Cuando los bancos se acuerdan de los mayores… o no

​Una llamarada mediática

El pasado diciembre un jubilado valenciano, Carlos San Juan, inició una campaña de recogida de firmas bajo el lema “Soy Mayor, no Idiota” para protestar por el (mal)trato que la banca dispensa a los mayores. La iniciativa ha tenido un impacto mediático fulgurante. Por eso todo el mundo está intentando subirse al carro: desde la Vicepresidenta Económica del Gobierno hasta el Defensor del Pueblo, pasando por organizaciones de mayores, el Banco de España, etc. ¡Hasta algún banco ha declarado que “están en ello”!

Como otros fenómenos parecidos es de temer que esta llamarada mediática se apague a la misma velocidad que prendió, sobre todo en cuanto pasen las elecciones autonómicas de Castilla y León, y más aún sabiendo que ni el PSOE ni el PP van a querer pelearse con los bancos.

Pero el que hoy sea un fenómeno mediático no obsta para que exista un maltrato estructural hacia el segmento de mayores y otros segmentos de población desfavorecidos, que lleva siendo denunciado desde hace ya bastante tiempo.

​¿Es que los bancos no piensan en los mayores?

Pues sí, piensan y mucho: o con más exactitud, piensan en su dinero. Eso hicieron cuando ofrecieron las famosas acciones preferentes a particulares dando a entender que se trataba de renta fija cuando no lo era y estafando a miles de personas mayores desde Caja Madrid, después convertida en Bankia y ahora CaixaBank, y otras Cajas así como en el Grupo Santander y el BBVA.

Mas recientemente la llamada economía plateada o «silver economy», es decir el dinero de los mayores de 50 años, es objeto del deseo de un creciente número de entidades financieras y de servicios.

Junto a “ofertas” tentadoras y con extensa letra pequeña difícil de desentrañar, muchas entidades financieras han promovido páginas web que intentan adular a los mayores a base de imágenes que muestran parejas de seniors irradiando felicidad. Así Canal Senior cuenta con el respaldo de Ibercaja; Vida Silver con el Banco Santander y Seguros MAPFRE; la Fundación Edad&Vida con el Sabadell, Seguros Allianz, Zurich, SegurCaixa, VidaCaixa y Seguros Caser; el Observatorio Generación & Talento con CaixaBank, MAPFRE y Seguros Generali; 60 y mucho+ con CaixaBank, Sabadell, Banco mediolanum, MAPFRE, Caser y Seguros OCASO; Senior en Red con Fundación la Caixa, Ibercaja y Caser; Fundación Mayores de Hoy con Fundación Caser; etc.

Hay que resaltar el interés particular de las compañías de seguros en este campo. No en vano un estudio de la Fundación MAPFRE con el significativo título de Observatorio del Consumidor Senior señala que en promedio los mayores tienen contratados tres pólizas de seguros. Algo tentador para cualquier aseguradora…

​Un producto emblemático: la hipoteca inversa

Según define el Banco de España, la hipoteca inversa es «un crédito o préstamo garantizado con una hipoteca que recae sobre la vivienda habitual (también sobre otras viviendas), concedido, de una sola vez o a través de prestaciones periódicas, a una persona que debe ser mayor de 65 años”.

El propietario de la vivienda recibe el importe pero retiene el uso de la misma hasta su muerte. Entonces la entidad crediticia puede hacerse con la vivienda o los herederos rescatarla, según el tipo de acuerdo. Lo que puede ser una solución económica para muchas personas mayores, no está exento de trampas de todo tipo y cláusulas de difícil comprensión que pueden afectar también a los herederos de la persona fallecida. Parecería como si la entidad financiera esperara, al contrario de un seguro de vida, el pronto fallecimiento del titular de la vivienda.

​La naturaleza se venga. El caso de Jeanne Calment

Cuando en 1965 la señora Jeanne Calment contaba 90 años, A.F. Raffray, notario de profesión, le propuso pagarle una mensualidad de 2.500 francos (381 euros actuales), hasta su fallecimiento a cambio de su vivienda: una especie de hipoteca inversa. Con lo que el notario no contaba era que estaba tratando con la persona más longeva conocida, ya que la Sra. Calment murió a los 122 años, mucho después que el propio notario, quien dejó a su viuda la obligación de seguir pagando la renta acordada. Pero esto no ocurre todos los días. Hay incluso quien dice que en verdad la Sra. Calment era un fraude.

​Digital / no digital

La otra paradoja de todo esto es que el movimiento de protesta por la exclusión de los mayores del mundo digital se ha implementado a través de una plataforma por internet, lo que muestra la necesidad de que en el proceso de digitalización de la sociedad hay que contar con los mayores y no dejarlos atrás. Pero los mayores afrontan barreras superiores a los de otros segmentos sociales, lo que hace indispensable un pacto por un nuevo contrato social, como expone Minouche Shafik en su recientemente traducido Lo que nos debemos unos a otros Un nuevo contrato social.

