La economista egipcia Minouche Shafik, directora de la prestigiosa London School of Economics acaba de publicar un compendio de las cuestiones esenciales que países como el nuestro debería plantearse a la hora de alcanzar a un nuevo y necesario contrato social, y así remontar la actual situación.

Un nuevo contrato social
En la formulación que propuso Rousseau hace más de 250 años, un contrato social incluye los derechos y los deberes que los individuos establecen entre sí, como forma indispensable para superar el llamado “estado de naturaleza” en el que reina la lucha de todos contra todos.
El contrato social determina lo que se debe aportar a la colectividad y por parte de quién: el Estado, las familias, la iniciativa privada, etc. Para ello hay que llegar a un nuevo consenso en temas fundamentales como:
- Quién se encarga de la reproducción y el cuidado de los nacidos (¿las mujeres, las familias, el Estado, las entidades privadas,…?) que mantienen el futuro demográfico de las sociedades
- Cuánta educación, cuándo y de qué tipo hay que ofrecer y a qué sectores de la población; quién lo suministra y qué precio…
- Qué sanidad garantizar a la población; qué servicios incluir; para quiénes; hasta cuándo; a cargo de quién…
- Cuál debe ser el punto de equilibrio entre la protección y la flexibilidad en el trabajo, su remuneración y la garantía o no de un ingreso mínimo; qué ayuda debe prestarse a quienes ven sus cualificaciones obsoletas debido al cambio tecnológico…
- Cómo abordar la situación de las personas mayores, su pensión (desde qué edad, sus modalidades, cuantía mínima, quién se hace cargo…); los cuidados cuando comienzan a no poder valerse por sí mismas, etc.
- Cómo gestionar la distribución de recursos entre las generaciones actuales y las futuras, entre disfrutar ahora o invertir para los años venideros; qué niveles de protección medio-ambiental son necesarios para asegurar un planeta que no quede irremisiblemente dañado en su suelo, su entorno atmosférico o su biodiversidad
Somos interdependientes
Si algo ha quedado bien demostrado con la pandemia de la Covid-19 es que dependemos los unos de los otros para bien o para mal. (Paradójicamente aquellas personas que durante los meses de restricciones en actividades económicas trabajaban en sectores declarados como esenciales eran -y siguen siendo- las que sufren mayor precariedad en el empleo: sanidad, transportes, cuidados personales, etc.)
Abordar los contenidos del nuevo contrato social significa que distintos sectores sociales, con puntos de partida diferentes, tienen que llegar a acuerdos sobre lo que debe aportar cada uno al conjunto de la sociedad. Llegar a ese nuevo consenso no sólo es más justo sino que es también más eficaz y productivo.
Cambiar las reglas de juego y cambiar de protagonistas
¿Quién debe promover y formular las bases de ese nuevo contrato social? Caben tres posibles protagonistas: la Administración del Estado, los partidos políticos o la sociedad civil.
¿La Administración del Estado? Sólo un ejemplo reciente: el Tribunal Constitucional ha sentenciado que el Estado de Emergencia impuesto durante los primeros meses de pandemia no se ajustaba a derecho y por tanto las multas impuestas a particulares por esa razón no son legales. ¿Nos devolverá la Administración los importes? No, habría que reclamarlos, incurriendo en gastos que seguro superan aquellos importes. ¿Dejaremos en manos de esta Administración del Estado la consecución del contrato social?
¿Los partidos políticos? En un reciente libro titulado Caciques y caciquismo en España (1834-2020) Carmelo Romero dedica el último capítulo precisamente a los partidos políticos: a diferencia del clásico caciquismo decimonónico los políticos se encuentran hoy con otros desafíos y ya no pueden contar con la sumisión de los votantes. Estrategias más sutiles (propaganda electoral, listas cerradas, dominio de los aparatos de los partidos…) son algunas de las manifestaciones presentes del prolífico sistema clientelar. No parecen buenos protagonistas.
Nosotros, la sociedad civil. Ya sé que esto parece una utopía, pero las revoluciones que la historia nos ha ido mostrando no se han hecho desde arriba hacia abajo, sino al revés. Pero para ello debemos partir que toda la ciudadanía es necesaria, que no se trata de un “ellos” y “nosotros”, sino que es una dinámica “inclusiva” como se dice en los tiempos actuales. Cada persona, partiendo de su situación particular, de la de su grupo de referencia y de la del sector social en el que está incluida, debe (debemos) formular colectivamente las mejores soluciones a cada uno de los retos incluidos al principio de este post y que formarían parte del nuevo contrato social.
La vía asociativa y la del diálogo entre segmentos sociales diversos es un camino que parece largo y costoso, aunque a veces la historia nos sorprende con acelerones inesperados, pero que son fruto del trabajo silencioso -o no tanto- y colectivo de mucha gente.
El próximo post a la vuelta del verano, el martes 14 septiembre 2021