No es por no ir… a votar

Estamos asistiendo en los últimos días a una encarnizada lucha entre las cúpulas de los partidos políticos para apoderarse de las grandes instituciones del Estado: el sistema judicial, el Parlamento, el Tribunal Constitucional…

Esta situación me hace evocar -me gustaría pensar que salvando las distancias- la crónica apasionante y a la vez tristísima que los periodistas Rüdiger Barth y Hauke Friederichs plasmaron en Los sepultureros. 1932, el último invierno de la República de Weimar (The grave diggers. 1932, the last winter of the Weimar Republic); cómo hace ahora noventa años los enfrentamientos entre partidos, la torpeza y estupidez de los políticos y una base de profunda crisis económica despejaron el camino para el ascenso de Hitler al poder. Ascenso que -no lo olvidemos- no fue a través de un golpe de estado sino por vía de las urnas y de retorcer los mecanismos institucionales: un ejemplo vivo de lo que Levitsky y Ziblatt tratan en su ya best-seller Cómo mueren las democracias.

¿Esto se resuelve en las urnas?


Sí y no. Si lo que se nos pide es votar (que no elegir) al ganador que se alzará con el botín institucional en juego, ello equivale a introducir un cheque en blanco en la urna y legitimar (¿?) el juego entre las cúpulas de los partidos.

Porque no se trata de esto.

Se trata de cambiar las reglas de juego:

a) de garantizar la independencia de los tres poderes del Estado: ejecutivo, legislativo y judicial

b) de eliminar la corrupción entre los políticos y la utilización de las administraciones públicas para el provecho de “los míos” o de mi partido

b) de desmontar el sistema partitocrático: de las listas electorales cerradas y bloqueadas, de la tiranía interna del líder de turno que designa de facto a los candidatos en cada comicio, del monopolio de los recursos públicos…

c) de abolir la práctica continuada de los gobernantes de falta de transparencia a la hora de gestionar el patrimonio común, o designando una larga lista de asesores en la Administración Central, Comunidades Autónomas, Diputaciones provinciales, Ayuntamientos, empresas y entidades públicas, inventando así puestos de trabajo (¿?) para los fieles al líder

d) de invertir la deriva del saqueo de las administraciones públicas: haciendo ineficaces los recursos del estado del bienestar o la labor de los distintos cuerpos de funcionarios públicos, creando el caos presupuestario o el secretismo y clientelismo en los programas de subsidios y ayudas a las poblaciones necesitadas

e) …

Atrapados en el enfrentamiento

Cada día que pasa los medios de “comunicación” nos sirven una catarata de declaraciones de un lado y del otro, en la que los distintos representantes de cada bando y sus tertulianos de apoyo nos arrojan el argumentario del día preparado por la cúpula de su partido. El volcado es abrumador y la reiteración de los “mensajes” parece que nos está obligando, lo queramos o no, a tomar partido (nunca mejor dicho). Si no lo hacemos parece que no tenemos opinión, que somos abúlicos o simplemente tontos.

Además el tono exaltado, violento y emotivo no nos deja mayor opción que retratarnos. A partir de ahí la mayor atención y exposición a un medio u otro -partidario de un enfoque o del contrario- nos sumerge en la crispación como elemento natural.

No cabe la búsqueda de acuerdos, de intentar entender por qué el otro tiene un enfoque distinto al nuestro, su situación personal, social o económica. Se nos exige blanco o negro, indignarnos por lo que hacen y dicen los contrarios -o los que nos señalan que son los contrarios-. Lo demás sería no tener convicciones, ser “blando” o no ser lo suficientemente patriota o revolucionario (a elegir).

¿Y de votar?

Como diría José Mota “Si no es por no ir…”

La pregunta es: ¿votar, para qué? ¿Para que los que ganen apliquen el rodillo parlamentario, asalten los recursos de las administraciones públicas y violenten el marco institucional en beneficio propio? ¿Para que se peguen con super-glue al asiento de la Moncloa por encima de cualquier otra consideración? ¿Para que en vez de incorporar a las minorías sociales a la sociedad civil se cultive el odio a quien no es como yo?

Por desgracia ningún partido político actual tiene otras miras que las de cosechar el mayor número de votos en las próximas rondas electorales, eso sí para su lista cerrada y bloqueada que no admite modificaciones.

Sería maravilloso poder añadir a nuestra papeleta algún comentario sobre nuestra repulsa a votaciones así diseñadas y a la partitocracia imperante, aunque se corra el peligro de que nuestro voto sea tachado como voto nulo.

Pero, ¿es que no hay otra manera de manifestar nuestra oposición a esta forma de hacer política? Sí la hay, tejiendo con paciencia, pero con convicción, un tejido con el que reconstruir la sociedad civil.

El próximo post dentro de dos martes, el 10 enero 2023

Anuncio publicitario

Desmontando la democracia

Asimilamos democracia a votar cada equis años. Nada más lejos de la realidad. El mismísimo Franco organizó un referéndum y se podía votar para elegir el tercio familiar de las Cortes franquistas. También se vota en la Rusia de Putin, ¡e incluso en Corea del Norte se elige entre diferentes (¿?) partidos!

Llevamos tiempo oyendo las voces que denuncian la erosión y desmontaje de las democracias existentes. Aquí me centraré más bien en el camino para remontar la situación.

La democracia como sistema

La democracia es un sistema de convivencia social basado en dos pilares:

  • la moderación y deseo de llegar a acuerdos entre los distintos sectores sociales, directamente y a través de sus representantes políticos

  • la separación de poderes y el control de la sociedad civil sobre el Estado.

Primer pilar

Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su conocida obra Cómo mueren las democracias denominan guardarraíles de la democracia a dos reglas: la tolerancia mutua y la contención institucional.

Pero andamos lejos de la tolerancia cuando cada cuestión que se plantea en los medios de comunicación y las redes sociales se reduce a señalar culpables, levantar frentes contra algo o alguien y exacerbar las diferencias a base de ofendidismo y ruido mediático.

