pseudo-noticias en los medios de comunicación, constatando la misma falta de soluciones para atajar el desempleo y la desigualdad social, el mismo despilfarro y arbitrariedad en la gestión de los bienes públicos, la creciente polarización entre ofendiditos de un color y otro… Y no, no es “culpa” de la pandemia. Un catálogo aún más extenso de síntomas de nuestra situación nos lo ofrece Rafael Jiménez Asensio en la última entrada de su blog.

Por eso no puede sorprendernos ese goteo continuo de personas que se decantan por “soluciones” radicales, también de un color y otro.

​Como en un “Escape Room”

Quienes hayan estado en algún Escape Room, tan popular en estos años, pueden haber vivido situaciones que recuerdan a lo apuntado más arriba. Metidos en una habitación de la que hay que salir en un tiempo determinado, un grupo de personas debe descifrar enigmas o acertijos para lograrlo: pero muchas veces no sabemos por dónde buscar o en qué fijarse; tenemos la sensación de que el resto del “equipo” no colabora o incluso es un incordio; y los ánimos se van caldeando o se hunden…

Pero quien ha participado en estos juegos sabe muy bien que para superar la prueba con éxito es necesario poner en práctica ciertas formas de actuar que son útiles también en el caso de nuestra sociedad española. ¿Cómo hacerlo? Hay dos reglas básicas.

​Primera: indagar en lo que nos rodea sin caer en trampas emocionales

Tim Harford, en su reciente libro 10 reglas para comprender el mundo, nos brinda la primera pista:

“Debemos aprender a concedernos un segundo y fijarnos en nuestra reacción emocional ante una afirmación, en lugar de aceptarla o rechazarla por lo que nos hace sentir”

La habitación del Escape Room está llena de pistas falsas u ocultas y nuestra atención es reclamada por lo que nos gusta o nos disgusta, es decir hacia lo que nuestras emociones positivas o negativas dirigen nuestra atención. El ruido mediático y las fake-news matan nuestra capacidad para entender objetivamente el mundo que nos rodea. Pero como dice este autor, “debemos mantener la mente abierta, preguntarnos en qué podemos estar equivocados”.

El carrusel de mensajes emocionales que recibimos nos mantiene siempre en la superficie de las cosas, sin que intentemos siquiera indagar qué hay detrás. Nuevamente Tim Harford nos lo resume: “Sé curioso”. La curiosidad es la llave maestra para un Escape Room… y para manejarse en el mundo de hoy. Hay que probar una posibilidad tras otra, innovar, no dar nada por sentado, no tener miedo a ensayar nuevos enfoques…

​Segunda: sin colaboración no hay éxito

Cuando el tiempo va corriendo y no sentimos que avanzamos en el Escape Room, empezamos a pensar que hemos elegido mal nuestros compañeros de juego: se dedican a perder el tiempo, no buscan con la misma intensidad, no comparten la información, se están convirtiendo en una carga en vez de una ayuda…

Pero la verdad es que cualquier persona es tan buena o tan mala como cualquier otra cuando estamos encerrados en un Escape Room. Junto a la primera regla, la segunda consiste en repartirse el trabajo, intercambiar la información, comentar lo que se ve o no se ve, etc.

Cuando nos echamos en brazos del “American First”, el Brexit o el procés català estamos renunciando a una herramienta indispensable para salir del atolladero.

Los Escape Room no están diseñados para que los disfrute una persona en solitario; exigen muchas veces actuar de modo simultáneo en distintos rincones o sobre varios elementos a la vez y, por supuesto, compartir información.

En nuestra sociedad nadie tiene el cien por cien de los conocimientos y recursos, ni tampoco el cero por ciento. Sólo se construye y se avanza cuando se comparten las propuestas, las experiencias y los conocimientos; pero no de una forma “buenista” (=todo vale) sino analizando, examinando o si es necesario criticando lo que no nos parezca correcto, pero sabiendo que siempre nuestro interlocutor tiene razón en algo, que hay que descubrir e incorporar.

​¿Fácil?

Claro que no. Pero el esfuerzo merece la pena.

La psicóloga norteamericana Carol Dweck nos recuerda en su muy visionada Charla TED que no conseguir nuestro objetivo hoy no es haber fracasado, sino más bien no haberlo alcanzado todavía. “La fortuna favorece a los que se atreven” (Audentis Fortuna iuvat) escribió Virgilio en la Eneida (Libro X, verso 284). Si un jubilado valenciano ha puesto nerviosos a los bancos españoles, lo escrito por Virgilio parece que funciona.

