Un balance (anticipado) del 28-M

Podría parecer arriesgado escribir una balance de las elecciones del 28-M con diez días de antelación… ¡y encima publicarlo tal cual dos días después de esta fecha!

En realidad -por desgracia- lo importante ya lo hemos visto mucho antes del recuento de resultados.

Hemos asistido una vez más al mercadillo electoral entre partidos políticos, aunque esta vez con tonos más exacerbados que nunca. Y esto no es más que el primer acto que tendrá su clímax en las elecciones generales del próximo diciembre y un corolario en las europeas de 2024.

Pero entonces, ¿qué hemos votado?

Desde luego no hemos votado para mejorar la forma en que debe funcionar el Estado de las Autonomías, aunque los Gobiernos Autonómicos sean los gestores de un volumen incalculable de recursos públicos, en particular los destinados a los servicios sociales de todo tipo.

Tampoco hemos votado para adecentar y hacer eficaces los gobiernos municipales, aunque sean éstos el foco más importante de los casos de corrupción que se han ido produciendo en los últimos decenios.

Autonomías y Municipios han estado totalmente ausentes del debate electoral.

La refriega entre partidos se ha volcado en la competición de anuncios y promesas cada vez con cifras más abultadas, bien de millones de euros o de supuestos beneficiarios; todo ello con apelaciones a las emociones e indignatitis de los votantes. Así hemos asistido a la escenificación de Pedro Sánchez ejerciendo de Aprendiz de Brujo con Bildu, según el conocido poema de Goethe. Pero también a las apelaciones y los gestos grandilocuentes que buscaban no nuestra reflexión sino exclusivamente nuestro voto emocional e identitario.

La mayor preocupación es que la TOTALIDAD de los partidos políticos actuales reducen su actuación a ser maquinarias electorales.

Hace unos años irrumpieron dos nuevos partidos que prometían un adecentamiento del panorama político: cada uno en su estilo y siendo reflejo de una parte importante de la sociedad. En efecto, según el CIS Ciudadanos llegó a alcanzar una intención de voto del 22,4% en abril de 2018 y Podemos del 23,9% en enero de 2015, con cifras similares o superiores a las de los dos partidos tradicionales. Hoy contemplamos el declive de ambas formaciones, condenadas por contagiarse de los modos del marketing electoral y la búsqueda exclusiva de hacerse con los recursos públicos.

No cambiar a los gobernantes sino las reglas de juego

Porque en el fondo es secundario cuál sea al partido que se haga con el mayor número de diputados autonómicos o de concejales. Si la formación ganadora sigue apoyándose en listas electorales cerradas y bloqueadas, si la transparencia de lo que se hace sigue brillando por su ausencia, si no se rinde cuentas de los planes y presupuestos y de sus resultados, si los nombramientos a dedo de cargos de “confianza” no dejan de crecer, si el deterioro de la atención a la ciudadanía alcanza niveles de auténtica alarma, si se utilizan las mayorías -aunque sean por la mínima- para ejercer el “rodillo parlamentario”, entonces estas elecciones habrán sido una nueva decepción. Ese es el camino que Steven Levitsky y Daniel Ziblatt señalan en su conocido libro Cómo mueren las democracias.

¿Se puede hacer algo?

Muchas personas estarían tentadas a contestar a esta pregunta de forma negativa. Pero esa es precisamente la respuesta sobre la que está basado el status quo actual: como aunque estemos descontentos no se puede hacer nada, no intentamos cambiar las cosas y nos acabamos acoplando a lo que hay. En esa piedra angular se asientan los sistemas autocráticos.

Y sin embargo la historia -incluso la reciente- nos enseña que el cambio es posible. El famoso cuento de H.C.Andersen “El traje nuevo del emperador” narra cómo el temor a discrepar con la opinión que pensamos que tiene la mayoría de la gente nos lleva a ser pasivos, reforzando así esa misma impresión que los demás perciben.

Tenemos dos herramientas

La primera es rescatar nuestra atención que en buena parte ha sido secuestrada por los medios de comunicación, en especial los medios digitales y redes sociales. Cuando volvamos a ser dueños de nuestra atención, podremos ver la realidad que nos rodea con nuestros propios ojos, con nuestra propia visión y no una de prestado. Además redescubriremos a las personas reales, no a las que la televisión, las declaraciones de los políticos, los youtubers o los influencers nos proyectan.

La segunda herramienta, apoyada en la anterior, es empezar a marcarnos pequeñas metas que podamos alcanzar y que supongan avances en la dirección que consideramos adecuada. No importa si a la primera no lo conseguimos, pero cada pequeño paso nos abrirá el camino para el siguiente. En este punto es vital el esfuerzo compartido con esas personas reales que hemos descubierto y que resultan estar más cerca de nosotros de lo que en un principio parecían.

El camino es largo pero posible.

El próximo post dentro de dos martes, el 13 junio 2023

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Apañando las listas electorales

El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define apañar -entre otras acepciones- como “resolver un asunto con disimulo o por conveniencia, a veces fraudulentamente”. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo en todos los partidos españoles ahora que se fijan las listas electorales para los comicios del próximo 28 de mayo.

Dado que las listas son cerradas (no se pueden mezclar candidatos de distintas papeletas) y bloqueadas (no se puede alterar el orden), figurar en la lista electoral del partido, pero sobre todo en un puesto de la misma que tenga visos de “entrar” entre los elegidos, se convierte en una lucha encarnizada. Y dada la debilitada democracia interna de los partidos políticos españoles, la mejor forma de conseguirlo es ser fiel a la cabeza dirigente en el ámbito que corresponda: ser “de los nuestros”.

Los casos abundan, como en Móstoles, Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana, etc., por no citar más que algunas disputas que han trascendido a la prensa.

Los cargos públicos como carrera política

Obtener un puesto de concejal suele ser el primer paso para desarrollar una carrera política, pero hay que asegurarse la remuneración. Un caso paradigmático lo ofrece la socialista Carolina Darias.