Y andamos lejos de la contención institucional cuando el Parlamento no es más que un lugar de recuento de votos. Sólo se pretende que los votos a favor sumen uno más que los votos en contra utilizando el famoso “rodillo” parlamentario.

Y también andamos lejos de la contención cuando utilizamos todas las argucias posibles para violentar normas y costumbres de funcionamiento y así sacar adelante lo que nos viene bien en cada momento.

Segundo pilar

El segundo pilar también se resquebraja. Por un lado no existe equilibrio y separación de poderes entre el legislativo, ejecutivo y judicial.

Cuando el Parlamento no legisla sino que lo hace el gobierno (poder ejecutivo); cuando el poder legislativo no es más que un sumatorio de votos para elegir Presidente de Gobierno y aprobar lo que éste decide, no existe separación entre ambos poderes. Del tercer poder -el judicial– creo que no hace falta hablar.

Daron Acemoglu y James Robinson, autores del famoso libro Por qué fracasan los países, escribieron posteriormente El pasillo estrecho, con un significativo subtítulo: “¿Por qué algunas sociedades han conquistado la libertad y otras se ven sometidas a tiranías o regímenes incompetentes?

Los autores recalcan la necesidad de un estado fuerte, que evite el caos de los llamados “Estados fallidos”, pero a la vez una sociedad fuerte que controle a ese Estado para que no evolucione hacia la tiranía del Leviatán.

¿Y qué es controlar al Estado? Además de la necesidad del equilibrio y separación de poderes, significa transparencia en la actuación de las administraciones públicas, dar cuenta de cada céntimo de gasto, poder revisar de verdad el comportamiento de los dirigentes públicos, contar con unos medios de comunicación que no sean pareja interesada del partido político de turno, etc.

¿Revisar el régimen nacido en 1978?

En el caso español algunos dirigentes políticos claman contra el sistema definido por la Constitución de 1978. Creo que necesita una revisión profunda, pero justamente en el sentido contrario a lo que propugnan esas voces.

Porque lo que la Constitución actual y su desarrollo orgánico posterior han consagrado es un sistema que pone en manos de las cúpulas de los partidos políticos todo el poder. El control férreo en la confección de las listas electorales, cerradas y bloqueadas, la acumulación de poder interno de cada partido en la figura de su secretario general, etc. convierten las formaciones políticas en pequeñas dictaduras. En las urnas electorales no elegimos: simplemente votamos lo que esos reyezuelos han elegido.

Y a renglón seguido, el líder ganador de las elecciones (generales, autonómicas o locales) reparte el botín de la administración pública entre sus fieles: cargos políticos de todo tipo, ejército de asesores cuyas funciones y sueldos se ocultan, presidencias de empresas públicas, personal al servicio de concejales, diputados, Diputaciones provinciales, etc. De este modo si algún candidato no ha conseguido escaño se le contrata a costa del dinero público. La papeleta electoral se convierte más bien en un cheque en blanco y sin límite de fondos.

Construir desde la sociedad civil

La forma que este moderno Leviatán, gestionado por las cúpulas de los partidos, actúa para evitar que la sociedad civil le controle es la vieja arma de “divide y vencerás”: la polarización social y la crispación basada en la indignatitis identitaria -fomentadas por esas cúpulas y los medios de comunicación afines- son el cáncer que corroe a la sociedad civil e impide la formación de consensos sociales, indispensables para reconstruir los dos pilares de la democracia a los que se aludía más arriba.

Es un camino lento y difícil pero, quizá por ello, más urgente que nunca.

El próximo post dentro de dos martes, el 13 diciembre 2022

Un panorama cada día más oscuro

El aluvión de problemas

La invasión de Ucrania, la nueva oleada de Covid, la amenaza de hambruna global en la mayor parte de los países menos desarrollados, la crisis energética y su impacto en el retroceso de la lucha por la defensa del entorno medio-ambiental, la inflación desbocada, la masacre de migrantes en la verja de Melilla, el caos veraniego en aeropuertos y aerolíneas, la precariedad endémica del empleo, el incremento de las desigualdades sociales y económicas…

Disculpen esta letanía de calamidades con la que ya nos aturden los medios de “comunicación” o nos “comentan” los tertulianos televisivos, repitiendo de plató en plató las consignas del partido que representan o los apuntes que les han pasado los guionistas del programa, para así “crear debate”. Lejos de mí la intención de calentarle la cabeza a nadie con ese carrusel de a cinco minutos por problema (ya se sabe que en televisión el tiempo manda), para después pasar a hablar de temas tan igualmente trascendentes como el culebrón de Rociíto en Mediaset o la compra de alpargatas de la Señora Biden.

Con este panorama a veces uno se siente como el guerrero agonizante del frontón del templo de Atenea Afaya, en Egina, cuya escultura se conserva en la Gliptoteca de Munich.

…y el chaparrón de “soluciones”

Pero parece que no deberíamos preocuparnos tanto: se amplía la OTAN; la nueva oleada de Covid presenta síntomas más leves; la gendarmería marroquí ya se ocupa de los migrantes sub-saharianos; el impacto de la invasión de Ucrania tendrá menos repercusiones en España que en otros países; la inflación es coyuntural; el retroceso en cuidar del medio-ambiente no es para tanto; si no podemos coger un avión nos iremos a la playa más cercana, eso sí durmiendo sobre la arena; aumentan los contratos laborales indefinidos; la economía española es la que más crece… Sobre el tema de Rociíto confieso que no sé que solución se nos propone.

Un sentimiento de impotencia

Y sin embargo la impresión general es que esto no marcha, que nos están tomando el pelo, que hay gato encerrado. Lo más grave es que nos sentimos impotentes ante la situación: si lo que nos transmite un partido o líder político no nos gusta nos identificamos todavía menos con lo que propone el contrario. Los dos partidos políticos tradicionales españoles parece que desarrollan políticas opuestas a los principios que ellos mismos proclaman, siempre en contra de los que dice el otro partido, mientras los “nuevos” partidos surgidos durante la última década se han ido haciendo el harakiri uno detras de otro.

