La invasión de Ucrania: ¿y a nosotros qué nos importa?

Hasta el pasado mes de febrero Ucrania era un país del que teníamos una vaga idea de su existencia. Sólo las generaciones mayores recordábamos que fue más o menos por allí donde sucedió el accidente más grave en una central nuclear, en Chernóbil hace 36 años y cuando todavía Ucrania era parte de la Unión Soviética. Para parejas más jóvenes Ucrania era conocida como el mercado mundial de la gestación subrogada: los vientres de alquiler.

Y poco más.

¿Hay que tomar partido?

La invasión hace dos meses y medio por parte del ejército ruso ha traído a primer plano, y muy cerca de nosotros españoles y europeos, las atrocidades de una operación de desgaste y destrucción, basada en un supuesto planteamiento de “desnazificación”.

Los españoles -y en general los europeos- somos mayoritariamente antibelicistas, teniendo como tenemos todavía reciente el recuerdo de guerras, civiles o no, que han asolado el continente.

En toda guerra, se sabe cuándo comienza pero nunca cuándo ni cómo se acaba. A lo largo de la misma aparece un número creciente de actores, que aducen para intervenir unos motivos que no siempre coinciden al cien por cien con sus auténticas intenciones.

La mayoría de la opinión pública en los países occidentales y en particular en España, apoya sin reservas a la población ucraniana. Pero van apareciendo dudas sobre si hay que tomar partido de forma tan nítida o caben otras posturas.

Y sobre todo: ¿entre qué opciones hay que elegir? El propio desarrollo bélico parece reducir la cuestión a un ellos o nosotros, separados sólo por la línea del frente de batalla.

Hay quien plantea la invasión como una lucha entre el bien y el mal, aunque cada parte estima que ellos son el bien y los contrarios el mal. Para Putin, Rusia (el bien), está combatiendo a los líderes nazis-ucranianos y sus aliados de la OTAN (el mal). Para muchos en el bando “occidental” es la lucha entre el bien (la democracia) y el mal (la Rusia del Zar-Stalin-Putin).

¿Democracia?

Desde luego hoy por hoy los Estados Unidos no pueden considerarse un modelo de democracia a imitar. Tampoco la situación en nuestro país está como para vanagloriarse. Las democracias occidentales poco a poco se van reduciendo al ritual de las urnas: los partidos políticos convirtiéndose en maquinarias electorales, el poder ejecutivo fagotizando a los poderes legislativo y judicial, las votaciones y componendas ganándose por la mínima, la rendición de cuentas y la transparencia brillando por su ausencia, etc.

Desde luego el régimen autocrático de Putin, que día a día se acerca cada vez más al régimen nazi que dice combatir, no es precisamente una alternativa.

Por eso, esos planteamientos pseudo-misticistas, acompañados por fuertes dosis de emocionalidad, con los que se quiere representar la invasión de Ucrania no deben hacernos olvidar que el conflicto es algo más que un choque bélico: supone también una transformación radical de Europa y su papel actual y futuro, además un replanteamiento de las posiciones de todos los actores mundiales.

En el terreno puramente militar, sin embargo, la invasión rusa es inadmisible y las pruebas que se van conociendo de sus acciones contra la población civil no parecen ofrecer dudas.

¡Qué difícil es luchar sabiendo que lo que defiendes no es cien por cien puro, ni que aquéllos contra los que combates son la personificación del mal!

Pero no nos engañemos. Hoy por hoy no hay otra opción aunque también hay que ser críticos con algunos planteamientos de nuestro propio bando.

En España la opinión mayoritaria en los últimos años ha sido de desconfianza hacia el militarismo norteamericano, plasmado en la guerra de Vietnam, las intervenciones en Panamá, Irak, Afganistán, etc. Algo que el Estado ruso ha reproducido también en Afganistan, Chechenia, Georgia, Siria, Crimea, etc.

Tampoco deberíamos olvidar que las políticas occidentales tras el hundimiento de la Unión Soviética no han ayudado a crear unas relaciones Occidente-Rusia constructivas y estabilizadoras.

Pero, nuevamente, no nos engañemos: el enemigo de mi enemigo no es mi amigo. Puede llegar a convertirse en un enemigo peor, como la historia ha demostrado una y otra vez.