Comenzando su carrera como concejal hace 24 años, Darias ha sido Subdelegada del Gobierno en Las Palmas, Diputada en el Parlamento de Canarias, Delegada del Gobierno en Canarias, Consejera del Cabildo de Gran Canaria, Presidenta del Parlamento de Canarias, Consejera de Economía, Conocimiento y Empleo del Gobierno de Canarias, Ministra de Política Territorial y Función Pública y Ministra de Sanidad. Su última apuesta: candidata a la Alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria. ¿Y si no consiguiera la Alcaldía? Sin problema. Según el Periódico de España “fuentes vinculadas al partido señalan que Darias quiere asegurarse un puesto de salida en las listas al Congreso de los Diputados en las próximas elecciones generales, que serán previsiblemente a finales de año, en caso de no alcanzar los votos suficientes para encabezar el salón dorado de las Casas Consistoriales”. Algo de lo que también se hace eco La Provincia, Diario de Las Palmas.

…y si no, siempre quedan los “cargos de confianza”

Es conocida la “generosidad” con la que los partidos políticos españoles son financiados a costa de los Presupuestos públicos (los bolsillos de cada uno de nosotros), cuya pilar básico es la Ley Orgánica 8/2007 que ha sido duramente criticada por el propio Tribunal de Cuentas, encargado de su fiscalización. En el año 2017 (¡último año del que se han fiscalizado las cuentas!) el 72% de la financiación de los partidos procedía de las arcas públicas. Y a eso hay que añadir casi otro 11% de financiación “privada” (¿?) procedente de “aportaciones de cargos públicos”; sin olvidarnos de la vía de ingresos a través de fundaciones y demás entidades vinculadas o dependientes de los partidos políticos, terreno ideal para el cúmulo de irregularidades contables y canal favorito para la financiación ilegal, además de recibir la correspondiente financiación pública.

Pero los cargos (“de confianza”) públicos de los partidos no solo cumplen una función recaudatoria sino que son la palanca fundamental para asegurar la fidelidad al líder de turno. Allí donde los votos a la lista electoral no han sido suficientes para incorporar a alguno de los candidatos al cargo de concejal, parlamentario autonómico o nacional el líder de la formación lo repesca para el correspondiente cargo de confianza a costa de los presupuestos públicos. El instrumento favorito son las Diputaciones Provinciales y Cabildos.

Diputaciones y Cabildos

Como escribe el Catedrático de Derecho Administrativo Sánchez Morón, “el mantenimiento de las Diputaciones a quien más ha beneficiado y beneficia es a los partidos políticos. Por un lado les permite ese reparto de cargos entre militantes y afines que, como sabemos, les es consustancial. De otro lado, la estructura provincial y el sistema de representación indirecta atribuye a los aparatos de partido un poder evidente para organizar sus jerarquías: promover algunas carreras políticas, premiar otras en su etapa final, recompensar fidelidades… Además se viene a otorgar a los designados para tales cargos la facultad de manejar un presupuesto considerable, sin la responsabilidad correlativa de organizar ni prestar grandes servicios públicos al ciudadano. Un gasto público que consiste casi por entero en nóminas, transferencias y subvenciones y que, por así decir, es menos “visible” para el conjunto de la ciudadanía.”

Son cargos que cesarán cuando cambie el partido que domina el órgano respectivo, al estilo de las cesantías decimonónicas que describía Benito Pérez Galdós y nos recordaba Rafael Jiménez Asensio.

Tan es así que el propio diccionario de la RAE recoge la palabra cabildear que define como “hacer gestiones con actividad y maña para ganar voluntades en un cuerpo colegiado o corporación”. Sin comentarios.

¿Se entiende ahora por qué es tan importante asegurarse una buena colocación en la lista electoral?

El próximo post dentro de dos martes, el 18 abril 2023

De la denuncia al cambio

Recientemente asistí a un acto que denunciaba la criminal actuación de las entidades públicas y privadas en las residencias de mayores durante la fase más aguda del coronavirus, en particular en la Comunidad de Madrid. Miles de residentes murieron dejados a su suerte, aislados, sin la menor atención médica y separados de sus seres queridos. (Todo el acto puede visionarse aquí)

Los distintos ponentes del acto detallaron los protocolos de (des)atención a los mayores, las trabas a las familias para intervenir en la situación, la discriminación a los mayores para su hospitalización y, sobre todo, la ocultación de procedimientos, las actuaciones erráticas y las triquiñuelas para eludir responsabilidades.

Qué se ha hecho desde entonces

Los familiares de las víctimas han presentado innumerables demandas ante los tribunales ordinarios, que han chocado con la ley del silencio en las instancias públicas y privadas y la argumentación de que se trataba de “circunstancias excepcionales” que exculpaban a unos y otros. Pero en ningún caso los tribunales han querido entrar al fondo del asunto y analizar cómo la maraña público-privada de gestión de las residencias y su [falta de] atención sanitaria provocaron semejante mortandad. La comparación de los datos entre Comunidades Autónomas y maneras de abordar el problema muestran que en la Comunidad de Madrid se podría haber evitado gran parte de ese sufrimiento si la actuación hubiera sido otra. Pero se prefirió dar la espalda a la cuestión.

¿Resignados a denunciar… y a la impotencia?

Actos como el que comento tienen un valor indudable para recordar lo que pasó y cómo siguen sin ponerse los medios para que estas situaciones no vuelvan a repetirse. Pero yo saqué la impresión de que los que intervinieron pensaban que era todo lo que se podía hacer. Como dijo uno de los ponentes “una vez que [la cuestión] está en los tribunales poco más se puede hacer (7’50”).

Reconozco que me sorprendió este último comentario, cuando en España la confianza en la Justicia recibe una nota de 4,78 -en una escala de uno a diez- según una encuesta del CIS de octubre pasado (P.4). Si la escala hubiera sido de 0 a 10 las valoraciones hubieran sido aún peores. El triste “consuelo” es que otras instituciones obtienen notas más bajas: Parlamento español 4,28; medios de comunicación 4,24; Gobierno de España 4,04; partidos políticos 3,70; sindicatos 3,66.