La tentación del “a mí que me olviden” se hace más fuerte cada día.

También podemos esperar al líder carismático que por fin nos conduzca a la tierra prometida, pero ya sabemos lo que dan de sí este tipo de “soluciones finales”.

Manual para “no héroes”

No estamos llamados a ser héroes. El relato épico de buenos y malos que algunos añorarían no nos lleva a ninguna parte. Las vacías soflamas emotivas y las declaraciones para la galería deben dejar paso a la reflexión desapasionada, el esfuerzo para comprender la situación en la que se encuentran los otros, el análisis crítico de las propuestas de “los nuestros”, el ir más allá de nuestro aquí y ahora.

Se me dirá que eso es cosa de los políticos y los gobernantes y que uno no tiene madera de líder político ni de héroe nacional. Cierto. Pero sí podemos a nivel de cada uno intentar entender mejor, más allá de las pseudo noticias que nos sirven los medios de “comunicación”, lo que sucede a nuestro alrededor -un alrededor que abarca el conjunto del planeta-. Eligiendo una sola noticia al día o incluso a la semana podemos profundizar por nosotros mismos en los hechos en cuestión (en internet tenemos recursos y datos de sobra para hacerlo). El segundo paso es compartir con otras personas, de forma desapasionada, lo que creemos haber descubierto y someterlo al punto de vista del otro. Al principio pueden saltar chispas, pero lo importante de este ejercicio no es convencer a nuestro interlocutor sino cómo el contraste de opiniones nos va a obligar a revisar nuestra postura o simplemente refinarla y mejorarla. La tercera parte es intentar conjugar nuestros planteamientos con las grandes aspiraciones humanas de justicia, libertad, igualdad, concordia y respeto hacia todas las personas.

La revolución de las ideas precede a las revoluciones sociales

A estas alturas quizá más de un lector ha esbozado una sonrisa y está a punto de dejar de leer este escrito. Pero más allá de la explotación económica o del aplastamiento por las armas, la historia nos muestra una y otra vez que las ideas siguen siendo la palanca de los grandes cambios sociales. Esto sí que está más en nuestras manos y no tenemos por qué renunciar a ello.

El próximo post dentro de dos martes, el 19 julio 2022

El misterio del votante cabreado

Cuando el 2 de diciembre de 2018 casi 400.000 andaluces votaron a Vox en las elecciones al parlamento andaluz (el 11% de los votos) el mismísimo Pablo Iglesias decretó una “alerta antifascista” y llamó a la movilización contra los “post-franquistas” de Vox.

Un programa del canal de televisión “La Sexta” se lo tomó en serio y en días posteriores se dedicó a localizar a los 44 votantes de ese partido en el “comunista” pueblo de Marinaleda. Pocos días después Cristina Pardo, directora del programa, no tuvo más remedio que pedir disculpas por semejante desatino.

​¿Hay 400.000 fascistas en Andalucía?

Quizá ese sea el contenido de las pesadillas que le asaltan a Pablo Iglesias por las noches. Aunque también parecería que fuera el sueño dorado que le permitiera decretar una alerta de tonos épicos contra el fascismo.

Pero la realidad parece ser más prosaica. Probablemente sean 400.000 andaluces hartos de un sistema democrático en el que la participación ciudadana se reduce a votar entre las alternativas pre-diseñadas por las cúpulas de los (dos) partidos políticos y nada más.

A posteriori es difícil saber si el color político del gobierno salido de cada convocatoria electoral se traduce en políticas, en especial en el terreno de la economía, diferentes a las que habría puesto en marcha un gobierno de color contrario.

​El votante cabreado

Estamos no ante el votante fascista sino ante el votante cabreado.

Este fenómeno no nace en diciembre de 2018, sino en mayo de 2014 cuando Podemos sorprendió en las elecciones al Parlamento Europeo al alcanzar el 8% de los votos. Este fue el primer aviso que el electorado español lanzaba contra el encorsetado sistema político-electoral.

En meses posteriores -diciembre de 2014- la media de encuestas otorgaba a Podemos su techo en intención de voto hasta alcanzar un 28%, situándose así en la elección preferida por parte de los encuestados.

No ha sido el único partido en ser el transmisor del cabreo electoral. En junio de 2018 la opción favorita de la media de encuestas recaía en Ciudadanos, con 27% de intención de voto.

​¿Qué fue de estos nuevos partidos?

La torpeza política de sus respectivos dirigentes sitúa a Unidas Podemos con una intención de voto del 11,6%, a fecha del 25 de febrero de 2022, y a Ciudadanos del 3,6%. Aunque en diferente cuantía, el hecho de que unos partidos nuevos llegaran en cierto momento a ser la opción preferida por los encuestados muestra que existe un sustancial cabreo de fondo entre los posibles votantes, Por desgracia la esperanza depositada en su día no encontró correspondencia en la talla política y el cumplimiento de promesas de aquéllos.

​¿Y Vox?

Con una intención actual de voto en torno al 19% según la media de encuestas, en mi opinión está cercano a su techo electoral, que yo sitúo no más allá del 20%. Debo decir que no es mi opción electoral preferida, pero lo que sí es seguro es que ese 20% no corresponde al porcentaje de fascistas en España: no hay más que echar una ojeada a cualquier encuesta de opinión sobre el régimen político preferido en nuestro país. Y lo más probable es que la trayectoria de Vox siga el mismo camino de ascenso-descenso de los dos casos anteriores.

​El misterio del votante cabreado

Lo que sí creo que constituye un misterio no es que esos porcentajes tan altos de intención de voto hayan ido a parar a partidos políticos con una historia tan reciente. Lo que de verdad es un misterio es que a pesar del fiasco protagonizado por éstos y la decadencia democrática del bipartidismo clásico todavía el votante español se siga acercando a las urnas cada vez que se le convoca.