El próximo post dentro de dos martes, el 15 febrero 2022

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Digitalización: ¡No les dejemos atrás!

Hablando sobre los mayores, pero sin los mayores

De pronto nos hemos dado cuenta del gran número de personas por encima de los 65 años en nuestra sociedad. Nos lo ha recordado el vergonzoso número de fallecidos habidos en las residencias de mayores durante la actual pandemia.

Sin embargo ya antes de la pandemia, la presencia de tantas personas mayores y su empecinamiento en seguir viviendo -los demógrafos hablan de «esperanza» de vida- era señalada con el dedo como la «causa» de la crisis del sistema de pensiones.

Pero también hay quien ve en la amenaza una oportunidad… de negocio: la llamada Silver Economy o Economía Plateada. Un reciente informe encargado por la Comisión Europea define la Silver Economy

«como la suma de toda la actividad económica que atiende las necesidades de las personas de 50 años o más, incluidos los productos y servicios que compran directamente y la actividad económica adicional que genera este gasto. (…) abarca una sección transversal única de actividades económicas relacionadas con la producción, el consumo y el comercio de bienes y servicios relevantes para las personas mayores, tanto públicas como privadas«

European Commission The Silver Economy (2018, p.6)

Es decir, de ser una molestia, la población mayor puede pasar a ser también una oportunidad de negocio: seguros y cuidados sanitarios, turismo «silver» tipo IMSERSO, hipotecas inversas y un largo etcétera.

A todo esto, ¿alguien se ha preguntado de quién estamos realmente hablando y qué es lo que quieren estas personas?

Distinguiendo situaciones y colectivos de mayores

El primer error es hablar de mayores como un conjunto homogéneo de personas con idénticos problemas, aspiraciones y capacidades. La mejora de la cantidad y calidad de los años de vida -sí es una mejora, no un problema- se traduce en que muchas personas mayores mantienen un alto nivel de participación y aportación a la sociedad en la que viven: experiencia vital y laboral, visión de conjunto de los problemas, capacidad de asimilar y utilizar las nuevas tecnologías, colaboración y solidaridad intergeneracional…

Más que de tramos de edad, deberíamos tener en cuenta las diferentes generaciones de personas mayores (los demógrafos hablan de cohortes). En general, por encima de los ochenta años de edad las personas han tenido escasa oportunidad de formarse y experimentar con la revolución de las nuevas tecnologías: no son «nativos digitales», con consecuencias terribles que señalaré más adelante.

Las situaciones personales también son diversas. Tómese como ejemplo el de muchas mujeres cuyo trabajo a lo largo de la vida se ha centrado en el hogar o en el negocio familiar, con escasa presencia en las relaciones sociales más allá de ese entorno, aislamiento que se agrava en el mundo rural.

La revolución digital, ¿para todos?

Según el Código Civil (artículo 6.1) «la ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento». Pero para no ignorar esas leyes no nos queda otro camino que el acceso al BOE exclusivamente vía internet. Y así un creciente número de informaciones, servicios y trámites como gestionar nuestra cuenta corriente del banco, pedir cita médica o hacer la declaración de la renta.

La digitalización ha venido para quedarse. Pero si se deja a su evolución «espontánea» supone de hecho una marginación y exclusión progresiva de segmentos extensos de personas mayores, en particular en zonas rurales y entre los mayores de ochenta años.

Este proceso supone:

  • la desaparición de la atención personalizada y «cara a cara» -incluso por vía telefónica- para el acceso a servicios públicos y privados: cierres de oficinas bancarias, traslado a internet de trámites con las Administraciones Públicas, etc.
  • la exigencia de una infraestructura tecnológica cada vez más sofisticada: fibra óptica en el hogar, Wi-Fi, terminales digitales (ordenadores, tablets, smartphones…)
  • la necesidad de una familiarización creciente con los programas y aplicaciones informáticos: software en constante actualización, exposición al ciber-crimen, «letra pequeña» de las páginas web y aplicaciones (cookies, etc.), redes sociales, etc.

Las implicaciones son alarmantes: exclusión social de las personas mayores, aumento de la soledad no deseada, exposición creciente a acciones delictivas de todo tipo, paternalismo social hacia los mayores e incremento de su dependencia

No les dejemos atrás

Si cerramos oficinas bancarias, imponemos pagos por el uso de carreteras incluyendo las que comunican los entornos rurales con «la civilización», exigimos unas destrezas avanzadas para descargarnos infinidad de «Apps» en nuestro «smartphone«, etc. ponemos a la generación de los 80 y más años no ya en «riesgo de exclusión social» sino que, lisa y llanamente, los excluimos de la sociedad.

Resulta jocoso que haya quien proponga que los mayores se inicien en internet por medio de ¡cursos online! Igual que hablamos de pobreza energética hay que hablar también de pobreza digital como problema social a afrontar, considerando no sólo los costes y la infraestructura necesaria sino también la familiarización de los NO nativos digitales con este nuevo entorno.

El próximo post dentro de dos martes, el 8 junio 2021