Superar el “no se puede hacer nada”

Cuando se denuncia una actuación equivocada o criminal de los poderes públicos, el obstáculo principal no es que se nos rebata la acusación sino que se siembra el desánimo y la sensación de que es imposible actuar: “Sí tenéis razón, pero no se puede hacer nada que sirva para cambiar las cosas”. En idéntico sentido, suele achacarse amargamente a otros sectores de la sociedad la falta de apoyo. Así en otra de las intervenciones del acto aludido se incluían expresiones como, “la sociedad miró para otro lado” (2’58”) “porque a nadie le importa” (4’05”) “se le puede echar en cara a la sociedad que está aguantando y aprobando esto” (6’38”).

¿Se convierte el malestar en voto?

A las puertas de las próximas rondas electorales parecería lógico esperar que el malestar social se transformara en una orientación del voto que hiciera cambiar las cosas, o al menos al partido político que coloniza en cada caso los gobiernos.

Hay dos razones por las cuales esto no va a ser así. La primera es que los movimientos de protesta de los últimos años se han desarrollado siendo incapaces de crear alianzas más amplias con otros sectores sociales. No se trata de pedir la solidaridad de los demás sino encontrar las bases comunes entre unos y otros. Pero la realidad es que nuestras sociedades están cada vez más polarizadas y enfrentadas, con una errónea estrategia de los grupos “progresistas” de basar su actuación en el juego de las identidades: de género, de nacionalidad, de lengua materna, de orientación sexual, de edad, etc.

La segunda razón tiene que ver con el sistema político-electoral. La capacidad de los electores para supervisar a los gobiernos respectivos y pedirles cuentas de su actuación se va deteriorando a lo largo de los últimos años. La ciudadanía no tiene forma de influir en lo que hacen los gobiernos si se mantiene el sistema electoral partitocrático (el “ganador” se lo lleva todo y coloca en puestos de la Administración Pública a la camarilla de fieles al líder) y los mecanismos de supervisión y fiscalización sufren una erosión continuada.

El camino para el cambio auténtico

No es una cuestión de a quién votar sino da cambiar las reglas de juego. Por desgracia ningún partido político de la España actual va más allá de ser una simple maquinaria electoral.

Pero sólo construyendo contratos sociales entre distintos segmentos sociales, trascendiendo las miopías identitarias, podremos comenzar sobre bases sólidas.

El próximo post dentro de dos martes, el 21 marzo 2023

Fatiga de crispación

Si algo caracteriza la campaña electoral permanente en la que estamos metidos es la crispación. Es lo que piensa la inmensa mayoría de los españoles -un 87%- y señalan sin dudar a los causantes: los políticos y los partidos políticos, secundados por los medios de comunicación. Esta crispación busca provocar la indignatitis identitaria, intentando que lo que es diversidad social se reduzca a recalcar lo que nos separa del resto y provocar el enfrentamiento.

La crispación está llegando a niveles insoportables. Pero a pesar de que somos conscientes que esto no nos lleva a nada, al menos a nada bueno, no acabamos de encontrar la salida de esta ratonera.

¿La solución es votar? Con la crispación se intenta ponernos en la tesitura de votar –pero no elegir- a aquéllos a quienes otros han colocado a dedo a la cabeza de listas cerradas y bloqueadas, de modo que otorguemos patente de corso para el saqueo de los bienes públicos a manos de los ganadores… “porque los contrarios son peores que ellos”.

Más allá de las urnas

Una democracia que se reduce a votar cada cuatro años, y más con el sistema electoral y de partidos políticos que tenemos, es una democracia muy imperfecta. Pero es que además las cuestiones realmente importantes y las reformas profundas necesarias no se resuelven dentro del periodo que va de unas elecciones a las siguientes. Veamos algunos ejemplos.

Todos los años se crea una gran debate en torno a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado o de la Comunidad Autónoma de turno. Parece que nos va en ello el porvenir económico y social del país, a juzgar por la batalla que se abre. Pero la realidad es que la mayor parte de esos Presupuestos, tanto en ingresos como en gastos, están ya prefijados por la propia dinámica fiscal y de gastos sociales. Los variaciones posibles están en partidas marginales que, eso sí, sirven para que el Gobierno de turno vaya chalaneando con partidos minoritarios la compra de sus votos y conseguir la aprobación de los Presupuestos; como si fuera un gran triunfo, de cuyos efectos reales nunca acabamos de enterarnos. Cuando los Presupuestos de un año se prorrogan al siguiente por falta de acuerdo, ¿realmente importa?

Un segundo ejemplo es que parece que lo único que se debate hoy en día es el tamaño del sector público, aunque lo importante es que sea eficaz, eficiente y al servicio real de la ciudadanía. Cualquier formación política que prometa que en los cuatro años de su mandato electoral va a transformar la Administración Pública sencillamente miente. Nos recordaba hace pocos días Rafael Jiménez Asensio que no puede haber buen Gobierno sin buena Administración, y cómo esto no se consigue de la noche a la mañana y menos sin voluntad política real.

El ejercicio de votar, faltando otros elementos esenciales, se reduce a puro marketing, beneficioso únicamente para quien ha ganado las elecciones y se hace con el botín correspondiente.

Dejo para otro día el análisis de la publicidad con que los gobiernos de turno trata de demostrar sus logros, basándose en datos sin contrastar, algoritmos imposibles de examinar o informaciones que se niega a suministrar.

Entonces, ¿qué nos queda?

Hace unos años conocí a un norteamericano nacido en Iowa (USA), en la América profunda, y afincado en España. Le sorprendía la costumbre arraigada en España que cuando alguien tenía un problema se remitía a la “autoridad competente” para pedir una solución. En Estados Unidos, me decía, cuando alguien tiene un problema trata de solucionarlo por sus propios medios. En su defecto, pide ayuda al vecindario cercano o en el seno de su comunidad o localidad. Sólo cuando lo anterior no ha funcionado, se dirige al gobierno de su Estado o al gobierno federal.