Porque el problema no está en elegir a un partido o a otro. El problema reside en que los mecanismos de juego democrático, de transparencia y equilibrio de poderes, de independencia del poder judicial, de separación entre el legislativo y el ejecutivo están cada vez más oxidados. Porque cuando, por ejemplo, Unidas Podemos no aboga por la independencia del poder legislativo sino por “meter también la cuchara” en el reparto a dedo de magistrados del Consejo General del Poder Judicial, no vamos en la buena dirección.

Cuando el Senado no legisla sino que pide al Gobierno que lo haga, estamos claramente saliéndonos del camino adecuado. Si este último lo hace a golpe de Real-Decreto Ley, posteriormente plebiscitado por las Cortes, tampoco es algo positivo.

Por eso no es de extrañar que en el Índice de Democracia elaborado anualmente por la EIU de The Economist, el año 2021 hayamos descendido a segunda división, situándonos ahora en el grupo de las Democracias deficientes.

No puedo acabar este post sin añadirme al apoyo al pueblo ucraniano en su lucha contra el invasor ruso.

El próximo post dentro de dos martes, el 15 marzo 2022

El cáncer identitario y los ciber-inquisidores

Los tres ganadores del reciente Premio Planeta han utilizado como pseudónimo colectivo el de Carmen Mola. Los pseudónimos son corrientes en los premios literarios, en particular cuando se trata de más de un autor. Pero algunas personas han puesto el grito en el cielo por el hecho de haber usado un pseudónimo femenino por parte de tres varones.

​El cáncer identitario

El 28 de agosto de 1963 más de 300.000 personas participaron en la Marcha sobre Washington reclamando la igualdad de derechos entre negros y blancos. Al finalizar Martin Luther King Jr. pronunció su famoso discurso “I have a Dream” (Yo tengo un sueño). En él declaraba:

“Yo tengo el sueño de que un día (…) niños negros y niñas negras podrán unir sus manos con niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas”.

Más de medio siglo después, ciertas corrientes de opinión niegan la posibilidad de unirse “como hermanos y hermanas”, y no me refiero sólo a los supremacistas blancos. Los negros serían radicalmente diferentes de los blancos, las mujeres de los varones, los homosexuales de los heteros, los transgénero de los cisgénero, los islamistas de los cristianos y los judíos, los catalanes…

Lejos de exigir la igualdad basada en el respeto a la diferencia, se proclama la imposibilidad de ser tratados como iguales. Raza, etnia, género, creencia religiosa, orientación sexual, lengua materna, etc. definirían identidades incompatibles y excluyentes.

El siguiente peligro es comparar las identidades. ¿Cuál es superior? Como señala Francis Fukuyama, “ese deseo de igual reconocimiento [por parte de grupos que han sido marginados por sus sociedades] puede deslizarse fácilmente hacia una demanda de reconocimiento de la superioridad del grupo. Ésta es gran parte de la historia del nacionalismo y la identidad nacional, así como de ciertas formas de política religiosa extremista en nuestros días” (Identidad. La demanda de dignidad y las políticas de resentimiento, p.38).

Este cáncer identitario es el que está destruyendo al movimiento progresista norteamericano:

“Los liberales (…) se lanzaron hacia las políticas del movimiento de la identidad y perdieron la noción de lo que compartimos como individuos y de lo que nos une como nación” (Mark Lilla, El regreso liberal. Más allá de la política de la identidad p.19)

Lo que en principio quiere ser un enfoque liberador se convierte en una ideología que justifica posturas y políticas simplemente reaccionarias.

​Los nuevos inquisidores

En el seno de un número creciente de universidades norteamericanas “liberales” el cáncer identitario ha pasado a la acción. Los “ofendidos” lanzan campañas en las que señalan, boicotean, censuran y expulsan de la universidad o de sus puestos de trabajo a quienes simplemente emiten una opinión discrepante. Es una caza de brujas alimentada en las redes sociales pero que puede llegar hasta la persecución personal y la violencia, tal y como denunciaron más de 150 intelectuales en una carta publicada en la revista Harper’s.

Esta intransigencia sólo genera una espiral de odios mutuos y resentimientos que alimentan el extremismo identitario contrario, tal y como supo explotar con habilidad Donald Trump en su día.

El enrarecimiento del clima universitario en Estados Unidos está empezando a calar también en universidades francesas o en Cataluña. Y cuando los Rolling Stones se autocensuran para evitar la ciber-inquisición, más valdría pensar qué está pasando.

​La acusación de “apropiación cultural”

La intolerancia va más allá, cuando se prohíbe que alguien que no forme parte de mi grupo identitario hable o se solidarice con el mismo o incorpore en su vida o en su actuación elementos relacionados con ese grupo. Un blanco no puede criticar el racismo contra los negros porque no es negro. Aparentemente no lo puede entender ni tiene derecho siquiera a interesarse por la cuestión o solidarizarse. Sólo podría humillarse, pedir perdón y sentirse culpable. Esto se puede aplicar a las diferencias de género, de orientación sexual, de creencias religiosas, etc.

Ni si quiera se puede incorporar en una obra de arte elementos de otras culturas o grupos. Según los nuevos inquisidores eso es apropiación cultural.

Caroline Fourest, conocida feminista, luchadora por los derechos de los homosexuales, y en contra de los fundamentalismos religiosos, el antisemitismo y el extremismo político, escribe con ironía:

“Si ya no podemos interpretar un personaje que no tenga la misma identidad que nosotros, si los trans solo pueden hacer de trans, los homosexuales de homosexuales y los heterosexuales de heterosexuales, si los discapacitados deben actuar de discapacitados, ¿cómo hacemos con las películas de ciencia ficción? ¿Habrá que encontrar a un hombre azul para que actúe en Star Trek? Y sobre todo, ¿quiénes harán de zombis?”

(Generación ofendida. De la policía cultural a la policía del pensamiento, p.104)

Lo que es seguro es que estas dinámicas sólo desembocan en crispación y radicalismo, que favorecen a…

¿Son entonces los ganadores del Premio Planeta culpables de apropiación cultural?

