In-movil(izados)

De la libertad a la hiper-vigilancia

Cuando el mundo internet irrumpió en nuestra sociedad muchos lo saludaron como el reino de la libertad absoluta, en el que se podía decir y hacer cualquier cosa.

Nada más ingenuo. Autores como Jonathan Zittrain ya en 2008 avisaron de hacia dónde iba ese mundo, en un libro -no traducido al español aunque descargable gratis aquí– titulado El futuro de internet y cómo pararlo.

En pocos años hemos entrado en el reino de la hiper-vigilancia y el hiper-control, cuyos principales agentes comentaré más abajo.

Mecanismos de control: los smartphones y el secuestro de la atención

La herramienta básica de control en el internet actual son los teléfonos móviles. Tienen una doble “ventaja”. Por un lado son personales y personalizados, de modo que asumen nuestra identidad: carnets, tarjetas sanitarias, correos electrónicos identificadores, receptores de mensajes privados, etc. Pero además integran un número cada vez mayor de actividades personales: redes sociales, correos y mensajes, gestiones con las Administraciones Públicas y entidades privadas, noticias, música y entretenimiento en general, avisos oficiales y un largo y creciente.

Las grandes empresas tecnológicas lo saben y lo fomentan. Son básicamente empresas de publicidad que a cambio de facilidades gratuitas y semi-gratuitas capturan todos los datos posibles de nuestra persona y nuestra actividad, para así poder vender a los anunciantes unos perfiles cada vez más ajustados de los potenciales compradores de sus productos o servicios. Es el micro-targeting. Aquí aparecen Alphabet (Google), Meta (Facebook), Microsoft, Apple (iPhone), etc. en una dura competencia para captarnos o capturarnos. Así por ejemplo Alphabet nos ofrece el buscador -de términos, imágenes, videos o sonidos-, los mapas, el correo, el calendario, el traductor, etc. en un conjunto cada vez más integrado de aplicaciones y así poder recoger nuestros contactos, preocupaciones, expresiones o intereses para acabar sabiendo de nosotros más que lo que sabemos nosotros de nosotros mismos.

Pero estas aplicaciones y los algoritmos que regulan las redes sociales están diseñados para fomentar cada vez más su uso y tener capturada nuestra atención de forma constante, como bien describe el -por otra parte polémico- escritor Johann Hari en su reciente libro ”El valor de la atención. Por qué nos la robaron y cómo recuperarla”. Esos algoritmos además acentúan la polarización de opiniones en las redes sociales, como instrumento de captura de nuestra atención y nuestro tiempo.

Un espacio público en manos privadas

La realidad es que lo que antes era comunicación pública y protegida por la legislación vigente, ahora ha pasado a una gestión privada: del servicio de Correos a gmail, hotmail y otros; de las relaciones libres entre personas a las redes sociales que administran bajo su propio criterio lo que se puede o no decir o quiénes pueden tener acceso a las mismas.

La situación se hace aún más grave cuando las Administraciones Públicas en España llevan años levantando un muro de ciber-burocracia que castiga de forma especial a las personas y hogares vulnerables. Se llega al extremo de conceder o no ayudas sociales basándose en algoritmos secretos que la Administración se niega a desvelar argumentando “propiedad intelectual”, tal y como ha denunciado de forma reiterada la Fundación Civio.

La tríada de vigilantes

El ciber-espacio tiene la virtualidad de ser fácilmente vigilado por los tres “gran hermanos”: los gobiernos, los ciber-delincuentes y las empresas que mercantilizan nuestros perfiles de usuario.

El caso más extremo de vigilancia gubernamental es el de la República (¡!) Popular (¿?) China, que mantiene a sus 1.400 millones de habitantes en una “jaula invisible”.

Sobre los ciber-delincuentes no hace falta dar muchas explicaciones.

La comercialización de nuestros datos de ciber-comportamiento cubren dos áreas principales. La primera son los datos usercentric:

  • Ubicación geográfica y trayectoria de movimiento
  • Historial de navegación web y uso de aplicaciones
  • Tiempo de permanencia en aplicaciones (apps) o sitios web
  • Interacciones en redes sociales y contenido compartido
  • Comportamiento de compra en línea, incluyendo frecuencia, monto gastado y productos comprados
  • Patrones de uso del teléfono, como horas de uso, patrones de sueño y niveles de actividad física
  • Datos demográficos
  • Preferencias de consumo y opiniones expresadas en línea

La segunda área son los datos site-centric referidos a la actividad dentro de un sitio web o aplicación:

  • Número y duración de visitas
  • Páginas visitadas
  • Clics en enlaces
  • Productos vistos
  • Productos agregados al carrito de compras
  • Carritos abandonados
  • Proceso de pago y conversión

Como concluye este análisis desarrollado por el Instituto de investigación de mercados netquest, “es así como esta poderosa combinación de datos permite a las agencias brindar una visión completa y detallada del comportamiento del consumidor a sus clientes, mejorando su comprensión en tiempo real”.

Quizá de vez en cuando podríamos descansar de teléfono móvil y dedicar nuestro tiempo y nuestra atención más al mundo analógico.

