Noticias basura – Junk News

Las fake news (noticias falsas) son hoy en día tema recurrente, pero tanto o más importante es hablar también de sus parientes cercanos: las noticias basura o junk news.

¿Qué son?

La inmensa mayoría de lo que se nos ofrece como «noticia» en los medios de comunicación son en realidad contenidos con una bajísima carga informativa, por no decir tóxica. Basta dar un pequeño repaso por los diarios «serios» en su versión digital (sólo recojo «El País», «El Mundo». «Expansión» y «Cinco Días») para encontrarnos titulares como los siguientes:

Medios de comunicación que se retroalimentan

La primera característica es que el mercado de las noticias se retroalimenta continuamente: las televisiones comentan lo que aparece en los periódicos, en twitter se critica lo dicho en televisión, otras redes sociales se hacen eco de lo (re)twitteado, personajes y organismos salen al paso de lo que resuena en la redes, los periódicos publican esas declaraciones… y vuelta a empezar. Y en medio de esa cámara de ecos estamos nosotros, a punto de (y a veces deseando) quedarnos sordos.

El fenómeno no es nuevo. Hace casi treinta años la historia de los «líos de faldas» del Presidente Clinton recorrió los flujos de información de entonces de forma soterrada para de golpe convertirse en noticia que se hinchó hasta el extremo, como cuenta Steven Johnson:

«La cobertura de una historia trae consigo más cobertura hasta llegar a una especie de salón de los espejos donde los pequeños incidentes o las mínimas acusaciones se amplifican hasta convertirse en Grandes Acontecimientos»

Sistemas emergentes. O qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software, c.4

Por desgracia tenemos un ejemplo cercano, aunque en otro campo: el Covid-19. En efecto, los procesos de brote, difusión, contagio y amplificación son similares a los que siguen las pandemias, tal y como explicaba el matemático y epidemiólogo Adam Kucharski en su premonitorio libro The Rules of Contagion. Why Things Spread – and Why They Stop.

A más ruido, menos contenido

Cuanto más alto es el volumen, menos son los sonidos (ruidos) en los que poder centrar nuestra atención. Tampoco esto es nuevo. El premio Nobel de economía Herbert Simon escribía hace medio siglo:

«En un mundo abundante en información, la riqueza de información se traduce en una escasez de otra cosa: una escasez de aquello que la información consume. Lo que consume es bastante obvio: la atención de sus destinatarios. Por ello, una riqueza de información crea una pobreza de atención y una necesidad de asignar esa atención eficientemente entre la sobreabundancia de fuentes de información que podrían consumirla».

Designing Organizations For An Information-Rich World, 1971

La delgada línea entre información y propaganda

Cuando los contenidos son pocos, pobres y muy repetidos, ¿qué tenemos? Ahora me remonto un siglo:

«Toda propaganda eficaz debe concretarse sólo a muy pocos puntos y saberlos explotar como apotegmas hasta que el último hijo del pueblo pueda formarse una idea de aquello que se persigue. En el momento en que la propaganda sacrifique ese principio o quiera hacerse múltiple, quedará debilitada su eficacia por la sencilla razón de que la masa no es capaz de retener ni asimilar todo lo que se le ofrece. Y con esto sufre detrimento el éxito, para acabar a la larga por ser completamente nulo.»

Adolf Hitler, Mi lucha, V1,c6

Lo que Hitler hacía con la radio lo repitió Richard Nixon con la televisión -pocas cosas pero muy repetidas- según escribió hace medio siglo Joe McGinniss en su best-seller de marketing político Cómo se vende un presidente.

La política actual parece seguir estando en el mismo escenario que entonces. Así, para Pablo Iglesias, líder de Podemos, «el debate parlamentario no sirve; los verdaderos parlamentos son los platós de televisión«. Pablo Iglesias añadió las redes sociales a la televisión, como hizo en su día Barak Obama y posteriormente Donald Trump con la ayuda, rayando en lo criminal, de Facebook y Cambridge Analytica.

Dos remedios

Al ser consumidores de noticias deberíamos seguir el consejo de los nutricionistas: adoptar una dieta variada y equilibrada. Por un lado no nos sobre-expongamos al ruido mediático. Igual que nos aconsejan «no picotear entre comidas» debemos fijarnos de antemano en qué momentos vamos a ver las tele-noticias o leer el periódico digital y no estar continuamente bombardeados.

Por otro lado introduzcamos en nuestro menú alguna diversidad, es decir una fuente de información de orientación ideológica distinta a las nuestras habituales. Este ejercicio intelectual nos hará ganar una perspectiva más amplia, muy necesaria en los tiempos actuales.