El próximo post dentro de dos martes, el 9 noviembre 2021

¿Nos estamos hundiendo? I: la situación

El diluvio de [pseudo]informaciones con el que los medios de comunicación y los dirigentes políticos nos bombardean a diario, junto a la crispación social que fomenta, embota nuestra capacidad de atención y nos deja sumidos en una mezcla de irritación y desesperación.

Nos sentimos zarandeados igual que lo hacen las olas del mar, mientras intentamos asirnos a los restos del naufragio. La entrada en pánico nos lleva a veces a agarrarnos al cuello de otra persona, incluso aunque sospechemos que así ambos acabaremos en el fondo.

​Los árboles y el bosque

En esta situación es difícil tener una perspectiva clara de dónde estamos -poder formular con claridad el problema- que es sin embargo un paso previo imprescindible para ser capaz de buscar soluciones. Por eso es necesario remontar el vuelo y obtener una visión de conjunto.

En esencia, aun a riesgo de presentar un panorama demasiado resumido, nos encontramos inmersos en un cambio en profundidad en la historia de sociedades desarrolladas como la nuestra. Los nuevos elementos surgidos durante los últimos decenios del siglo XX impactan contra unas reglas de juego económicas, sociales y políticas que ya no sirven para encarar las nuevas tensiones.

​Un panorama demográfico transformado

Desde el punto de vista demográfico asistimos a la beneficiosa prolongación de los años de vida saludable, acompañada por una reducción de la natalidad en el mundo desarrollado y los países emergentes asiáticos. Sólo África sigue manteniendo tasas de natalidad altas, lo que se traduce en una creciente descompensación de la población entre regiones mundiales, con la consiguiente presión migratoria.

Pero en el seno de las sociedades occidentales un factor de avance como es la progresiva incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, gracias la mejora de los niveles educativos y las técnicas de control de la natalidad, no ha encontrado todavía una respuesta satisfactoria en el conjunto de la sociedad tanto dentro como fuera del hogar, lo que genera tensiones laborales y sociales sin resolver.

El impacto de la globalización

La irrupción de las nuevas tecnologías de la información, por un lado, y el abaratamiento del coste de los transportes (al menos antes de la pandemia), por otro, han provocado la deslocalización mundial en la fabricación de bienes y las cadenas de suministros: la “globalización”. El impacto en los mercados de trabajo de las sociedades desarrolladas ha sido demoledor y los gobiernos de éstas, tanto de “izquierdas” como de “derechas”, no han hecho esfuerzos sustanciales para ayudar a los “perdedores” de la globalización, más allá de poner en marcha subsidios de tipo clientelista.

En las sociedades desarrolladas, las élites financieras y tecnológicas (el 1% de la población) han multiplicado su cuota de riqueza, mientras las clases media y media-baja están sufriendo una seria disminución de sus ingresos y un deterioro profundo de su estatus social, alimentando así los populismos de izquierda y de derecha. En contraposición, extensas capas de población en los países emergentes están saliendo de la pobreza extrema, de modo que en conjunto la población mundial está viviendo una mejora de su nivel de vida.

​¿Cómo estamos reaccionando en un país como el nuestro?

Dicho con una sola palabra: MAL.

Ante encrucijadas como la actual la historia nos enseña que la situación puede resolverse en un sentido positivo -un avance de las sociedades en su conjunto- o una regresión social. El resultado no está dado de antemano sino que depende de si contamos con estructuras de participación social inclusivas o no, es decir que permitan el equilibrio de intereses entre diversos grupos sociales con unas reglas de juego democráticas y respetuosas con el adversario.

Se podría argumentar que “nuestras instituciones” están mostrando una “resiliencia” a prueba de fallos y por tanto no hay que ser alarmistas. Pero la acumulación de tensiones siempre da paso a un momento de ruptura en el que ya no hay vuelta atrás. Hay quien sigue pensando que “cuanto peor, mejor”, pero lo más probable es que sin soluciones constructivas “cuanto peor, será peor”.

Un ejemplo: el reto demográfico

Para responder al aumento de la esperanza de vida de las personas y no penalizar a los jubilados presentes y futuros se necesita ampliar la base de contribuyentes, es decir ampliar el mercado de trabajo en número, en cualificación y en estabilidad. En las sociedades occidentales la única vía para hacerlo es el esfuerzo en investigación, desarrollo e innovación, no a base de exenciones fiscales para quien haga algo, sino a partir del liderazgo activo de un estado emprendedor.

Basta con echar una ojeada a las cantidades que en España, en el marco de los Fondos Europeos NGEU, se destinan a la investigación y desarrollo o la mejora de los niveles educativos de la población española para ver que no vamos por la senda adecuada.

Continuará en el siguiente post.

El próximo post dentro de dos martes, el 20 julio 2021

Advenimiento de la vacuna

El inicio de la distribución de las primeras vacunas contra el coronavirus coincide con otro advenimiento, dentro de la religión cristiana, el tiempo de la Navidad.

Adviento: la espera activa

En el ciclo litúrgico cristiano la Navidad viene antecedida por cuatro semanas de preparación activa, el Adviento. No se trata de esperar pasivamente a que alguien venga a sacarnos de nuestro marasmo y ruina, sino que nos hace también sujetos activos necesarios preparándonos para lo que viene (al menos en la interpretación católica).

«El que espera desespera»

Este refrán, según el Centro Virtual Cervantes, «alude al sufrimiento que padece quien vive en una esperanza incierta de conseguir lo que desea». La peor situación se da cuando a la falta de certeza que se produzca el acontecimiento añadimos además una espera pasiva. El Adviento vimos que invitaba a una espera activa, que además tiene fecha fija.

¿Qué pasa si no se sabe cuándo acabará la espera? Peor aún es si nos dan una fecha, pero varios días después nos anuncian otra posterior o se desdicen de lo anunciado. ¿No sería una tortura que el 23 de diciembre nos dijeran que la Navidad «está a punto de llegar, pero se retrasará unos días«, «que nunca dijimos que fuera a ser el 25» o que «sin duda llegará a lo largo del primer semestre de 2021, al menos para la mayoría de la población«?