La tentación de inhibirse

Ante este panorama podríamos pensar que esto no va con nosotros. Al fin y al cabo es su guerra, no la nuestra y dado lo que sabemos de los bandos enfrentados “no hay ninguno que se salve”.

Este mirar hacia otro lado sería en primer lugar un error histórico, porque esta invasión nos afecta directamente en el plano energético, económico, geopolítico y militar.

En segundo lugar, y desde el punto de vista humano y de conciencia, imitaríamos el comportamiento inhibitorio de Poncio Pilatos cuando dejó a Jesús de Nazaret en manos del pueblo:

“Tomó agua y se lavó las manos delante de la muchedumbre, diciendo: Yo soy inocente de esta sangre; vosotros veáis”

(Mateo, 27:24)

El próximo post dentro de dos martes, el 24 mayo 2022

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Sociología de la invasión de Ucrania

Las guerras también se deciden lejos del campo de batalla y antes incluso de producirse el primer disparo. Un factor crítico es el papel que juega la opinión pública a ambos lados del frente. Y en el caso de la invasión de Ucrania este elemento se está revelando como una pieza fundamental.

En todos los países que de una u otra forma están relacionados con esta situación los dirigentes de turno observan de reojo las corrientes de opinión pública que puedan influir en su toma de decisiones. En ningún caso van a tomar medidas que choquen con el punto de vista mayoritario de sus votantes actuales o potenciales. De ahí la importancia no sólo de lo que se opina, sino también y sobre todo de la expresión pública de esas opiniones en las encuestas o por otras vías.

La opinión pública en la Unión Europea

En el caso de la UE, donde los datos de las encuestas de opinión e intención de voto son lectura obligada para la clase política, la opinión pública se ha mostrado claramente a favor de la causa del pueblo ucraniano.

Tomando como ejemplo el caso español, y según recogía el Barómetro del CIS del mes de abril (pregunta 9), el 86% era partidario de enviar ayuda humanitaria a los ucranianos; el 96% que todos los países europeos, incluida España, acogieran y ayudaran a los refugiados ucranianos; el 92% que había que presionar internacionalmente para que Putin retirara el ejército ruso de Ucrania; el 88% que había que imponer a Rusia y a Putin todo tipo de sanciones económicas para que se retiraran de Ucrania; el 70% que la OTAN tenía que proporcionar a Ucrania material militar, armas o munición, para que pudiera defenderse; o el 77% que Ucrania tenía derecho a entrar en la OTAN, si así lo decidiera libremente su Gobierno y su población.

Otros sondeos, tanto entre los estados miembros de la UE como en un conjunto de países de todo el mundo muestran la preocupación generalizada sobre la invasión y sus consecuencias, así como el apoyo mayoritario, aunque no unánime, al pueblo ucraniano.

El cambio de actitud de los ucranianos

En un post anterior se detalló cómo había evolucionado la opinión pública en Ucrania, debido precisamente a la agresión del ejército ruso. Un ejemplo paradigmático es el de Mijail Dobkin, ex-gobernador prorruso de Jarkov y ahora, en su nueva faceta de sacerdote ortodoxo, furibundo enemigo de la invasión.

Este brusco giro parece que sorprendió al propio Putin que contaba con una opinión pública favorable de modo que, según rumores, el ejército ruso habría transportado sus uniformes de gala para desfilar triunfantemente por la calle principal de Kyiv (Kiev) a los pocos días de la invasión. Parece que Putin tendrá que rectificar, entre otras muchas cosas, sus análisis sociológicos.

La gran incógnita de la opinión pública en Rusia

Las encuestas de opinión relacionadas con la invasión de Ucrania y el nivel de apoyo al Presidente e instituciones rusas muestran un mayoritario respaldo de la población. Se podría decir que no cabe esperar otro resultado pues los dos principales institutos de sondeos –VCIOM y FOM– dependen del gobierno. Pero una entidad independiente como Levada Center arroja resultados similares.

¿Nos sorprende?