El próximo post dentro de dos martes, el 2 mayo 2023

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Digitalización: ¡No les dejemos atrás!

Hablando sobre los mayores, pero sin los mayores

De pronto nos hemos dado cuenta del gran número de personas por encima de los 65 años en nuestra sociedad. Nos lo ha recordado el vergonzoso número de fallecidos habidos en las residencias de mayores durante la actual pandemia.

Sin embargo ya antes de la pandemia, la presencia de tantas personas mayores y su empecinamiento en seguir viviendo -los demógrafos hablan de «esperanza» de vida- era señalada con el dedo como la «causa» de la crisis del sistema de pensiones.

Pero también hay quien ve en la amenaza una oportunidad… de negocio: la llamada Silver Economy o Economía Plateada. Un reciente informe encargado por la Comisión Europea define la Silver Economy

«como la suma de toda la actividad económica que atiende las necesidades de las personas de 50 años o más, incluidos los productos y servicios que compran directamente y la actividad económica adicional que genera este gasto. (…) abarca una sección transversal única de actividades económicas relacionadas con la producción, el consumo y el comercio de bienes y servicios relevantes para las personas mayores, tanto públicas como privadas«

European Commission The Silver Economy (2018, p.6)

Es decir, de ser una molestia, la población mayor puede pasar a ser también una oportunidad de negocio: seguros y cuidados sanitarios, turismo «silver» tipo IMSERSO, hipotecas inversas y un largo etcétera.

A todo esto, ¿alguien se ha preguntado de quién estamos realmente hablando y qué es lo que quieren estas personas?

Distinguiendo situaciones y colectivos de mayores

El primer error es hablar de mayores como un conjunto homogéneo de personas con idénticos problemas, aspiraciones y capacidades. La mejora de la cantidad y calidad de los años de vida -sí es una mejora, no un problema- se traduce en que muchas personas mayores mantienen un alto nivel de participación y aportación a la sociedad en la que viven: experiencia vital y laboral, visión de conjunto de los problemas, capacidad de asimilar y utilizar las nuevas tecnologías, colaboración y solidaridad intergeneracional…

Más que de tramos de edad, deberíamos tener en cuenta las diferentes generaciones de personas mayores (los demógrafos hablan de cohortes). En general, por encima de los ochenta años de edad las personas han tenido escasa oportunidad de formarse y experimentar con la revolución de las nuevas tecnologías: no son «nativos digitales», con consecuencias terribles que señalaré más adelante.

Las situaciones personales también son diversas. Tómese como ejemplo el de muchas mujeres cuyo trabajo a lo largo de la vida se ha centrado en el hogar o en el negocio familiar, con escasa presencia en las relaciones sociales más allá de ese entorno, aislamiento que se agrava en el mundo rural.

La revolución digital, ¿para todos?

Según el Código Civil (artículo 6.1) «la ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento». Pero para no ignorar esas leyes no nos queda otro camino que el acceso al BOE exclusivamente vía internet. Y así un creciente número de informaciones, servicios y trámites como gestionar nuestra cuenta corriente del banco, pedir cita médica o hacer la declaración de la renta.

La digitalización ha venido para quedarse. Pero si se deja a su evolución «espontánea» supone de hecho una marginación y exclusión progresiva de segmentos extensos de personas mayores, en particular en zonas rurales y entre los mayores de ochenta años.

Este proceso supone:

  • la desaparición de la atención personalizada y «cara a cara» -incluso por vía telefónica- para el acceso a servicios públicos y privados: cierres de oficinas bancarias, traslado a internet de trámites con las Administraciones Públicas, etc.
  • la exigencia de una infraestructura tecnológica cada vez más sofisticada: fibra óptica en el hogar, Wi-Fi, terminales digitales (ordenadores, tablets, smartphones…)
  • la necesidad de una familiarización creciente con los programas y aplicaciones informáticos: software en constante actualización, exposición al ciber-crimen, «letra pequeña» de las páginas web y aplicaciones (cookies, etc.), redes sociales, etc.

Las implicaciones son alarmantes: exclusión social de las personas mayores, aumento de la soledad no deseada, exposición creciente a acciones delictivas de todo tipo, paternalismo social hacia los mayores e incremento de su dependencia

No les dejemos atrás

Si cerramos oficinas bancarias, imponemos pagos por el uso de carreteras incluyendo las que comunican los entornos rurales con «la civilización», exigimos unas destrezas avanzadas para descargarnos infinidad de «Apps» en nuestro «smartphone«, etc. ponemos a la generación de los 80 y más años no ya en «riesgo de exclusión social» sino que, lisa y llanamente, los excluimos de la sociedad.

Resulta jocoso que haya quien proponga que los mayores se inicien en internet por medio de ¡cursos online! Igual que hablamos de pobreza energética hay que hablar también de pobreza digital como problema social a afrontar, considerando no sólo los costes y la infraestructura necesaria sino también la familiarización de los NO nativos digitales con este nuevo entorno.

El próximo post dentro de dos martes, el 8 junio 2021