Todo esto recuerda a la obra de teatro de Samuel Beckett «Esperando a Godot«: varios personajes consumidos de inanición esperan en los dos actos de la obra a que llegue un tal Godot, aunque no nos dicen ni quién es, ni por qué ni para qué. En ambos actos un niño llega con un mismo mensaje de Godot: «aparentemente, no vendrá hoy, pero vendrá mañana por la tarde«. Y así la obra podría continuar actos y actos… Lo llamaron teatro del absurdo, aunque no parece tan lejano al momento actual.

​Qué significa en nuestro caso esperar ACTIVAMENTE

En primer lugar se trata de reclamar transparencia informativa -aunque suene a broma- de los organismos y personas responsables de los recursos públicos: qué vacuna o vacunas se van a administrar; cuál es la operativa (número de dosis necesarias, tiempo de demora en sus efectos); grado de protección y porcentajes positivos esperados; efectos secundarios y colectivos incompatibles; ¿protege de todo tipo de mutaciones del virus?; ¿los vacunados pueden todavía contagiar?; etc. Nuevamente la falta de información fiable, sustituida por declaraciones realizadas al vuelo o uso de Twitter alimentan la desconfianza.

Pero si algo positivo puede quedarnos de esta pandemia es que estamos aprendiendo, nos guste o no, que nuestra supervivencia y la de los que nos rodean depende más que nunca de nosotros mismos. La cascada de «delegaciones» (gobierno central > gobiernos autonómicos > ayuntamientos > centros de atención primaria > nosotros) a la hora de poner en marcha medidas antivirus deja en nuestras manos el kit de supervivencia.

Desde luego es algo a lo que no estamos muy acostumbrados. Cuando nos encontramos con un problema existe el impulso inicial de apelar a las instancias de la nación, cuanto más altas mejor. En la tradición norteamericana, por ejemplo, la tendencia es la contraria. Primero intento resolver el problema yo mismo, después con mis allegados, después con mi comunidad local, mi condado, mi estado, hasta llegar en caso extremo al gobierno federal. Este enfoque, no exento de inconvenientes, tiene sin embargo una gran ventaja: nos hace protagonistas activos en un movimiento de abajo arriba.

​Siente un vacunado a su mesa

En fechas navideñas, es un tema recurrente las campañas solidarias con los pobres y desfavorecidos. Por eso resulta escandaloso que, según la Universidad de Duke, Unicef y Airfinity, la Unión Europea haya reservado dosis para poder vacunar dos veces a su población, Gran Bretaña y EE.UU. cuatro veces a las suyas y Canadá hasta seis veces (The New York Times, 16 diciembre 2020).

En el otro extremo los países con rentas medias y bajas a penas llegarán a vacunar a un máximo del 40% de su población a finales de 2021, según expertos de la Johns Hopkins, eso sin hablar de los problemas de organización y logística.

No puedo dejar de evocar la obra maestra del cine español, la película Plácido, de Luis García Barlanga y Luis Azcona: un grupo de «bien-pensantes» de la España de la época organizan la campaña navideña «Siente un pobre a su mesa«, para hacer «obras de caridad». Pero el protagonista, Plácido, intenta sin éxito que alguien le ayude a pagar el primer plazo de su motocarro, su único medio de vida, que finalmente le confiscan a pesar del uso abusivo que los «bien-pensantes» hacen de él en la cabalgata navideña.

La película está más de actualidad que nunca en este mundo globalizado.

El próximo post dentro de dos martes, el 5 enero 2021.

¿Vacunados…? de espanto

Si algo está meridianamente probado es la dificultad por conocer el origen, comportamiento, difusión y efectos del coronavirus. Los artículos que van apareciendo en revistas de reconocido prestigio científico nos van dando piezas sueltas -no siempre contrastadas- de un puzzle inmenso del que tardaremos años en obtener una fotografía (provisional) de conjunto. Las leyes del avance científico son machaconas a este respecto, a pesar de todos los Tweets del mundo.

Disparando a ciegas

No nos distinguimos en España por contar con un análisis fiable de lo que son las políticas públicas. La opacidad de las administraciones a todos los niveles, la facilidad para decir hoy una cosa y mañana la contraria por parte de quienes están al frente de las mismas, el anuncio de planes a bombo y platillo que no sabemos en qué quedan, etc., obligan a ser desconfiados sobre la eficacia de las medidas tomadas contra la pandemia.

No existe ninguna prueba seria sobre la relación entre las medidas de confinamiento perimetral y toques de queda y la evolución de las cifras de contagiados, hospitalizados o fallecidos en cada área donde se han decretado: NINGUNA. Lo que sí ocurre es que cuando sube el número de contagios se decretan medidas, sólo de prohibir que no de actuar proactivamente, y más pronto o más tarde las cifras bajarán. ¿Hay una relación causa-efecto? Si el tema no fuera tan serio, habría que reírse.

No existe el menor rigor a la hora de comparar los resultados de unas áreas con otras. Los efectos son erráticos y pueden llegar incluso a ser contraproducentes.

Podemos tomar como el ejemplo el caso de los confinamientos perimetrales en la Comunidad de Madrid durante los «puentes» de noviembre, que provocaron un aumento de los contagios en los municipios de su zona norte, debido a la afluencia de visitantes de la capital. Otro efecto no esperado es el pico de viandantes a las 6 de la mañana en el centro de Madrid, que es la hora a la que muchos deben esperar para volver a casa, en vez de a las 2 ó 3 habitual los fines de semana. Mientras tanto ha habido que «confinarse» en casa de un amigo debido al toque de queda. ¿Más seguridad?

De las dudas científicas a la desinformación oficial

La última oleada desinformativa gira en torno al advenimiento «ya mismo» de un supuesto diluvio de vacunas anti Covid-19.

