Combatir la pandemia… con «codicia y capitalismo»

Éstas eran las armas que según Boris Jonhson, Primer Ministro del Reino Unido, estaban siendo claves para vacunar a la población británica con un grado de éxito superior al de otros países. Pero esa codicia no se da sólo en este único caso. Está presente en todos y cada uno de los países desarrollados incluyendo los que forman parte de la Unión Europea.

​Acaparar, acaparar… aunque no se sepa qué hacer después

En las primeras semanas de confinamiento domiciliario muchas personas se lanzaron al acaparamiento de productos como el papel higiénico, los guantes de goma, etc. Estos comportamientos individuales que buscaban un beneficio personal se tradujeron en un perjuicio colectivo debido a la escasez artificialmente provocada, los precios disparados y el despilfarro. El Premio Nobel de economía Thomas Schelling describió y explicó estas dinámicas en su libro Micromotivos y Macrocomportamiento, resaltando la necesidad de mecanismos de coordinación si se aspiraba a ir más allá de este caos colectivo autodestructivo.

Con las vacunas disponibles contra la Covid-19 los movimientos de acaparamiento por parte de los países desarrollados están siendo vergonzosos: intentos de controlar la exportación de viales, guerra por la cadena de suministros para su producción, puja de precios al alza para asegurarse (¿?) el abastecimiento, etc. Una vez más la Unión Europea ha exhibido su desunión interna.

​No sólo es un crimen: es un error (en realidad varios)

La lucha encarnizada por «tener» la vacuna ha dejado en segundo plano los elementos necesarios para su distribución y administración, desde las jeringuillas hasta el personal adecuado, pasando por toda la organización y coordinación. Ya en septiembre pasado se nos advertía que esas carencias podrían convertir la campaña de vacunación en una pesadilla, como finalmente está resultando y más aún en la Unión Europea.

El segundo error es jugarse a una sola carta, la de las vacunas actuales, la solución a la pandemia. Como es lógico no contamos con experiencia suficiente como para dar por hecho que las nuevas mutaciones y variantes del virus puedan tratarse con las vacunas de hoy. Las cepas anuales de la gripe son un buen ejemplo de lo que nos podemos encontrar. Como decía el también Premio Nobel Joshua Lederberg la pandemia es un fenómeno evolutivo natural: además de las vacunas de Pasteur debemos tener en cuenta las leyes de la evolución de Darwin que nos dicen que el virus evolucionará hacia nuevas cepas «mejor equipadas» para seguir infectando. Se trata pues de una carrera de fondo no de un sprint a ganar por las naciones más desarrolladas.

Esto nos lleva al tercer error de planteamiento: creer que el problema se soluciona a nivel nacional y no globalmente. Uno de los críticos que más han combatido las ideologías de la globalización es sin duda el economista Dani Rodrik, Premio Princesa de Asturias del pasado año y catedrático en Harvard. Ya hace cuatro años señalaba en su libro Hablemos claro sobre el comercio mundial. Ideas para una globalización inteligente, que había pocos problemas que requirieran una regulación plenamente mundial, y éstos eran precisamente el cambio climático y las pandemias (p246).

La conservación del medio ambiente y el contagio de las enfermedades infecciosas no conocen fronteras. En el caso de la Covid-19 llevamos casi un año y medio comprobándolo. ¿Necesitaremos nuevas olas para convencernos?

​La tragedia de los bienes comunales

En un famoso artículo el por otra parte polémico ecólogo Garret Hardin describía la situación en la que distintas personas actuando de forma independiente pero con motivos racionales y de interés personal, terminaban por destruir un recurso compartido limitado (el común) aunque a nadie, ni como individuos ni como colectivo, le convenía que ocurriera tal destrucción y acabar así todos igualmente perjudicados.

Hardin analizaba el caso de los pastos comunales, donde sólo un acuerdo colectivo sobre el uso equilibrado de los mismos evita su destrucción, cuando la codicia se adueña de los comportamientos individuales.

