Redes (a)sociales y medios de (in)comunicación

Cómo mueren las plataformas sociales

En un reciente artículo que ha tenido una gran repercusión en la ciber-prensa el periodista Cory Doctorow describía así este proceso que él mismo llamaba de “enmierdación” de las plataformas o redes sociales. Cómo de ser útiles para los usuarios de las redes se transforman en puro negocio de empresas comerciales que abusan de esos usuarios, para finalmente acaparar todo el valor generado en beneficio propio, incluso a costa de estas mismas empresas. Entonces terminan por morir.

“Cuando van pasando de, originalmente, ser buenas para sus usuarios, a abusar de sus usuarios para mejorar su propuesta de valor para sus clientes comerciales, para después terminar abusando de esos clientes comerciales para capturar todo el valor para ellos mismos, momento en el que mueren.”

Pluralistic: Tiktok’s enshittification (21 Jan 2023)

Explotación comercial… y política

El caso más famoso de explotación de los usuarios de una red social lo protagonizó Cambridge Analytica. Esta empresa británica de minería y análisis de datos recopilaba, analizaba y utilizaba en beneficio de campañas electorales los datos de los usuarios de la red Facebook, sin el permiso de éstos. Su cerebro, Christopher Wylie, reveló el papel crucial de la empresa en las victorias de Donald Trump y el Brexit en 2016, como ha detallado en su reciente libro: Mindf*ck. Cambridge Analytica. La trama para desestabilizar el mundo.

El último ejemplo de explotación de los usuarios de una red social es el caso de TikTok, que añade a lo anterior el espionaje a gran escala en favor del gobierno chino.

El atracón de (pseudo)información mata nuestra capacidad de atención

Pero las redes sociales impactan también negativamente en nuestras capacidades de fijar la atención y profundizar en cuestiones relevantes. La catarata de (pseudo)contenidos informativos a la que estamos diariamente sometidos por parte de las redes sociales, pero también de los modernos medios de comunicación, provoca que nuestra atención en cada tema sea cada vez más volátil y menos duradera.

Un grupo de investigadores comprobaron que en el año 2013 en Twitter un tema se mantenía entre los cincuenta más comentados sólo durante 17,5 horas. Tres años después la cifra había bajado hasta 11,9 horas. Los temas vienen y van y nuestra atención vuela de uno al siguiente de forma acelerada. Con el paso del tiempo, nos concentramos cada vez menos en cada tema. Se da una tendencia a la aceleración. Cada tópico tarda menos en alcanzar un pico de popularidad, y después cae más rápidamente aún. Cuanta más información se recibe menos tiempo tenemos para concentrarnos en un elemento informativo particular.

Otros estudios han comprobado que cuando se produce un aumento del volumen de informaciones que nos llegan, como por ejemplo al utilizar técnicas de lectura rápida, es menos probable que seamos capaces de asimilar cuestiones complejas o difíciles. De esa forma nos decantamos cada vez más hacia afirmaciones y planteamientos simplistas, eliminando los matices. Es una experiencia a la que los medios de (in)comunicación nos tienen sometidos diariamente, en particular en televisión.

Si pasamos el tiempo alternando de un tema al siguiente nuestra comprensión se hará más lenta, cometeremos más errores, nuestra creatividad será menor y recordaremos menos lo que hacemos, como expone el periodista Johann Hari en su libro El valor de la atención. Por qué nos la robaron y cómo recuperarla.

Las redes sociales (realidad ficticia) nos sustrae del mundo real

La conexión entre personas a través de internet y otros medios de comunicación ayuda a mantener nuestra red de relaciones, pero siempre que sea efectivamente eso: conexión entre personas. Pero cuando lo que encontramos en las redes no son personas sino “avatares”, mensajes estereotipados, marketing corporativo o de individuos, “influencers”, etc. no entramos en relación con nadie sino con pseudo-contenidos que nos sacan de nuestra realidad, del mundo real.

Lo irónico es que quienes se enriquecen diseñando y explotando esos medios son los que más evitan caer en las trampas en las que los propios medios nos colocan. Son la nueva clase dirigente que está por encima de la masa ciber-conectada, pero desconectada en el mundo real. Muy ilustrativa y comentada fue la fotografía que el propio Mark Zuckerberg publicó, en la que junto a una muchedumbre de personas enganchadas por gafas de realidad virtual, él era la única persona que habitaba la única realidad auténtica fuera de la red social dirigida por él mismo.

Sólo la conexión entre personas reales, con sus inconvenientes pero también que sus ventajas incuestionables, nos hará superar esa tela de araña en la que nos quieren hacer vivir un sueño -que no una realidad- por muy agradable y a nuestra medida que sea el sueño en el que nos sumimos. Seguro que ese esfuerzo traerá recompensas inesperadas. La primera de ellas, mejorar nuestra capacidad de atención y de comprensión de la complejidad de las cosas y las personas.