«Cada vez que Donald Trump, Vladimir Putin o Pedro Sánchez anuncian la inminencia de una vacuna salgo corriendo a la farmacia a comprar mascarillas y después encerrarme en casa»

Las primeras reacciones entre la opinión pública son más bien de recelo, como prueban los sondeos de opinión realizados en España y otros países de nuestro entorno.

¿Es que somos anti-vacunas? De hecho España es uno de los países donde se tiene una mayor confianza en los progresos y avances científicos y el movimiento anti-vacunas es casi inexistente.

No entraré aquí en repetir lo que los foros de la comunidad científica reflejan en torno a lo que hasta ahora se sabe de cada una de la vacunas. Pero lo que sí echa a uno para atrás es precisamente ese ruido mediático que sólo favorece a la cotización de las acciones de las multinacionales farmacéuticas: entre los anuncios -que no informes científicos- de los aspirantes a su fabricación, los medios de comunicación preparados para otro tsunami de junk news y los responsables políticos promotores (y a la vez supuestos vigilantes) de la desinformación, no es de extrañar que un número creciente de personas candidatas a recibir la vacuna prefiera «esperar y ver». Con la información actual, creo que es la postura más coherente.

Pero es que además las promesas televisadas de un futuro de rosas casi a la vuelta de la esquina socavan el esfuerzo necesario HOY de mantener comportamientos adecuados anti-pandemia y que no arrasen a la vez con el tejido económico.

El kit personal que sí funciona

Mientras tanto es necesario mantener nuestro programa preventivo para nosotros mismos y nuestro entorno.

  1. Como el principal medio de transmisión del coronavirus son los aerosoles (partículas microscópicas que permanecen en el aire durante horas), lo primero es frecuentar ambientes con aire renovado con frecuencia, bien porque nosotros los ventilamos o porque lo hacen otros. Ejemplo: autobuses y metro están bastante más ventilados que los supermercados. Por la misma razón, huir de las aglomeraciones.
  2. Las mascarillas siguen siendo imprescindibles, utilizadas correctamente.
  3. Lavarnos BIEN las manos: es muy difícil controlar cuándo nos tocamos ojos, nariz o boca.

No hay herramienta única o perfecta, pero el uso combinado de las anteriores reduce significativamente el riesgo de contagio.

P.S.:

He omitido los enlaces, citas y bibliografía que apoyan lo escrito con el fin de no sobrecargar el texto, aunque están a disposición de quien lo desee.

El próximo post dentro de dos martes, el 8 diciembre 2020

¿Son adecuadas las medidas contra la Covid-19?

Incompletas

Asistimos a una escalada en las medidas para combatir la segunda ola de Covid-19. En el mejor de los casos son medidas muy incompletas. Es como si construyéramos un taburete con dos patas o incluso con una sola. El batacazo está garantizado. Repasemos.

Aerosoles

La comunidad científica (no cargaré esto de citas, aunque están a disposición de quien las solicite) ha demostrado hasta la saciedad que un elemento clave de la transmisión del virus son los aerosoles, partículas microscópicas que transportan el virus y perduran flotando durante horas en el aire que podemos respirar.

Mascarillas

Por eso es clave el uso correcto de mascarillas, pero todavía estamos esperando indicaciones claras, uniformes y oficiales sobre sus tipos, protección que brindan, uso y reciclaje. El Ministerio de Consumo prometió hace un mes poner un poco de orden en la comercialización de mascarillas. Pero van un poco atrasados…

Aire limpio

Otra pieza clave complementaria es la renovación del aire en todo tipo de locales, no sólo las aulas de los colegios. Confieso que he adquirido un pequeño aparato que mide entre otras cosas las partes por millón (ppm) de CO2 en el aire, que es un indicador bastante aproximado de la calidad del mismo. Todavía no he encontrado ningún supermercado o local de aforos permitidos que presente cifras mínimamente «decorosas» de la calidad de su aire. Quizá muevan el aire, pero desde luego no se renueva, lo que indica con claridad que los aerosoles pululan a sus anchas, con su carga probable de virus.

En realidad donde estaríamos más seguros es al aire libre. pero la recomendación (o futura obligación) es precisamente la contraria: quedarse en casa o salir sólo para ir y volver de algún supermercado o local similar con esas «purezas» de aire.

Entonces, ¿por qué los gobiernos tienen solo una medida «estrella», el confinamiento?

Aunque no existe prueba ninguna que el confinamiento per se frene la pandemia, lo que se hace es matar moscas a cañonazos. Lo más probable es que tenga una reducida eficacia si se trata una medida aislada: sin mejoras en los datos epidemiológicos, sin trazadores de los contagios o sin reforzamiento de los servicios sanitarios. Se nos queda el taburete con una sola pata.

Pero es la medida más cómoda. En vez de poner en marcha de forma proactiva recursos coordinados, lo más fácil es prohibir a la población hacer cosas. En España tenemos costumbre de pseudo-combatir los problemas a base de «aumentar las penas» incluidas en la legislación en vez de poner medios para su cumplimiento.

Además está el argumento infalible: lo hacen todos los gobiernos de países comparables. Ya sabemos que los gobiernos sólo reaccionan cuando tienen un problema en las manos que se convierte en político al ser susceptible de crítica por parte de la oposición, de los medios de comunicación o de la opinión pública. Pero, ¿quién se atreve a meterse a la vez con Pedro Sánchez, Angel Merkel, Emmanuel Macron, Boris Johnson, etc?

Contraproducentes

No hace falta ser un experto en ciencias sociales y del comportamiento para saber que las sociedades son sistemas cuyas partes están conectadas entre sí. Cuando se modifica un elemento, otros se recolocarán de forma muchas veces no prevista. Por ejemplo: si se decreta un confinamiento perimetral, las interacciones dentro de ese perímetro es probable que se hagan más intensas. Si las formas de ocio no se canalizan de forma adecuada sino simplemente se prohíben, las reacciones pueden ser sorpresivas. Si se vislumbra la amenaza de un confinamiento domiciliario, se disparará la adquisición de productos «de primera necesidad». Si no existe una comunicación clara proveniente de una autoridad en la que se confíe, las redes sociales y otros medios de comunicación se llena de noticias falsas. Si no puedo salir al campo con los niños me los llevo al centro comercial. Etc.

