Cambio climático (y 2): beneficiados y “paganos”

No podía dejar el post anterior sin abordar más a fondo las políticas medioambientales actuales.

​Dónde están los ecologistas

En primer lugar es importante ser conscientes que las corrientes de opinión que reclaman impulsar estas políticas se localizan en los países desarrollados, y en particular en los que pertenecen a la Unión Europea. Todavía estoy esperando ver en los telediarios alguna manifestación en Etiopía, Panamá o Sri Lanka protestando por el calentamiento global.

Ello no quiere decir que la cuestión no sea grave y exija un golpe de timón radical. Pero sí que las instituciones políticas que se sienten presionadas por la opinión pública para actuar -o al menos aparentarlo- son los gobiernos de los principales países de Europa Occidental y en primer lugar la propia Unión Europea.

Los que tenemos ya una edad recordamos la historia del DDT, eficaz contra la malaria pero a medio plazo grave contaminante del medio ambiente. Cuando se prohibió su uso sin tener una alternativa ecológica clara, muchas voces señalaron sin embargo que para las poblaciones sub-saharianas era mejor morir envenenados a diez años vista que de malaria ese mismo año.

Las prioridades y urgencias son distintas según la región mundial y este caso nos enseña que cuando se toca una sola tecla las consecuencias no previstas pueden alterar otros elementos tanto o más fundamentales para la humanidad y su hábitat.

​Política medioambiental: escribir “torcido” con renglones “derechos”

Algo parecido ocurre con buena parte de las políticas diseñadas por la Unión Europea y sus estados miembros más relevantes. A pesar de la presión creciente de la opinión pública, la mayor parte de las actuaciones se basan en apelar a la buena voluntad de los gobiernos o en medidas que actúan en una sola dirección.

Tomemos el ejemplo de la pieza clave de las políticas europeas: la huella del carbono y los derechos de emisión. En esencia y para entendernos, es la compra del derecho de contaminar la atmósfera. Funcionamiento:

  • la empresa A emite gases de efecto invernadero (GhG por sus siglas en inglés), por ejemplo dióxido de nitrógeno, metano, etc.; su huella de carbono
  • la entidad B, en el otro extremo del globo, planta bosques que captarán esos gases de la atmósfera, en cantidad equivalente a la emisión de A
  • se crea un mercado por el que B vende a A los derechos de emisión, de modo que esta última puede seguir contaminando la atmósfera, pero ahora sin sonrojarse

Como en todo mercado, los precios dependen de la oferta y de la demanda. Así por ejemplo la pandemia ha rebajado parte de la actividad industrial y por tanto los precios de los derechos de emisión han caído, de forma que se puede seguir contaminando igual, para más barato. El perverso colofón de todo esto es que la empresa que compra derechos de emisión traslada ese incremento de costes a la factura de los clientes finales, como ocurre con las centrales eléctricas de ciclo combinado, además de elevar el precio del resto de la producción de electricidad de menores costes.

La intención quizá no sea mala, pero si no se cambian las normas de mercado de las grandes empresas y suministradores mundiales de energía el resultado puede ser contraproducente, al contrario del dicho sobre Dios -que escribe derecho con renglones torcidos-.

​Agricultura y ecología

El otro gran frente de la política europea se basa en asegurar que la cadena de suministros hacia los mercados de consumo respeta el medio ambiente. Así Carrefour Bélgica se han comprometido a vetar productos sospechosos de provenir de ganado criado en el Amazonas y los humedales tropicales del Pantanal.

En idéntico sentido se ha pronunciado la cadena de supermercados alemana Aldi, que ha pedido explicaciones por el Mar Menor a sus proveedores del Campo de Cartagena.

Se trata en ambos casos de firmas comerciales con alta exposición a las presiones ecologistas. Pero, ¿qué sucede cuando el impacto medio-ambiental está más oculto a la opinión pública, por ejemplo exportando sus problemas de residuos a países fuera de la UE?

Lo sorprendente es que sigamos en Europa abordando un problema mundial con una óptica particularista y etnocentrista, lo mismo que con el Coronavirus.

​​¡Es la economía, estúpido!

En definitiva hay ganadores, entre ellos las empresas energéticas, y “paganos” como son las pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas cuyos costes de transición ecológica no pueden trasladarlos a los precios de venta pues los consumidores no están dispuestos a pagar más.

Pero todo ello no es obstáculo para que un Fondo de Inversión de “Eficiencia Energética y Medioambiente” de una entidad financiera española haya visto incrementada su rentabilidad en más del 40% en lo que va de año.

​Otra forma de hacer las cosas

Se puede hacer mejor. Pero ello exige un nuevo contrato social y un nuevo liderazgo sobre la base de un amplio consenso.

El próximo post, dentro de dos martes, el 4 enero 2022

2 comentarios en “Cambio climático (y 2): beneficiados y “paganos”

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