Dos factores influyen en estos resultados. El primero es el monopolio estatal de facto de los medios de comunicación que la inmensa mayoría de la población usa como únicas fuentes de información: la televisión y la radio. Sólo los jóvenes buscan otras alternativas, cada vez más difíciles de acceder.

Además Vladimir Putin lleva 23 años gobernando Rusia. En este tiempo ha ido desarrollando un nacionalismo basado: en la añoranza de una supuesta antigua grandeza de Rusia desde la época zarista hasta la soviética de Lenin y Stalin; en la complicidad de la Iglesia Ortodoxa rusa y su Patriarca Cirilo de Moscú; y en señalar a “Occidente” como el enemigo secular deseoso de humillar y empequeñecer a Rusia.

Entender lo que sienten los rusos

¿Está la población rusa en sintonía con Putin?

El hundimiento del régimen soviético trajo la esperanza de vivir en libertad y democracia. Pero pronto el saqueo de las propiedades estatales por parte de los oligarcas del Presidente Yeltsin y después de los reunidos en torno a Putin, sumieron a la población en la pobreza, la crisis demográfica y el sentimiento de pérdida. Este es precisamente el caldo de cultivo ideal para el populismo ultranacionalista de Putin, al estilo del “American First” de Donald Trump. De ahí la buena sintonía entre ambos.

La población rusa no estaría apoyando a Putin, sino más bien estaría “atrapada” en un régimen asfixiante que no deja alternativas.

Quien mejor ha reflejado este sentimiento es la bielorrusa Svetlana Alexievich, Premio Nobel de Literatura en 2015, en cuyos libros recoge las vivencias, sentimientos, esperanzas, desencantos y pesimismo de los rusos durante los últimos decenios.

El próximo post dentro de dos martes, el 10 mayo 2022

Los múltiples frentes de la invasión de Ucrania

Una guerra a medir en años

Desearíamos que esta pesadilla acabara rápidamente. Pero pasados dos meses desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania va quedando cada vez más claro que esta guerra no va a ser ni corta ni localizada. “Creo que este es un conflicto muy prolongado y creo que al menos se mide en años”, declaraba recientemente el general Mark Milley, Jefe del Estado Mayor Conjunto del ejército norteamericano.

Por su parte Bill Browder, probablemente el mejor conocedor del entramado financiero ruso y quizá por eso incluido en la lista de los mayores enemigos de V.Putin, señalaba también que todos estamos atrapados en este conflicto a fuego lento que seguirá durante años.

Los frentes de la guerra

Aunque no nos guste, esta invasión afecta directamente a toda Europa, y con repercusiones de alcance mundial. Los frentes abiertos son muchos, todos ellos con implicación directa en nuestro país. Enumero algunos.

En el terreno militar

Decía recientemente el filósofo marxista francés Étienne Balibar:

“el pacifismo no es una opción. El imperativo inmediato es ayudar a los ucranianos a resistir. No repitamos la ‘no intervención’. De todos modos, la Unión Europea ya está involucrada en la guerra. Aunque no envíe tropas, está entregando armas, y creo que hace bien en hacerlo. Es una forma de intervención”.

(ctxt.es)

Junto a ello un amplio número de países europeos han anunciado la modificación de sus políticas de defensa, tanto en lo que se refiere a los presupuestos militares como a su “realineamiento” en el tablero mundial. En este contexto cobra especial relevancia la cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid a finales de junio.

Los refugiados ucranianos

Los millones de desplazados ucranianos están poniendo a prueba el sistema de acogida europeo de refugiados que acumula más de 15 meses de retraso medio en las solicitudes de asilo. En España la Oficina de Asilo registra 17 meses de trabajo pendiente.

Las loables iniciativas individuales y de voluntariado que se han puesto marcha deben evitar daños no intencionados si se mueven por la emocionalidad más que por la eficacia. Por desgracia una vez más los medios de comunicación están contribuyendo a estas actuaciones. Como señala el profesor de la Universidad de Oviedo Antonio Blanco, “más que la causa, el fin habrá de definir el altruismo. Es necesario superar toda visión caritativa para desarrollar una mirada ‘eficiente’ de la ayuda”.

