Empieza a ser un tópico entre los analistas políticos la preocupación por el deterioro de los regímenes democráticos en todo el mundo y en particular en los países occidentales. Tópico porque se repite mucho y tópico porque empieza a ser una cuestión vacía, ya que de esa “denuncia” no pasamos. “Hay que defender la democracia” se nos dice… y eso es todo. Como mucho se añade que el peligro viene:
a) de la extrema derecha, y por eso cualquier cosa vale con tal de tener por unos años más un gobierno supuestamente “progresista”; o
b) de la extrema izquierda y de ciertas amenazas externas (migrantes) o internas (toda la clase -o casta- política actual), y por eso es necesario una mano dura.
Lo cierto es que todas las encuestas de opinión revelan el hartazgo de la población con la forma en que se desenvuelven esos regímenes democráticos.
Los analistas sociales y políticos serios (no los tertulianos televisivos) nos han detallado algunas de las causas de fondo de ese malestar y cómo dichos regímenes no han sido capaces de dar respuesta a la creciente precariedad y desigualdad que sufre un número creciente de personas en los países occidentales.
Otros analistas como Steven Levitsky y Daniel Ziblatt describen en Cómo mueren las democracias la forma en que las élites políticas van reventando desde dentro tales regímenes a base de retorcer las reglas del juego democrático y sus mecanismos de salvaguardia tales como la transparencia, la rendición de cuentas y el equilibrio de poderes; todo ello para beneficio propio y perpetuarse como sea en el Gobierno. Las razones aducidas suelen ser siempre “el peligro que viene”. Ya sabemos que el miedo es la mejor palanca para dominar a los pueblos.
La “solución” clásica
El caudillismo se evoca siempre como la forma de “arreglar” de una vez por todas todos los males que aquejan a un régimen político. No es necesario un golpe de estado o una sublevación militar. Cabe recordar que Adolf Hitler accedió a canciller alemán a través de un proceso democrático, eso sí a cada paso más tergiversado y violentado por unos y por otros. Otros aspirantes actuales para transitar el mismo camino son Donald Trump, Vladimir Putin, Javier Milei en Argentina o Nayib Bukele en El Salvador.
Las soluciones fallidas
La otra opción es la creación de un nuevo partido que aspire a renovar el panorama político, apoyándose en el malestar social más arriba apuntado. La experiencia en España ha sido decepcionante. Al ascenso y hundimiento posterior de Ciudadanos en manos de Albert Rivera, hay que añadir un proceso similar en el caso de Podemos. Es triste ver cómo un partido que aspiraba a representar políticamente el movimiento 15-M no mantiene a ninguno de sus dirigentes fundadores y su reivindicación actual es tener ministerios en el posible Gobierno futuro, además de ásperas grescas internas. Algunos comentaristas añaden a esta lista el caso de Vox y su riesgo de implosión.
Es el cáncer del electoralismo. Cuando lo único que importa es conseguir votos, aunque sea debajo de las piedras, cualquier partido político reciente o antiguo, se convierte en una maquinaria de mercadotecnia electoral cuyo único propósito (con las maniobras y los argumentos más manipuladores de los que se disponga) es perpetuarse en el Gobierno correspondiente. Se convierte en lo mismo que originariamente se criticaba y decía combatir. Todo ello adornado con ciertos ribetes de caudillismo, que “ayudan a la causa”.
Las más recientes iniciativas, algunas de ellas tratando de recoger lo que Ciudadanos o Podemos se han ido dejando en el camino, parecen también inspiradas por conseguir votos como objetivo inmediato, que a veces se convierte en prioritario o incluso único. Junto a Sumar de Yolanda Díaz, tenemos La Tercera España, Valents, etc.
Sin una sociedad civil fuerte, las alternativas acaban convirtiéndose en más de lo mismo.
No somos los únicos
En Grecia la reciente ascensión de Stefanos Kasselakis al liderazgo del partido de la izquierda radical Syriza, ganando sorpresivamente unas elecciones primarias internas, es un ejemplo similar a los que ya conocemos. Tendrá que vérselas con otra estrella ascendente en la izquierda griega, el comunista Dimitris Kutsumbas. ¿Nos suena?
Pero el caso más reciente de combinación entre posiciones de izquierda con personalismo a ultranza lo encontramos en Alemania. La líder izquierdista Sahra Wagenknecht acaba de anunciar la creación de un nuevo partido que se llama… «Alianza Sahra Wagenknecht» (en alemán, BSW: Bündnis Sahra Wagenknecht). Me temo que más de uno habrá tomado nota.
“No es esto, no es esto”
Así terminaba José Ortega y Gasset su discurso de apoyo a la Constitución de la Segunda República Española, pero advirtiendo de los peligros ya que «esa tan certera Constitución ha sido mechada con unos cuantos cartuchos detonantes, introducidos arbitrariamente por el espíritu de propaganda o por la incontinencia del utopismo».
El tiempo le dio la razón.
El próximo post dentro de dos martes, el 14 noviembre 2023