El próximo post dentro de dos martes, el 21 febrero 2023

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Fabricando basura mediática

Sin comunicación no existen sociedades, y menos aún las sociedades humanas. Otra cosa es el contenido que se transmite a través de los canales de comunicación existentes. Y cuando se trata de comunicación de masas, el abanico de medios disponibles y cómo éstos fabrican y seleccionan lo que se transmite es vital para el funcionamiento de una sociedad, sobre todo si se pretende que sea una sociedad democrática.

Duopolio mediático

¿Qué ocurre en el caso español? La televisión sigue siendo el vehículo mediático principal que marca la pauta de “lo que se habla” en cada momento. Pero tenemos un duopolio de facto: Atresmedia y Mediaset. que a finales de 2020 acumulaban el 81% de la publicidad y el 55% de la audiencia. A esta situación se llegó gracias a que se suprimió la publicidad en RTVE, por el gobierno de Zapatero en 2009 que le quitó la mayor parte de sus recursos, por un lado, y al progresivo deterioro y sesgo de sus contenidos en los últimos años, por el otro, incluyendo una regresiva nueva Ley Audiovisual.

Atresmedia tiene Antena3 como canal estrella, La Sexta como canal secundario orientado a la audiencia “progresista” (¿?) y otra retahíla de canales cuya función principal es ocupar espectro radioeléctrico y así impedir que entre la competencia. Mediaset tiene el mismo esquema: Telecinco (“estrella”), cuatro (“progresista”) y otros tantos canales okupas.

Los contenidos-basura

Las televisiones los emiten de cuatro tipos:

  • Las tertulias, de las que hablaré más abajo
  • Los concursos. En una rápida ojeada a las programaciones televisivas ha contado casi veinte: para cantar, bailar, cocinar, coser, saber más palabras raras que nadie, poner los cuernos a tu pareja, pelearse con el resto de concursantes, pseudo-sufrir en una granja de pega, ser una enciclopedia con patas o simplemente tener más suerte que el resto.
  • Que alguien que nos importa un comino nos cuente su vida o sus viajes a sitios lejanos, o nos cotillee la vida de famosos de tercera fila
  • El periodismo de supuesta investigación, que es en realidad una mezcla de sensacionalimo y película de terror dedicada a tenernos en vilo, afortunadamente sólo el rato que dura el programa. A este respecto, siempre me acuerdo del semanario de sucesos El Caso, que cerró en 1997 pero que si hubiera sobrevivido ahora sería sin duda la estrella del mundo mediático.

Indignaditis identitaria

Las tertulias (he contabilizado hasta 17 en un momento) son sin duda el plato fuerte de la indigestión mediática actual. Para garantizar una cifras de audiencia elevadas, y así poder vender la publicidad correspondiente, se opera de la siguiente forma:

– Rastreo de las redes sociales para encontrar videos (no vale otro contenido) susceptibles de provocar la indignación en algún colectivo. Los que mejor “funcionan”, banalizando por desgracia los problemas sociales reales, se refieren a cuestiones de género (feminismo, LGTBI, etc.) pero también valen otros temas si son suficientemente estridentes. Por mucho que se diga que “las redes arden” o expresiones parecidas, sólo cuando las televisiones tradicionales hacen propio alguno de esos videos se garantiza que se conviertan en “noticia”.

– Se arma la tertulia entre partidarios de una postura y la contraria, con cierto predominio “progresista”. Como los tertulianos no tienen todo el tiempo del mundo previamente se les habrá pasado la chuleta con su argumentario, a no ser que su inclinación política les sirva de sobra para polemizar.

– Lo ideal sería que el tema a debate saltara al Parlamento, obligara a los partidos políticos a definirse o que algún miembro del gobierno hiciera declaraciones al respecto. No es algo infrecuente: el diputado de Compromis Joan Baldoví defendiendo en el Parlamento al presentador estrella del programa estrella de Telecinco; la ministra de Igualdad haciendo lo propio con Rociíto Carrasco o el actual presidente de gobierno entrando telefónicamente al plató de Sálvame.

Todo esto hay que hacerlo con rapidez, porque en cuestión de menos de una semana el hartazgo televidente llega a su techo y hay que pasar al siguiente tema estrella. Empieza a suceder como con los fenómenos atmosféricos derivados del cambio climático: cada vez más frecuentes, más violentos y con una atención mediática más volátil.

¿Y la audiencia?

Como no podía ser menos, la audiencia de la televisión tradicional está cayendo en picado. Casi un 26% de los españoles apenas ve la televisión tradicional. Otro 33% ni siquiera la ve todos los días. La televisión a la carta y las redes sociales desplazan a las teles tradicionales, y son utilizadas por un 72% de la población.

Quienes siguen fieles a las teles de toda la vida son además castigados con un exceso (¿todavía mayor?) de publicidad, ya que al bajar la audiencia y cobrar menos por anuncio hay que emitir más en compensación, lo que acentúa la fuga de espectadores.

Al final parece que no hay que ser tan pesimista… Ya veremos.

El próximo post dentro de dos martes el 1 noviembre 2022