No todos los usos y costumbres norteamericanos son dignos de imitación (creo que no hace falta entrar en detalles), pero tomar la iniciativa antes de esperar una solución venida de las alturas me parece algo que deberíamos practicar más.

Pero además de tomar la iniciativa, solemos fallar en dar el siguiente paso esencial: llegar a acuerdos entre sectores de población e intereses diversos. No es imposible, aunque esto suponga tiempo y tener la voluntad de llegar a puntos comunes más allá de nuestra realidad inmediata. Son los nuevos contratos sociales que plantea Minouche Shafik en su libro Lo que nos debemos unos a otros. Un nuevo contrato social. Avanzaremos hacia una sociedad más libre y a la vez más fuerte, que controle al Leviatán del Estado.

Cuando existan partidos políticos que no sean meras herramientas de marketing electoral o vías para acaparar cargos públicos, habremos empezado a entrar en un régimen democrático más saneado.

Hasta entonces es mejor dedicarnos desde la sociedad civil a ir construyendo iniciativas que tiendan puentes entre las personas.

El próximo post dentro de dos martes, el 7 febrero 2023

“Todas nuestras líneas se encuentran ocupadas”

¿Quién no ha escuchado esta cantinela al llamar por teléfono a algún organismo público solicitando una información o, peor aún, una codiciada “cita previa”? A veces nos intentan disuadir de seguir dando la lata al anunciar que el tiempo de espera es de… (siempre por encima de los veinte minutos) o nos ponen música para que al cabo de un buen rato, pagando por la llamada a un 902… ó 901…, se corte la comunicación.

¿Y si lo intentamos por internet? Tras haber conseguido el DNI electrónico, la Firma Digital, la Cla@ve PIN, la Cl@ve Permanente o el Certificado Digital, descubrimos que no hay cita previa disponible de ninguna de las formas. Los testimonios recientes ponen los pelos de punta: 45 días de media de espera para una cita previa; diez meses de espera en la Seguridad Social de Alicante para poder tramitar la pensión de jubilación; lo mismo en Navarra; o teniendo que desplazarse a otra ciudad, o la imposibilidad absoluta como ha denunciado el sindicato Comisiones Obreras.

Es la ciber-versión de lo que hace casi dos siglos el escritor del romanticismo español Mariano José de Larra denunciaba en su famoso artículo Vuelva usted mañana. La situación empieza a ser esperpéntica cuando hay que dedicarse a averiguar a qué hora el sistema informático de la Seguridad Social se reactiva y así ser de los primeros en conectarse. Una persona de mi entorno consiguió la valiosa cita previa ¡conectándose a las cinco de la madrugada! (no es broma).

¿Desidia? ¿Se necesita tiempo? ¿O es una política deliberada?

Si en los años de pandemia la cita previa podría tener una razón de ser con objeto de elevar las barreras anti-contagio, el perpetuamiento de esta medida ha sido ya denunciada como no ajustada a derecho.

Se trata de una pieza más de una política destinada a obstaculizar el acceso de los ciudadanos a las Administraciones Públicas (AAPP) y su control. Así, cabe reseñar los incumplimientos continuos de las AAPP en materia de transparencia o el uso reiterado de un lenguaje alejado del entender medio de la población a la que dice servir.

Un lenguaje críptico en la justicia…

Un ejemplo sangrante es el lenguaje jurídico, con una ilustrativa historia reciente. Como ya en su día reconoció -hace once años- el propio Gobierno “el empleo de un lenguaje más sencillo y comprensible en el ámbito jurídico es una asignatura pendiente desde hace tiempo”. Juan Carlos Campo, entonces Secretario de Estado y recién (y polémico) miembro del Tribunal Constitucional, encabezó una Comisión para la Modernización del lenguaje jurídico, cuyo informe final de septiembre de 2011 no volvió a ser desempolvado hasta que el propio Juan Carlos Campo, ya Ministro de Justicia, decidió “iniciar una línea de colaboración” (¿?) con la Real Academia Española en junio de 2020.

Hasta ahora.

…y en toda la Administración Pública: el muro del lenguaje

Un reciente estudio de la consultora Prodigioso Volcán -del que se hizo eco rtve y el propio Instituto Nacional de Administración Pública (INAP)- analizó 760 escritos vinculados a distintos organismos públicos, concluyendo que el 78% de los textos administrativos no son claros. Los más complejos son precisamente los que explican cómo solicitar una ayuda, beca o subvención: el 98% de éstos no son fáciles de entender.

Estrella Montolío, Catedrática de Lengua Española en la Universitat de Barcelona, señala el fracaso comunicativo de la Administración: “la confianza entre individuos e instituciones, de igual modo que entre las personas, se genera interactuando, en la conversación. No hay confianza posible cuando el emisor resulta no solo incomprensible, sino también inquietante”.

Montolío es la autora del Manifiesto por un lenguaje claro en la Administración, lanzado por La revista de lengua y literatura Archiletras. Dicho Manifiesto fue presentado recientemente al Presidente Sánchez, quien se limitó a decir que el Gobierno “ha puesto en marcha un proyecto para renovar y mejorar la forma en la que se responde a los cientos de personas que semanalmente se ponen en contacto con el Gabinete del presidente” Y eso es todo.

Más que una cuestión de lenguaje

Para acceder a ayudas sociales en ocasiones se establecen exigencias administrativas absurdas, como si hubiera una presunción de que los necesitados se aprovechan del sistema.

Esta situación se repite cada vez que el Ejecutivo ha lanzado un programa de lucha contra la desigualdad. Estos avances se están viendo enturbiados por la aplicación del principio de sospecha a quienes más urgentemente necesitan ayuda, es decir, a los pobres.

Por eso la Accesibilidad a las Webs oficiales sigue siendo deficiente, como reconoce el propio Observatorio gubernamental.

Es la misma actitud que presupone que las Administraciones Públicas no son sino el botín ganado por las cúpulas de los partidos que han batido a los contrarios en las urnas. Como si lo público no fuera de la ciudadanía y la malversación no fuera importante.