El próximo post dentro de dos martes, el 1 marzo 2022

Paradojas electorales

De vez en cuando los medios de comunicación nos sorprenden con titulares como éste:

Colau ganaría hoy las elecciones en Barcelona siendo la quinta líder mejor valorada”

¿Cómo es posible que habiendo cuatro candidatos mejor valorados que ella, los pueda superar en unas hipotéticas elecciones? Como es habitual, hay un conjunto de elementos que se combinan para dar ese resultado.

​Polarización a favor y en contra

En las encuestas que piden la opinión sobre los líderes políticos se suele preguntar si se les conoce o no y en caso afirmativo valorarlos con una escala que va de 0 a 10. Y cuanto más conocido un líder más se polarizan las opiniones. Así Ada Colau obtiene un 47,3% de “aprobados” -segundo mejor porcentaje de todos los líderes- y un 48,8% de “suspensos”, lo que arroja una media penosa. Los demás líderes pasan “más desapercibidos”, lo que les proporciona menos seguidores (“followers”) pero también menos detractores (“haters”).

​¿Gobernar para todos?

Aunque se proclame hipócritamente que se va a “gobernar para todos”, la realidad es que quien gana unas elecciones lo hace con la calculadora en la mano, con objeto de conseguir en el Parlamento de turno una mayoría simple de votos favorables para sus propuestas.

En mi opinión los representantes políticos deben negociar y alcanzar acuerdos. Pero limitarse a conseguir la mitad más uno de los votos es en el mejor de los casos gobernar para un escaso 50% de la población. Casi nunca se llega ni siquiera a ese porcentaje, debido al sistema de asignación de escaños basado en el Sistema D’Hondt que suele favorecer a las candidaturas mayoritarias.

Pero además, quien gobierna así acapara para los suyos no ya el 50 sino el 100% de los cargos públicos a dedo, las subvenciones para sus entidades afines y otros cuantos beneficios que se suman a la propia victoria electoral.

En el caso de Ada Colau la opinión sobre su gestión ni siquiera llega al 50% de aprobados, pero la aritmética de los escaños que podría conseguir cada candidatura electoral probablemente le permitiría seguir gobernando “para todos”. No es el único caso. Por desgracia el rodillo parlamentario -imponer la mitad más uno- es un viejo conocido de nuestro régimen legislativo y practicado sin distinción de color político.

Como cantaba el grupo musical ABBAEl ganador se lo lleva todo” (The winner takes it all).

​El mercado electoral: albaricoques o melocotones

¿Qué podemos hacer los ciudadanos de a pie? El instrumento habitual que tenemos en nuestra mano es la papeleta de votación. Pero la demanda democrática se estrella contra la oferta de alternativas políticas, ninguna de las cuales ha mostrado el menor interés por gobernar para más allá del 50% de los votantes.

Añádase que las listas electorales, cerradas y bloqueadas, son confeccionadas por la mano de hierro de la cúpula de cada partido y que quien gobierna escoge el momento para llamar a las urnas, según sus propios cálculos demoscópicos. En realidad no elegimos: votamos a los que otros han elegido. La alternativa está entre “albaricoques o melocotones” y si no nos gustan ni los unos ni los otros alguien ajeno pondrá en nuestro carrito de la compra la fruta que toque.

Sobre formas complementarias de participación electoral como la convocatoria de un referéndum, ya señalé en otro lugar el tremendo margen de trilerismo que brinda para quien lo convoca… cuando le interesa convocarlo.

​La España vaciada: ¿nectarinas en Castilla y León?

El enésimo ejemplo de manipulación electoral lo tenemos en la convocatoria anticipada a las Cortes de Castilla y León. Con gobiernos del Partido Popular desde 1987, el adelanto es un intento por parte de éste de marcar tendencia electoral”, que compense su continua pérdida en intención de voto y pensando en las elecciones de 2023 que se acercan. De hecho estamos en campaña electoral continua, como una forma de distraer de los problemas que el país tiene por delante.

Castilla y León reúne a muchas de las provincias incluidas en el movimiento de la España Vaciada. Esas provincias son, por su demografía y por el sistema de circunscripciones electorales, las que requieren menos votos para conseguir cada escaño. Y por su reducido número de escaños, las que acentúan más la desproporción entre partidos mayoritarios y minoritarios. En definitiva la base ideal del bipartidismo.

La paradoja es que esas “cómodas” provincias para los grandes partidos han salido respondonas. Las primeras reacciones no se han hecho esperar. Pablo Casado, líder del PP, ha calificado a la España Vaciada como “marca blanca del PSOE”. Como viene siendo la tónica en nuestro mercado electoral se opta por denigrar la opción contraria, o que amenaza con quitarnos votos, antes que realzar la opción propia.

El 13 de febrero las urnas emitirán su veredicto. Pero ese día no se acaba la cuestión. Las carencias de nuestro sistema democrático-electoral siguen presentes.

El próximo post dentro de dos martes, el 18 enero 2022