Las fuentes de energía

Es sabido que la principal arma del presidente Putin es la dependencia europea de los suministros de energías fósiles rusas. El caso más llamativo es el de Alemania. Paul Krugman, premio Nobel de economía, señala cómo Alemania se ha convertido en la facilitadora de Putin: llama la atención la reticencia alemana a hacer sacrificios frente a los que exigió a otros países en la crisis de deuda.

Y sin embargo la cooperación y solidaridad entre países aseguraría el gas en Europa si Rusia cortara el suministro. En el caso español falta saber qué repercusión tendrá el cambio de política de nuestro gobierno en el conflicto del Sahara Occidental-Marruecos-Argelia sobre el suministro de gas. Pero en todo caso tenemos al alcance de todos medidas para que colectivamente seamos menos dependientes del suministro exterior de gas.

Desencadenamiento de una nueva crisis económica mundial

La invasión a puesto fin a la globalización experimentada durante los últimos treinta años. Según el Banco Mundial la economía de Ucrania se contraerá un 45%, pero otras economías sufrirán impactos graves en todo el mundo. A la crisis energética y las distorsiones en las cadenas mundiales de suministros, se añade el impacto en los mercados de granos y fertilizantes, al ser Ucrania y Rusia los principales exportadores mundiales de ambas mercancías. Su efecto en el sector agrícola, en particular en los países menos desarrollados, será severo.

Los oligarcas, el turismo ruso de lujo y las mafias

En España nos hemos beneficiado de la presencia de los oligarcas rusos en nuestras zonas clásicas de veraneo y en general del turismo ruso de lujo. Todo ello acompañado de la presencia creciente de las mafias, cercanas a las actividades de lavado de dinero de aquéllos.

Por ello es significativo que por fin parece que la justicia española ha cambiado de criterio y ha empezado a actuar contra esas mafias. Supongo que la industria española del turismo estará empezando a tomar nota.

Otro tiempos que parecían tan lejanos

Volviendo a Alemania, no puedo sino citar el libro de Paloma Sánchez-GarnicaÚltimos días en Berlín”, finalista del premio Planeta 2021, que describe la lucha por la supervivencia de unos personajes atrapados entre el ascenso del nazismo en Alemania durante los años treinta hasta el brutal asalto del ejército soviético a Berlín al final de la IIª Guerra Mundial en 1945. Ambos extremos de aquella guerra parece que se reproducen nuevamente en la Rusia actual.

El próximo post dentro de dos martes, el 26 abril 2022

Invasión de Ucrania: el papel de las ideas

Entre los distintos frentes abiertos por la invasión de Ucrania el de la guerra ideológica ocupa una posición esencial. Todos los comentaristas han destacado las habilidades comunicativas del Presidente Zelensky, las campañas de desinformación del Kremlin y su legislación contra la libertad de expresión, y la esperanza que las sanciones y protestas occidentales posicionen la opinión pública rusa contra Putin.

La importancia de las ideas

«Las ideas mueven al mundo, pero no antes de transformarse en sentimientos«, decía el controvertido psicólogo social francés Gustave Le Bon.

Durante años Vladimir Putin ha estado cultivando una visión del mundo que combina el misticismo cristiano ortodoxo con las teorías conspirativas antiamericanas, como señala el periodista ruso Mikhail Zygar, autor del libro “Todos los hombres del Kremlin: dentro de la corte de Vladimir Putin”.

Putin ha tratado de combinar estas ideas con un sentimiento de humillación contra la población rusa ejercido supuestamente por Occidente tras el hundimiento del bloque soviético en 1990 y llamando a recuperar la “Gran Rusia”.

El deplorable papel de la(s) Iglesia(s)

Hay que destacar la connivencia del Patriarca de Moscú de la Iglesia Ortodoxa con Vladimir Putin. La idea de matar en nombre de Dios es probablemente tan vieja como la humanidad, aunque no por ello menos deleznable. La religión ha disfrazado conquistas y luchas de poder como las Cruzadas, las guerras de religión en Francia en el siglo XVI, la guerra de los 30 años en Europa de 1618-48 o cualquier otra “guerra santa”. El último ejemplo es la guerra irano-saudí, “vestida” de rivalidad religiosa entre suníes y chiíes.