El próximo post dentro de dos martes, el 24 enero 2023

No es por no ir… a votar

Estamos asistiendo en los últimos días a una encarnizada lucha entre las cúpulas de los partidos políticos para apoderarse de las grandes instituciones del Estado: el sistema judicial, el Parlamento, el Tribunal Constitucional…

Esta situación me hace evocar -me gustaría pensar que salvando las distancias- la crónica apasionante y a la vez tristísima que los periodistas Rüdiger Barth y Hauke Friederichs plasmaron en Los sepultureros. 1932, el último invierno de la República de Weimar (The grave diggers. 1932, the last winter of the Weimar Republic); cómo hace ahora noventa años los enfrentamientos entre partidos, la torpeza y estupidez de los políticos y una base de profunda crisis económica despejaron el camino para el ascenso de Hitler al poder. Ascenso que -no lo olvidemos- no fue a través de un golpe de estado sino por vía de las urnas y de retorcer los mecanismos institucionales: un ejemplo vivo de lo que Levitsky y Ziblatt tratan en su ya best-seller Cómo mueren las democracias.

¿Esto se resuelve en las urnas?


Sí y no. Si lo que se nos pide es votar (que no elegir) al ganador que se alzará con el botín institucional en juego, ello equivale a introducir un cheque en blanco en la urna y legitimar (¿?) el juego entre las cúpulas de los partidos.

Porque no se trata de esto.

Se trata de cambiar las reglas de juego:

a) de garantizar la independencia de los tres poderes del Estado: ejecutivo, legislativo y judicial

b) de eliminar la corrupción entre los políticos y la utilización de las administraciones públicas para el provecho de “los míos” o de mi partido

b) de desmontar el sistema partitocrático: de las listas electorales cerradas y bloqueadas, de la tiranía interna del líder de turno que designa de facto a los candidatos en cada comicio, del monopolio de los recursos públicos…

c) de abolir la práctica continuada de los gobernantes de falta de transparencia a la hora de gestionar el patrimonio común, o designando una larga lista de asesores en la Administración Central, Comunidades Autónomas, Diputaciones provinciales, Ayuntamientos, empresas y entidades públicas, inventando así puestos de trabajo (¿?) para los fieles al líder

d) de invertir la deriva del saqueo de las administraciones públicas: haciendo ineficaces los recursos del estado del bienestar o la labor de los distintos cuerpos de funcionarios públicos, creando el caos presupuestario o el secretismo y clientelismo en los programas de subsidios y ayudas a las poblaciones necesitadas

e) …

Atrapados en el enfrentamiento

Cada día que pasa los medios de “comunicación” nos sirven una catarata de declaraciones de un lado y del otro, en la que los distintos representantes de cada bando y sus tertulianos de apoyo nos arrojan el argumentario del día preparado por la cúpula de su partido. El volcado es abrumador y la reiteración de los “mensajes” parece que nos está obligando, lo queramos o no, a tomar partido (nunca mejor dicho). Si no lo hacemos parece que no tenemos opinión, que somos abúlicos o simplemente tontos.

Además el tono exaltado, violento y emotivo no nos deja mayor opción que retratarnos. A partir de ahí la mayor atención y exposición a un medio u otro -partidario de un enfoque o del contrario- nos sumerge en la crispación como elemento natural.

No cabe la búsqueda de acuerdos, de intentar entender por qué el otro tiene un enfoque distinto al nuestro, su situación personal, social o económica. Se nos exige blanco o negro, indignarnos por lo que hacen y dicen los contrarios -o los que nos señalan que son los contrarios-. Lo demás sería no tener convicciones, ser “blando” o no ser lo suficientemente patriota o revolucionario (a elegir).

¿Y de votar?

Como diría José Mota “Si no es por no ir…”

La pregunta es: ¿votar, para qué? ¿Para que los que ganen apliquen el rodillo parlamentario, asalten los recursos de las administraciones públicas y violenten el marco institucional en beneficio propio? ¿Para que se peguen con super-glue al asiento de la Moncloa por encima de cualquier otra consideración? ¿Para que en vez de incorporar a las minorías sociales a la sociedad civil se cultive el odio a quien no es como yo?

Por desgracia ningún partido político actual tiene otras miras que las de cosechar el mayor número de votos en las próximas rondas electorales, eso sí para su lista cerrada y bloqueada que no admite modificaciones.

Sería maravilloso poder añadir a nuestra papeleta algún comentario sobre nuestra repulsa a votaciones así diseñadas y a la partitocracia imperante, aunque se corra el peligro de que nuestro voto sea tachado como voto nulo.

Pero, ¿es que no hay otra manera de manifestar nuestra oposición a esta forma de hacer política? Sí la hay, tejiendo con paciencia, pero con convicción, un tejido con el que reconstruir la sociedad civil.

El próximo post dentro de dos martes, el 10 enero 2023

Huérfanos sociales

Sin Padres de la Patria

En la tradición popular se ha venido en denominar Padre de la Patria de un país a una figura histórica considerada como «padre» en el sentido de fundador o re-fundador de la misma. En algunos casos esta denominación se ha extendido a los parlamentarios y/o a los redactores constitucionales, como en el caso español. En cualquiera de los casos parece evidente que nos hemos quedado huérfanos.

¿Es eso tan malo?

Quedarse huérfanos nunca ha sido un plato de gusto. Esa protección de la que se gozaba ha desaparecido y el miedo, la angustia, la incertidumbre, etc. nos invaden sin remedio. Pero cuando además esos padres de la patria son los causantes de nuestra situación de penuria -económica, social o política- el impacto puede ser aún mayor.

De pronto se abre un vacío ante nuestros pies y tratamos de cerrar los ojos para vivir todavía una ensoñación del pasado que se fue o, pero aún, de buscar un padre sustituto.

Del chasco a la expresión de rebeldía

Otras sociedades, o al menos amplios sectores de ellas, están atravesando un proceso similar.

En Irán miles y miles de personas protestan contra una policía de la moral y por extensión contra el régimen de los ayatolas que en vez de proteger a la población la ha esclavizado.

