Podría parecer arriesgado escribir una balance de las elecciones del 28-M con diez días de antelación… ¡y encima publicarlo tal cual dos días después de esta fecha!
En realidad -por desgracia- lo importante ya lo hemos visto mucho antes del recuento de resultados.

Hemos asistido una vez más al mercadillo electoral entre partidos políticos, aunque esta vez con tonos más exacerbados que nunca. Y esto no es más que el primer acto que tendrá su clímax en las elecciones generales del próximo diciembre y un corolario en las europeas de 2024.
Pero entonces, ¿qué hemos votado?
Desde luego no hemos votado para mejorar la forma en que debe funcionar el Estado de las Autonomías, aunque los Gobiernos Autonómicos sean los gestores de un volumen incalculable de recursos públicos, en particular los destinados a los servicios sociales de todo tipo.
Tampoco hemos votado para adecentar y hacer eficaces los gobiernos municipales, aunque sean éstos el foco más importante de los casos de corrupción que se han ido produciendo en los últimos decenios.
Autonomías y Municipios han estado totalmente ausentes del debate electoral.
La refriega entre partidos se ha volcado en la competición de anuncios y promesas cada vez con cifras más abultadas, bien de millones de euros o de supuestos beneficiarios; todo ello con apelaciones a las emociones e indignatitis de los votantes. Así hemos asistido a la escenificación de Pedro Sánchez ejerciendo de Aprendiz de Brujo con Bildu, según el conocido poema de Goethe. Pero también a las apelaciones y los gestos grandilocuentes que buscaban no nuestra reflexión sino exclusivamente nuestro voto emocional e identitario.
La mayor preocupación es que la TOTALIDAD de los partidos políticos actuales reducen su actuación a ser maquinarias electorales.
Hace unos años irrumpieron dos nuevos partidos que prometían un adecentamiento del panorama político: cada uno en su estilo y siendo reflejo de una parte importante de la sociedad. En efecto, según el CIS Ciudadanos llegó a alcanzar una intención de voto del 22,4% en abril de 2018 y Podemos del 23,9% en enero de 2015, con cifras similares o superiores a las de los dos partidos tradicionales. Hoy contemplamos el declive de ambas formaciones, condenadas por contagiarse de los modos del marketing electoral y la búsqueda exclusiva de hacerse con los recursos públicos.
No cambiar a los gobernantes sino las reglas de juego
Porque en el fondo es secundario cuál sea al partido que se haga con el mayor número de diputados autonómicos o de concejales. Si la formación ganadora sigue apoyándose en listas electorales cerradas y bloqueadas, si la transparencia de lo que se hace sigue brillando por su ausencia, si no se rinde cuentas de los planes y presupuestos y de sus resultados, si los nombramientos a dedo de cargos de “confianza” no dejan de crecer, si el deterioro de la atención a la ciudadanía alcanza niveles de auténtica alarma, si se utilizan las mayorías -aunque sean por la mínima- para ejercer el “rodillo parlamentario”, entonces estas elecciones habrán sido una nueva decepción. Ese es el camino que Steven Levitsky y Daniel Ziblatt señalan en su conocido libro Cómo mueren las democracias.
¿Se puede hacer algo?
Muchas personas estarían tentadas a contestar a esta pregunta de forma negativa. Pero esa es precisamente la respuesta sobre la que está basado el status quo actual: como aunque estemos descontentos no se puede hacer nada, no intentamos cambiar las cosas y nos acabamos acoplando a lo que hay. En esa piedra angular se asientan los sistemas autocráticos.
Y sin embargo la historia -incluso la reciente- nos enseña que el cambio es posible. El famoso cuento de H.C.Andersen “El traje nuevo del emperador” narra cómo el temor a discrepar con la opinión que pensamos que tiene la mayoría de la gente nos lleva a ser pasivos, reforzando así esa misma impresión que los demás perciben.
Tenemos dos herramientas
La primera es rescatar nuestra atención que en buena parte ha sido secuestrada por los medios de comunicación, en especial los medios digitales y redes sociales. Cuando volvamos a ser dueños de nuestra atención, podremos ver la realidad que nos rodea con nuestros propios ojos, con nuestra propia visión y no una de prestado. Además redescubriremos a las personas reales, no a las que la televisión, las declaraciones de los políticos, los youtubers o los influencers nos proyectan.
La segunda herramienta, apoyada en la anterior, es empezar a marcarnos pequeñas metas que podamos alcanzar y que supongan avances en la dirección que consideramos adecuada. No importa si a la primera no lo conseguimos, pero cada pequeño paso nos abrirá el camino para el siguiente. En este punto es vital el esfuerzo compartido con esas personas reales que hemos descubierto y que resultan estar más cerca de nosotros de lo que en un principio parecían.
El camino es largo pero posible.
El próximo post dentro de dos martes, el 13 junio 2023