Practicar una escalada de confinamientos cada vez más exigentes sin tener en cuenta los efectos colaterales es actuar de forma inconsciente e incluso temeraria.

Agotamiento y falsa seguridad

Medidas tan restrictivas y prolongadas, y sin compensaciones en el terreno del ocio y de los comportamientos de relación con los demás, colman nuestra capacidad colectiva de resistencia (lejos quedaron los aplausos de las 8 de la tarde). Cargar las tintas en las medidas de confinamiento como la única estrategia de facto provoca el estricto cumplimiento en esa faceta y la relajación en las demás: cumplo con lo que me obligan y del resto ya veré.

¿Y la economía?

Esos cañonazos no sólo matan moscas, sino también una economía como la nuestra en la que los servicios ocupan una importancia esencial, y en donde autónomos y pequeñas empresas cargan con la mayor parte de la generación de empleo.

Esta vez no hablaré de las alternativas.

El próximo post dentro de dos martes, el 24 noviembre 2020

Sociedad con Covid-19 (V): la bolsa o la vida

La elección

En plena pandemia se nos obliga a elegir entre hundir sectores económicos enteros o condenarnos a un contagio masivo y en buena parte letal por Covid-19.

Esta disyuntiva me recuerda la película, y novela, La decisión de Sophie: en pleno holocausto judío un oficial nazi obliga a una madre polaca a «elegir» a cual de sus dos hijos enviar a la muerte para evitar que maten a los dos. Con una magistral interpretación de Meryl Streep, la escena cumbre de la película puede verse aquí. Lo grave no es solamente que uno de los hijos perezca sino que Sophie queda marcada para siempre por una culpa moralmente imposible pero real.

Más recientemente hemos sido sometidos a otra elección tramposa cuando en la crisis de 2008 se nos planteó «elegir» entre austeridad o colapso económico. Pero lo que en realidad tuvimos fue austeridad MÁS colapso económico.

Salud o economía

¿De verdad tenemos que «elegir» entre salvar la economía o salvar nuestras vidas? Los datos disponibles sobre la experiencia en distintos países nos dicen que no son opciones alternativas, sino que -como el caso español muestra hasta ahora- se puede perder a la vez la batalla en la sanidad y en la economía.

Existe un abanico de actuaciones en positivo que pueden llevarse a cabo para luchar en ambos frentes y que hasta el momento han brillado por su ausencia. Pero empecemos antes por lo que que es necesario erradicar.

Torpezas a evitar

Hay quien todavía cree que «lanzar mensajes de optimismo» es una buena política, algo que recuerda la famosa frase de Zapatero en 2008: «No hay riesgo de crisis económica».

La segunda torpeza es gastar las ayudas económicas de forma indiscriminada, sin planes estructurales para combatir la temporalidad y el desempleo, como ha señalado recientemente la AIRef.

La desinformación mata; también al consumo

La tercera torpeza es la negligencia en emitir información oficial, veraz y contrastada sobre la evolución de la pandemia y los instrumentos para combatirla. Dejar que este terreno sea ocupado por mensajes en Twitter, tertulianos de televisión o la polución desinformativa de los medios de comunicación y las redes sociales es crear incertidumbre, miedo, ansiedad y desconfianza.

En el terreno sanitario se producen comportamientos equivocados: mal uso de las mascarillas (¿sabemos ya lo que dura cada tipo de mascarillas?), o no respeto de las normas de interacción social, movilidad, protección personal y grupal, etc.

En el terreno económico el primer efecto del desconcierto es el frenazo brusco del consumo de los hogares. Como ya sucedió en 2008 la primera reacción es «ahorrar para lo que pueda venir». El riesgo al despido en un empleo fijo, tener un trabajo temporal, ser autónomo o depender de un subsidio son situaciones que empujan a reducir el consumo en todos los capítulos posibles.

Recuperación económica: en V, en L o en K

Mucho se está hablando sobre la potencial recuperación económica post-Covid. Los economistas plantean varios modelos, simbolizados por letras. No incluyo la U o la W para no liarlo más.

La recuperación en V -la más optimista- contempla un rebote casi instantáneo, para volver a la situación de partida, a la «nueva normalidad». Esta visión no sólo es incierta, en particular para el caso español, sino que fomenta el quietismo (las cosas volverán a su cauce por sí mismas) y la ansiedad porque el rebote no acaba de llegar.

La recuperación en L pronostica unos duros años económicos por delante, arrastrándonos por el suelo de la crisis económica durante no se sabe cuánto tiempo.

La recuperación en K prevé que habrá ganadores -trazo de la K hacia arriba- y perdedores pues esta crisis dará un nuevo vuelco a sectores enteros de la economía. ¿De qué depende situarse en el trazo ascendente o descendente de la K?

La pasividad mata la economía

Dependerá de la puesta en marcha de políticas activas y coordinadas, basadas en acuerdos políticos y sociales. No nos engañemos: estamos ante una crisis económica igual o más grave que la de 2008. Y para que tras aquella estocada la actual no sea la puntilla el esfuerzo de concertación social y política debe ser sustancial.

La concertación debería tener dos ejes. El primero se basa en el apoyo decidido tanto a los sectores que pueden liderar la recuperación como a los que exigirán una restructuración importante (digitalización, reasignación de recursos a actividades más productivas, etc.). Ello debería ir acompañado de una acción gubernamental que modernice la creación de nuevas empresas, el acceso al crédito de las Pymes y autónomos, etc.

El segundo eje debería dirigirse a dotar de cobertura asistencial a los sectores de población que más están sufriendo el impacto: recualificación laboral, subsidios en tiempo y forma…

¿Estaremos a la altura de la tarea?

El próximo post dentro de dos martes, el 10 noviembre 2020