En China la política de cero-Covid impulsada por el Partido Comunista se transformó en un encarcelamiento de millones de personas en sus domicilios o en sus lugares de trabajo, desatando la protesta masiva.

En Rusia la organización de Madres y mujeres de los soldados rusos desaparecidos cargan contra el Kremlin por las dificultades para conocer el paradero de sus familiares y por el colapso de los servicios de atención del Ministerio de Defensa. Una situación que recuerda la vivida por los familiares de los jóvenes rusos muertos en la invasión rusa de Afganistán, que volvían en ataúdes de zinc, como cuenta Svetlana Aleksiévich, Premio Nobel de Literatura de 2015.

Y en España…

Los políticos españoles -nuestros Padres de la Patria- apalancados en las cúpulas de los partidos que ocupan el Parlamento han merecido el nivel más bajo de confianza de toda la Unión Europea: según el último Eurobarómetro (núm. 97, verano 2022) sólo el 8% de los españoles confía en los partidos políticos, la cifra más baja entre los 27 países de la UE.

¿No es hora de recuperar la soberanía nacional, tal y como proclama nuestra Constitución en su artículo 1.2? Porque el desmontaje de nuestra democracia, ya comentado en un post anterior, junto a un régimen político partitocrático han convertido el mero hecho de votar a los candidatos que otros han puesto en la papeleta electoral en un acto cada vez más estéril. ¿Democracia? Por supuesto, pero no así.

Remontar

En un reciente libro que ha pasado bastante desapercibido y que lleva por título Práctica democrática e inclusión. La divergencia entre España y Portugal, su autor Robert Fishman señala las diferencias entre los dos países en el momento en que ambos pasaron de la dictadura a la democracia. El menor protagonismo de la sociedad civil española en esa coyuntura clave tuvo como consecuencia un desarrollo democrático más imperfecto, dejando en manos de las cúpulas de los partidos políticos todo el poder real.

Hacer, …aunque sea un poco

Hablando con amigos y conocidos de estos temas oigo con frecuencia expresiones como “No se puede hacer nada”, “Y yo ¿qué voy a hacer?”, etc.

Eso me recuerda una frase que también he leído varias veces en diversos escritos, atribuida a Edmund Burke, escritor, filósofo y político irlandés-británico del Siglo XVIII, quien dijo:

Nadie podría cometer un error más grande que el que no hizo nada porque sólo podía hacer un poco”

Y en el mismo sentido:

Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”

Empecemos por “poco”

No se trata de entrar en “debates” al modo de los tertulianos de plató de televisión, que no son más entretenimientos desprovistos de profundidad, pero llenos de sensacionalismo, indignatitis y crispación. Evitemos es moderna droga mediática.

Pero seguro que hay algo en nuestra mano para ayudar a alguien cercano, bien sea un colectivo o una persona individual. La condición principal es que esa acción tienda puentes entre colectivos que se conocen mal entre sí: mujeres / hombres, hetero / LGTBQ+, españoles / foráneos, españoles de un territorio o de otro, jóvenes / mayores, favorecidos / desfavorecidos por el avance tecnológico, etc.

Después de dar un primer paso se podrá dar el siguiente en un esfuerzo de acumulación progresiva.

También podemos votar…

a quien se comprometa con la separación de los poderes del Estado, con la lucha contra la corrupción y el caciquismo moderno, con el desmontaje de la partitocracia, con la transparencia de la acción de gobierno… Y seguimos.

El próximo post dentro de dos martes, el 27 diciembre 2022

Desmontando la democracia

Asimilamos democracia a votar cada equis años. Nada más lejos de la realidad. El mismísimo Franco organizó un referéndum y se podía votar para elegir el tercio familiar de las Cortes franquistas. También se vota en la Rusia de Putin, ¡e incluso en Corea del Norte se elige entre diferentes (¿?) partidos!

Llevamos tiempo oyendo las voces que denuncian la erosión y desmontaje de las democracias existentes. Aquí me centraré más bien en el camino para remontar la situación.

La democracia como sistema

La democracia es un sistema de convivencia social basado en dos pilares:

  • la moderación y deseo de llegar a acuerdos entre los distintos sectores sociales, directamente y a través de sus representantes políticos

  • la separación de poderes y el control de la sociedad civil sobre el Estado.

Primer pilar

Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su conocida obra Cómo mueren las democracias denominan guardarraíles de la democracia a dos reglas: la tolerancia mutua y la contención institucional.

Pero andamos lejos de la tolerancia cuando cada cuestión que se plantea en los medios de comunicación y las redes sociales se reduce a señalar culpables, levantar frentes contra algo o alguien y exacerbar las diferencias a base de ofendidismo y ruido mediático.

Y andamos lejos de la contención institucional cuando el Parlamento no es más que un lugar de recuento de votos. Sólo se pretende que los votos a favor sumen uno más que los votos en contra utilizando el famoso “rodillo” parlamentario.

Y también andamos lejos de la contención cuando utilizamos todas las argucias posibles para violentar normas y costumbres de funcionamiento y así sacar adelante lo que nos viene bien en cada momento.

Segundo pilar

El segundo pilar también se resquebraja. Por un lado no existe equilibrio y separación de poderes entre el legislativo, ejecutivo y judicial.

Cuando el Parlamento no legisla sino que lo hace el gobierno (poder ejecutivo); cuando el poder legislativo no es más que un sumatorio de votos para elegir Presidente de Gobierno y aprobar lo que éste decide, no existe separación entre ambos poderes. Del tercer poder -el judicial– creo que no hace falta hablar.

Daron Acemoglu y James Robinson, autores del famoso libro Por qué fracasan los países, escribieron posteriormente El pasillo estrecho, con un significativo subtítulo: “¿Por qué algunas sociedades han conquistado la libertad y otras se ven sometidas a tiranías o regímenes incompetentes?

Los autores recalcan la necesidad de un estado fuerte, que evite el caos de los llamados “Estados fallidos”, pero a la vez una sociedad fuerte que controle a ese Estado para que no evolucione hacia la tiranía del Leviatán.

