Tractores a las puertas: ¿son de extrema derecha?

En las últimas semanas y durante estos días se están sucediendo tractoradas que bloquean carreteras y autopistas a lo largo y ancho de Europa: los agricultores de Francia, Alemania, Bélgica, España, Italia, Hungría, Polonia, etc. -incluso con ecos fuera de la Unión Europea (UE)– se han echado a la carretera para manifestar su descontento.

No es un fenómeno nuevo. Ya a mediados de diciembre los agricultores alemanes invadieron Berlin en protesta por el fin de la subvención al diésel entre otras reivindicaciones. Pero algo parecido había ya sucedido en otoño de 2019 en Berlin, así como en Almería o París.

El por qué de las protestas

Los motivos son varios. He aquí algunos:

  • Se quejan de los acuerdos con terceros países, en particular con el Mercosur -acuerdo firmado en 2019 aunque todavía no refrendado- que invadiría la UE de productos del sector primario a precios sin competencia para los costes y requisitos medio-ambientales que los agricultores europeos tienen que unilateralmente mantener. De eso mismo se quejan los agricultores españoles respecto a los de procedencia marroquí. En otros países de la UE ocurre algo similar respecto al loable apoyo a la importación de grano de Ucrania, pero con insuficiente ayuda para quienes colateralmente pueden salir perjudicados.
  • Los costes soportados han crecido de forma exponencial (piensos, fertilizantes y gasoil) mientras que los precios de venta soportan una presión a la baja en los mercados intermedios (industria alimentaria) y finales.
  • Las políticas en curso de lucha contra el cambio climático y la protección del medio ambiente producen efectos claramente desiguales según de qué sectores hablemos. Mientras que el postureo medio-ambiental (el greenwashing) se extiende cual “trending topic”, los programas de ayuda al sector primario brillan por su ausencia: ¿alguien sabe de algún tractor eléctrico o híbrido-enchufable?
  • Si a lo anterior se añade que la Política Agrícola Común (PAC) de la UE responde cada vez con mayor dificultad a los cambios socio-económicos derivados de las últimas crisis (2008, Covid, invasión de Ucrania), y las subvenciones destinadas al mundo rural se recortan debido a los déficits públicos, la tormenta perfecta está servida.

Los problemas de fondo

La realidad es que los gobiernos de los países occidentales, en particular de la UE, han entrado en la dinámica de la globalización, que perjudica a amplios sectores de sus propias sociedades empezando por el mundo rural. Pero mientras las grandes multinacionales tienen línea directa con esos gobiernos (véase por ejemplo los acuerdos secretos para la fabricación y compra de vacunas para el Covid), los agricultores deben usar otros medios para ser oídos.

La presión de la opinión pública en torno a las políticas medio-ambientales hace que las élites políticas, sólo interesadas en mantener o ganar el poder a corto plazo, se olviden de las cuestiones de fondo y del nuevo contrato social que el cambio climático está demandando. Y el primer perjudicado es nuevamente el sector agrícola de los países desarrollados.

Como señala la socióloga Natalia Mamonova, del Instituto Noruego para la Investigación Rural y Regional, en EurActiv “los agricultores se encuentran entre los que más sufren la crisis del capitalismo neoliberal globalizado” que los está encerrando en un círculo vicioso. El actual modelo de desarrollo económico “empujó a los agricultores a convertirse en empresarios capitalistas, estimulándolos a expandirse constantemente y producir más de lo que necesitan para poder responder a las necesidades del mercado, a invertir más y, finalmente, depender de los préstamos”.

Si a esto se la añade la presión para llevar a cabo una política “sostenible” y respetuosa con el medio ambiente la pinza se convierte en insoportable.

¿Son los agricultores de extrema derecha?

La respuesta es NO, aunque el delegado del Gobierno en Castilla y León se apresure a sugerirlo. Pero las cuestiones relativas a la amenazas provenientes del exterior o de los sectores afines al postureo medio-ambiental sean temas “queridos” por las formaciones de extrema derecha, como se analizaba hace tres años en una revista especializada. Si las formaciones políticas al uso no dan una respuesta a estas dignas demandas, sin duda otros ocuparán ese sitio.

El sentimiento de ser dejado atrás, de empezar a considerarse un extraño en su propia tierra es el sustrato socio-económico del populismo de extrema derecha. El éxito electoral de Donald Trump es un buen ejemplo de ello. Algo de esto también hemos visto recientemente en Cataluña.

Vías hacia la solución

La incomprensión mutua entre sectores de la población que se ven empujados hacia la polarización y la radicalización política, puede resultar un instrumento útil promovido por las élites políticas que sólo buscan mantenerse en el poder bien o acceder al mismo.

Mientras esos mismos sectores no sean los que busquen pos sí mismos el diálogo con “los otros”, más allá de la aritmética electoral-parlamentaria, estaremos todavía lejos de construir un nuevo contrato social, tal y como proponía Minouche Shafik en su reciente libro.

El próximo post dentro de dos martes, el 20 febrero 2024

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