Pero las iglesias también han apoyado regímenes dictatoriales y/o nacionalistas, como la iglesia católica española durante el franquismo o buena parte de las iglesias vasca y catalana con sus respectivos movimientos independentistas.

El apoyo del Patriarca de Moscú a la causa de Putin ha desencadenado la fractura con otros Patriarcas Ortodoxos, como el de Kyiv (Kiev), Constantinopla, Rumanía o Polonia. Ha llamado también la atención el tono de bajo nivel adoptado por el Papa Francisco sobre la invasión.

La opinión pública en Ucrania

Mucho se está hablando y escribiendo sobre la evolución de los sentimientos y la opinión pública en un país como Ucrania, con una historia tortuosa y llena de sufrimiento, que durante los últimos veinte años ha estado sacudido por protestas y movimientos sociales de gran envergadura: las manifestaciones masivas de 2000-2001, la Revolución naranja de 2004-2005 y la revolución del Euromaidán de 2013-2014. En todos estos casos se produjeron drásticos vuelcos políticos. En el último caso Putin aprovechó la inestabilidad para invadir y anexionar la península de Crimea.

En las elecciones presidenciales de marzo de 2019 un novel en la política como Volodímir Zelenski barrió en segunda vuelta al entonces Presidente, alcanzando un contundente 73% de los votos. Cuatro meses después su partido Servidor del Pueblo, del mismo nombre que su popular comedia televisiva, alcanzó la mayoría absoluta en el Parlamento.

Su mandato parecía estar condenado a la misma suerte que sus antecesores cuando dos años después las encuestas señalaban un notorio descenso en la popularidad de Zelenski: un 65% de la población pensaba que las cosas en Ucrania iban en la dirección equivocada y más de la mitad no confiaba en él.

Con una opinión pública tan desfondada, Putin debió pensar que era el momento de invadir Ucrania. Su error de cálculo se basaba en esperar una (falta de) reacción similar a la encontrada en la invasión de Crimea en 2014. La realidad es que el pueblo ucraniano ha respondido con el apoyo unánime a su Presidente y la voluntad de defender su país a toda costa, como testimonia una encuesta del 1 de marzo pasado.

Los hechos muestran que un acontecimiento trascendental como es la invasión puede galvanizar a un pueblo entero a pesar de las divergencias de años anteriores.

¿Y qué opinan los rusos?

Según un respetado instituto de opinión en febrero de 2022 el respaldo a Putin estaba en su mejor momento desde mayo de 2018: 71%. Dada la deriva autocrática actual en Rusia, podría pensarse que estos niveles de apoyo no son reales. Pero las comprobaciones metodológicas utilizadas no dan pie a esa sospecha. Otros sondeos apuntan en la misma dirección.

Pero con la misma rapidez que la opinión pública ucraniana ha cambiado de rumbo al reaccionar contra la invasión, se podrían observar cambios similares frente a ocasiones históricas, siguiendo los casos analizados por el economista y sociólogo de origen turco Timur Kuran en su libro “Verdades privadas, mentiras públicas. De ahí la importancia del tipo de mensajes que dirigir al pueblo ruso, tal y como grabó recientemente Arnold Schwarzenegger:Tengo un mensaje para mis amigos rusos. La fuerza y el corazón del pueblo ruso siempre me han inspirado. Por eso espero que me dejen contarles la verdad sobre la guerra en Ucrania”.

El próximo post dentro de dos martes, el 12 abril 2022

Por qué hablar de la invasión de Ucrania

Pasadas tres semanas desde su inicio, las palabras del lingüista y filósofo de izquierdas Noam Chomsky son más ciertas que nunca: “Estamos en un momento crucial de la historia de la humanidad. No se puede negar. No se puede ignorar”.

Una muestra de ese “momento crucial” es el hecho del fin del pacifismo de Alemania y de la neutralidad de Suecia y Suiza por la invasión rusa. Pero las reacciones y posicionamientos se han reproducido en todo el globo.