¿Y qué es controlar al Estado? Además de la necesidad del equilibrio y separación de poderes, significa transparencia en la actuación de las administraciones públicas, dar cuenta de cada céntimo de gasto, poder revisar de verdad el comportamiento de los dirigentes públicos, contar con unos medios de comunicación que no sean pareja interesada del partido político de turno, etc.

¿Revisar el régimen nacido en 1978?

En el caso español algunos dirigentes políticos claman contra el sistema definido por la Constitución de 1978. Creo que necesita una revisión profunda, pero justamente en el sentido contrario a lo que propugnan esas voces.

Porque lo que la Constitución actual y su desarrollo orgánico posterior han consagrado es un sistema que pone en manos de las cúpulas de los partidos políticos todo el poder. El control férreo en la confección de las listas electorales, cerradas y bloqueadas, la acumulación de poder interno de cada partido en la figura de su secretario general, etc. convierten las formaciones políticas en pequeñas dictaduras. En las urnas electorales no elegimos: simplemente votamos lo que esos reyezuelos han elegido.

Y a renglón seguido, el líder ganador de las elecciones (generales, autonómicas o locales) reparte el botín de la administración pública entre sus fieles: cargos políticos de todo tipo, ejército de asesores cuyas funciones y sueldos se ocultan, presidencias de empresas públicas, personal al servicio de concejales, diputados, Diputaciones provinciales, etc. De este modo si algún candidato no ha conseguido escaño se le contrata a costa del dinero público. La papeleta electoral se convierte más bien en un cheque en blanco y sin límite de fondos.

Construir desde la sociedad civil

La forma que este moderno Leviatán, gestionado por las cúpulas de los partidos, actúa para evitar que la sociedad civil le controle es la vieja arma de “divide y vencerás”: la polarización social y la crispación basada en la indignatitis identitaria -fomentadas por esas cúpulas y los medios de comunicación afines- son el cáncer que corroe a la sociedad civil e impide la formación de consensos sociales, indispensables para reconstruir los dos pilares de la democracia a los que se aludía más arriba.

Es un camino lento y difícil pero, quizá por ello, más urgente que nunca.

El próximo post dentro de dos martes, el 13 diciembre 2022

Sánchez, ese hombre

Los que peinamos canas -o ya ni eso- quizá recordemos que en 1964 el régimen franquista celebró los llamados XXV Años de Paz, es decir el tiempo que llevaba la dictadura. Uno de los “platos fuertes” fue la película “Franco, ese hombre”, para ensalzamiento del dictador. Como recuerda La Razónel cine aún era el instrumento prioritario de propaganda frente a una televisión aún minoritaria. El estreno en salas fue un éxito y en 1971, RTVE adquirió los derechos y comenzó a proyectarlo en onomásticas del dictador y ocupó la parrilla de tarde del día de la muerte de Franco”.

Del cine a la docuserie

Hoy en día hemos pasado de las salas de cine a las plataformas audiovisuales y a la televisión. Por eso Pedro Sánchez ha modernizado la idea encargando una docuserie sobre su persona, aparentemente tomando nota de la docuserie de Rocío Carrasco en Telecinco.

La justificación que aparece en el mismísimo BOE no tiene desperdicio. La Resolución de Presidencia de Gobierno que suscribe el acuerdo con las productoras de la docuserie estima que es “un instrumento idóneo para trasladar a la sociedad las funciones y el quehacer diario de la Presidencia del Gobierno, incluyéndose de manera primordial en su contenido a abordar, con el carácter propio de una serie documental, la realidad del trabajo de la figura del Presidente del Gobierno y su cometido diario” (BOE, 10 septiembre 2022).

También se proclama de forma más bien sonrojante que se realiza “un ejercicio de transparencia acorde con la democracia del siglo XXI”. Pero esa transparencia no incluye la forma de selección de las productoras, ni aclara demasiado la vertiente financiera de la operación, ni tampoco explica cómo las productoras llevaban ya trabajando sobre la docuserie desde marzo pasado para “mostrar esas dos facetas, la institucional y humana, de Pedro Sánchez”.

En pre-campaña electoral todo suma ¿o no?

Estamos en plena y permanente campaña electoral con la vista puesta en las citas con las urnas el próximo año.

Y por eso se echa mano de lo que haga falta. El caso de Pedro Sánchez es todo un modelo de venta personal e hiper-liderazgo. A la docuserie citada hay que añadir un libro publicado el pasado mes de junio por José Félix Tezanos y titulado Pedro Sánchez. Había partido: de las primarias a la Moncloa. Dado el autor, no hace falta leer el libro para esperar sin duda un retrato laudatorio.

Tezanos, ahora como director del CIS, se ha apresurado también a publicar una encuesta Flash sobre el debate habido en el Senado el 6 de septiembre pasado. Según sus datos el 29% de los que siguieron el debate del Senado o tuvieron alguna información sobre dicho debate opinaban que Pedro Sánchez “ganó”, frente a un 24% Alberto Núñez Feijóo. Teniendo en cuenta cuántas personas siguieron de alguna forma el debate, la realidad es que un 18% de la población total se decanta por Sánchez y el 15% por Feijóo. El 66% restante pasó olímpicamente.

La publicación de pronósticos electorales se sigue considerando una buena herramienta de marketing. Por eso Tezanos publica en el Barómetro de septiembre del CIS que el PSOE aventajaría al PP en un 0,7% en intención de voto, a pesar que todos los demás sondeos electorales apuntan en dirección contraria.

En fin, el pasado 13 de septiembre la precampaña continuaba con una entrevista en RTVE que, según la valoró el propio entrevistador al terminar fue «¿Bueno, muy bien, no?«, que habla más de la intención propagandística que del rigor periodístico. Quizá por eso los televidentes ya se olían el tono de la entrevista y sólo cosechó un 6,7% de audiencia.

Partitocracia

Estamos sumidos en un régimen de dominio de los partidos por encima de las reglas democráticas, gobernados aquéllos con mano de hierro por el líder de turno. Las elecciones primarias permiten cubrir con una apariencia democrática el funcionamiento autocrático, convirtiéndose en autocracias electorales, tal y como califica el Parlamento Europeo al sistema imperante hoy en Hungría.