El otro remedio que propongo es que, al menos un vez a la semana, tratemos de remontarnos a la fuente originaria de una noticia que haya corrido como la pólvora por los distintos medios. En esta labor de investigación nos encontraremos con muchas sorpresas.

El próximo post dentro de dos martes, el 7 julio 2020

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Las lenguas en nuestro Estado de las Autonomías

De Babel a Pentecostés

Hace unos días se celebró la fiesta cristiana de Pentecostés. El libro de los Hechos de los apóstoles (2,1-8) nos cuenta que:

«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente (…) se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse (…)La gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: «(…) ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa?»»

Pentecostés cierra así un ciclo que se abrió cuando el Dios Yahveh confundió el lenguaje de la gente que estaba construyendo la ciudad y torre de Babel, impidiendo su edificación desde el momento en que cada cual no pudo entenderse con su prójimo (Génesis, 11,1-9).

¿Una o muchas lenguas?

Lo maravilloso de Pentecostés es que para que todos se entendieran no fue necesario que hablaran la misma lengua (en aquella época podría haber sido el latín, lengua del imperio romano, o cualquier otra lengua más extendida): cada uno hablaba y entendía en su «lengua nativa«. El Espíritu Santo introdujo una especie de traducción simultánea o multilingüismo, respetando a la vez la lengua materna de cada uno.

Porque una lengua es algo más que la suma de un vocabulario y unas reglas gramaticales. Es un patrimonio y vehículo sociocultural de una comunidad de hablantes. De ahí quizá el fracaso del esperanto, lengua técnicamente impecable pero sin raíces culturales ni sociales.

Nuestras lenguas oficiales

En España no tenemos una lengua oficial española, tenemos cuatro: el castellano, el catalá, el euskara y el galego. No somos los únicos en el mundo. El plurilingüismo es una realidad más universal de lo que algunos desearían. De hecho existen 7.117 lenguas vivas, para un mundo de 194 estados. Tampoco somos los únicos en tener varias lenguas oficiales. Suiza, Canadá o Luxemburgo son ejemplos de una gestión inteligente de su riqueza lingüística, por hablar sólo de países comparables al nuestro. Una torpe gestión, en cambio, se puede encontrar en Bélgica (¡vaya!).

Pero en España en vez de ser vehículos de comunicación se está intentando convertir nuestras lenguas en armas de agresión, de segregación, de supremacismo y de odio. ¿Cómo es posible?

Atropellando el derecho de los hablantes

Se ha pretendido adscribir las lenguas a los territorios y/o a las administraciones centrales, autonómicas o locales. Pero la lengua es un DERECHO DE LOS HABLANTES, que deberían poder usar su lengua materna o en la que se sientan más cómodos de entre las lenguas oficiales reconocidas en su «vecindad administrativa». Junto al derecho de los hablantes están las obligaciones de las instituciones del Estado y las administraciones públicas de promover su uso, en particular en la relación de los ciudadanos con éstas, pero también en su protección y fomento no discriminatorio. El BOE se publica en las cuatro lenguas oficiales: ¿por qué no se pueden usar también en el Parlamento central o en el Museo del Prado?

Dejación de los gobiernos centrales y manipulación independentista

Pero los gobiernos centrales, tanto del PSOE como del PP, han dejado en manos de los partidos independentistas, en particular en Cataluña, la gestión (= represión) de la diversidad lingüística en España. Esa dejación es la venta de nuestra riqueza lingüística por un plato de lentejas (hoy estoy bíblico: Génesis, 25,27-34), o sea los votos que vienen bien para mantenerse en la poltrona de la Moncloa.

Y a su vez el independentismo está tratando de utilizar la lengua como arma de división e imposición política, asimilando lengua a territorio para así fabricar una «identidad» que no tiene base social ni lingüística, pero que atropella los derechos de mayorías (o minorías, da lo mismo) de la población.

Envidia del bilingüismo

En mi última visita a la Cartuja de Valldemossa, en Mallorca, paseando por sus terrazas coincidimos con un grupo de personas que hablaban en mallorquín (¿balear?, ¿catalán?). Al entablar conversación con ellas lo hicimos en la lengua que compartíamos, el castellano, sin que nadie se sintiera incómodo o forzado. La verdad es que no pude evitar expresar mi envidia por quienes podían pasar de una lengua a otra con esa naturalidad que he encontrado en multitud de ocasiones. Eso sin hablar de los efectos positivos que normalmente se atribuyen al bilingüismo, desde la capacidad para asimilar nuevas lenguas… ¡a la prevención del Alzheimer!

Referencia

Muchas ideas de este post se inspiran en el poco conocido pero revelador libro de Mercè Vilarrubias Por una Ley de Lenguas. Convivencia en el plurilingüismo.

El próximo post dentro de dos martes, el 23 junio 2020.