Y continúa Chomsky:

“La invasión rusa de Ucrania es un grave crimen de guerra comparable a la invasión estadounidense de Irak y a la invasión de Polonia por parte de Hitler-Stalin en septiembre de 1939, por poner sólo dos ejemplos relevantes. Es razonable buscar explicaciones, pero no hay ninguna justificación ni atenuante”.

ctxt.es

No puedo entrar aquí en los complejos antecedentes históricos de la invasión rusa: desde la creciente presencia de la OTAN entre los antiguos países del Pacto de Varsovia; la anexión por Putin de Chechenia (1999), Osetia del Sur y Abjasia (2008) y la península de Crimea (2014); las turbulentas relaciones entre Rusia y Ucrania; así como la convulsa historia política reciente de Ucrania, con sus drásticos cambios de rumbo y señales de corrupción. Estos últimos elementos no son ajenos a la poca convicción con que la Unión Europea ha acogido hasta el momento las demandas ucranianas de ingreso en la misma.

¿Qué pretende Putin?

Desde su ascenso al poder, la trayectoria de Putin ha sido la de una galopante deriva hacia el autoritarismo bordeando la dictadura, el forjado de una camarilla de oligarcas a su alrededor, el fomento del nacional-victimismo ruso, el rearme militar y el uso de las fuentes de energía como arma geopolítica de primer orden.

El 1 de octubre de 1939 Winston Churchill, comentando la doble invasión nazisoviética de Polonia -incluida en el vergonzoso acuerdo entre Hitler y Stalin en vísperas de la IIª Guerra Mundial, el Pacto Ribbentrop-Mólotov– formuló su famoso “análisis” de las intenciones rusas:

“No puedo pronosticarles la acción de Rusia. Es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma; pero quizás haya una clave. Esa clave es el interés nacional ruso”.

Churchill’s WW2 Speech to the Nation October 1939

Pero en este caso estamos hablando más bien no de los intereses de una nación sino de los de una pequeña camarilla personificada en Putin y su entorno más estrecho. Algunos analistas estiman que Putin no tiene un “plan B” sino que ha planteado una partida de “todo o nada” en relación a Ucrania. Y cuando sus tropas terrestres se han mostrado poco eficaces sobre el terreno, la única alternativa es el bombardeo sistemático e indiscriminado de entornos urbanos en una suerte de macro-terrorismo creciente. Pero en el mejor escenario para Putin, la toma militar de toda Ucrania, abocaría a un conflicto prolongado en el tiempo y con un coste económico, político y humano incalculable, con repercusiones negativas al interior de Rusia.

Y en el caso contrario de la derrota, «la tradición nacional rusa no perdona los reveses militares…”

Europa metida en el conflicto, nos guste o no

Por la envergadura del invasor, el enclave geográfico en el corazón de Europa y los objetivos planteados por Putin, el continente europeo está nuevamente sumido en una conflagración militar.

Junto al suministro de armas a Ucrania hay otros planos de confrontación: la guerra económica y energética, la ciber-guerra, la batalla de la desinformación y la censura, la crisis humanitaria de muerte y millones de refugiados y desplazados, etc. Excepto en el plano puramente bélico, la Unión Europea y por ende España estamos en guerra.

Por eso es tan importante la unidad del país, que necesariamente exige diálogo y concertación, y avanzar en las políticas energéticas y de coordinación del reparto justo de las cargas que conlleva una economía de guerra (o quasi guerra).

Lo que no debe hacerse

La invasión de Ucrania no puede convertirse en un espectáculo televisivo y sensiblero. No solamente es inmoral sino que los fenómenos mediáticos de alta intensidad desaparecen de nuestras mentes a la misma velocidad que habían surgido, provocando así lo que Susan Moeller describe como la fatiga por compasión en su libro del mismo título.

En fin, hay que desterrar las tentaciones de justificar nuestros fallos políticos echando mano de la existencia de la guerra. Ni la inflación y la crisis energética han sido generadas por la invasión de Ucrania -llevamos unos cuantos meses soportándolas- ni es de recibo justificar el pacto PP-Vox en el gobierno de Castilla y León “por la guerra”.

Sólo un nuevo pacto social dentro de España pero también a nivel de la Unión Europea permitirá salir adelante colectivamente. Los momentos críticos de la historia son también muchas veces los de los grandes avances de la humanidad. Depende de nosotros.

El próximo post dentro de dos martes, el 29 marzo 2022