Por desgracia se trata de un rasgo común a todos los partidos en la actualidad, como ya he comentado en otro lugar. No es de extrañar por ello que según el último Eurobarómetro (núm. 97, verano 2022) sólo el 8% de los españoles confía en los partidos políticos, la cifra más baja entre los 27 países de la Unión Europea.

Ya puestos, tomen a Kim Jong-un de ejemplo

El presidente de Corea del Norte tiene un estilo singular a la hora de enaltecer su propia figura. Aun sin entender una sola palabra de coreano el “entusiasmo” que transmite el locutor comentando este video es casi enternecedor, si no fuera por la realidad norcoreana.

En cuestión de enfervorizados “palmeros” no tiene rival, como puede verse aquí, aquí o aquí.

Y sí: también hay elecciones en Corea del Norte (¡!).

El próximo post dentro de dos martes, el 4 octubre 2022

Tecno-populismo: todo para el pueblo pero sin el pueblo

Las ideas difundidas por la Ilustración del siglo XVIII (perdón por remontarme a un siglo que parece va a desaparecer de la asignatura de historia de nuestro bachillerato, para pasmo de la Real Academia de la Historia), que atacaban los planteamientos del Antiguo Régimen, fueron asumidas por un grupo de monarcas impulsores del enriquecimiento cultural de sus países, que adoptaron un discurso paternalista desde entonces llamado Despotismo Ilustrado.

Déspotas (más o menos) ilustrados

Carlos III de España, Catalina II de Rusia, Gustavo III de Suecia, José I de Portugal, María Teresa I de Austria y su hijos José II de Austria y Leopoldo II de Austria, Federico II de Prusia y Luis XVI de Francia, fueron algunas de las figuras más conocidas. Se apostaba por un cambio pacífico orientado desde arriba para educar a las masas no ilustradas. Los problemas del Estado absolutista requerían de la colaboración de personas cualificadas y con nuevas ideas, dispuestos a reformar e impulsar el desarrollo político y económico de las naciones, para así lograr una mayor eficiencia del Estado, en beneficio de este y de los súbditos. En definitiva: todo para el pueblo, pero sin el pueblo.

Federico II de Prusia: el Grande

Ecos de este absolutismo paternalista vuelven a resonar en la Rusia contemporánea de Vladimir Putin. Pero en nuestro propio país la tentación del despotismo ilustrado parece recibir un nuevo impulso en lo que se ha bautizado como tecno-populismo.

Todo para el pueblo…

La palabrería populista, sensacionalista y sensiblera es una constante en las declaraciones de las élites políticas servidas diariamente por los medios de “comunicación”. Contamos con dos tipos de “ofertas políticas”: la de los dos partidos mayoritarios, centradas en el “no los votes a ellos que es peor”; y las de los partidos minoritarios, orientadas al “ellos no te representan (nosotros sí)”.

En el primer caso parece que hay un juego del tipo fiestas del pueblo con vaquilla: que me embista a mí y así gano protagonismo. En el PSOE son expertos Adriana Lastra o el ministro Bolaños y en el PP Isabel Díaz Ayuso. Entre los partidos independentistas catalanes la lista sería interminable: desde Gabriel Rufián hasta Carles Puigdemont, pasando por decenas de meritorios. El papel que les queda a las “masas no ilustradas” es aplaudir o abuchear para ser llevadas a votar en consecuencia: “Panem et circenses” como ya dijo el poeta romano Juvenal.

…pero sin el pueblo

Pero una cosa es reclamar el apoyo electoral y otra cosa es intentar conocer los deseos y necesidades de la población y obrar en consecuencia. ¿Y cómo hacerlo?

Una aproximación burda pero al alcance de cualquier político es precisamente lo que la población ha votado en las elecciones. Porque no es de recibo que se aprueben leyes con los votos parlamentarios de quienes no representan sumados ni a la mitad del electorado.

Pero si se quiere “ilustrar a las masas” la vía es poner en marcha mecanismos de control de las cuentas públicas, de transparencia de lo que las Administraciones hacen en cada nivel, de rendición de cuentas de la legión de asesores de las élites políticas, de los gastos discrecionales, etc.

Como ejemplo reciente tenemos el Proyecto de «Ley de institucionalización de la evaluación de políticas públicas en la Administración General del Estado«, tramitado como suele ser ya habitual por el procedimiento de urgencia, y que una entidad tan poco dada a la exageración como es la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), lo califica de “decepcionante, poco ambicioso y confuso” en un reciente informe.

El tecno-populismo, versión moderna del despotismo ilustrado

El ejemplo más reciente lo tenemos en la cruzada emprendida por Yolanda Díaz y su movimiento Sumar, un “movimiento ciudadano que busca un nuevo contrato social”. Como buen movimiento populista su proyecto “no va de partidos ni de siglas, sino de escuchar a la sociedad”.

Hasta aquí nada nuevo. Lo llamativo es la forma de escuchar a la sociedad. Aunque no ha concretado en qué consiste ese contrato social, cabe suponer que una parte fundamental del mismo se referirá a la crisis climática. Por eso la primera “sesión de escucha” consistió en una reunión de hora y media con una selección de 34 jóvenes procedentes de distintas organizaciones climáticas, medioambientales o juveniles, y durante ese rato Yolanda Díaz apuntaba con cuaderno y bolígrafo lo que estaba escuchando de la sociedad, a algo menos de tres minutos por intervención. Sólo la prensa estaba invitada como testigo de lo sucedido, fotos incluidas.

Creo que nadie espera que eso sea realmente escuchar a la sociedad y supongo que el programa medio-ambiental de Yolanda Díaz irá más allá de lo que haya podido recoger en su cuaderno y tendrá que echar mano de algún equipo de tecno-ilustrados, déspotas o no. La historia, incluso la que ya no se va a estudiar en el bachillerato, se repite.

El próximo post, tras el paréntesis veraniego, el martes 6 septiembre 2022