Hace quince años Barry Schwartz aplicaba el mismo análisis, pero esta vez en referencia al medio ambiente, como bien comunal de toda la humanidad:

«¿Cómo escapar del dilema en el que muchos individuos actuando racionalmente en su propio interés, pueden en última instancia destruir un recurso compartido y limitado, incluso cuando es evidente que esto no beneficia a nadie a largo plazo? […] Nos enfrentamos ahora a la tragedia de los comunes globales. Hay una Tierra, una atmósfera, una fuente de agua y seis mil millones de personas compartiéndolas. Deficientemente. Los ricos están sobreconsumiendo y los pobres esperan impacientes a unírseles«.

La salud de la humanidad en relación a enfermedades infecciosas como la Covid-19 es otro caso más de bien comunal. Las palabras de Schwartz se pueden aplicar esta vez no ya a las personas individuales sino a las naciones del mundo, cuya codicia pone en riesgo letal a todas sin excepción.

El próximo post dentro de dos martes, el 13 abril 2021

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Ser o no ser… una democracia

El hecho de que un vicepresidente de gobierno ponga en duda la calidad democrática del país que él mismo gobierna habría supuesto una tormenta política de primera magnitud en cualquier país del mundo… menos en España. El que además el presidente del gobierno polemice con su vicepresidente sobre esa cuestión habría provocado la ruptura inmediata del gabinete… menos en España. ¿Nos estaremos acostumbrando a vivir en una especie de twitter-democracia, una platóTV-democracia o algo por el estilo?

No soy de los que piensan que «tenemos los gobernantes que nos merecemos», pero eso no nos exime de esforzarnos por superar esta situación, por complicada que sea.

​Y ¿por qué lo dicen?

La mejor manera de avanzar en este enredo es ir más allá de lo que dicen y preguntar por qué lo dicen. Según el vicepresidente Pablo Iglesias “no hay una situación de plena normalidad política y democrática en España cuando los líderes de los dos partidos que gobiernan Cataluña, uno está en prisión y el otro en Bruselas”. Y alude también a la salida de España del rey emérito o el caso Bárcenas. Es decir parece que el problema es que la justicia haya actuado contra algunos algunos políticos (Puigdemont y Junqueras) o -al revés- que no haya actuado (el rey emérito) lo suficiente (Bárcenas), todo según el punto de vista de Iglesias claro.

Con esa misma «coherencia» el vicepresidente critica el que -según él- se reprima la libertad de expresión del rapero Hasél a la vez que reclama el control de los medios de comunicación.

​Pero ¿somos o no somos una democracia plena?

Más allá de los informes y clasificaciones internacionales como el Freedom in the World 2020, (Freedom House, Washington), The Global State of Democracy 2019 (International IDEA, Estocolmo), el V-Dem Annual Democracy Report 2021 (Univ. Gotemburgo) o el Democracy Index 2020 (EIU, The Economist), debemos examinar los ingredientes clave que constituyen un sistema democrático pleno.

En el haber tenemos un amplio abanico de libertades civiles individuales, probablemente uno de los países más avanzados del mundo en este terreno. También existen elecciones libres y periódicas a los órganos de representación democrática. En fin, contamos con medios de comunicación libres y plurales (mal que le pese al Sr. Iglesias).

En el debe tenemos una separación de poderes cada vez más escasa. El poder judicial, tan protagonista en los últimos años, está supeditado a los repartos entre los principales partidos políticos. El poder legislativo (parlamento) se ha reducido a una aritmética de votos entre partidos, donde el debate real ha sido sustituido por una refriega de declaraciones para la galería. El poder real reside en los partidos políticos (partitocracia), o más aún en sus cúpulas que hacen y deshacen listas electorales cerradas y bloqueadas y reparten cargos públicos entre sus leales. Otros organismos estatales que deberían funcionar como frenos y contrapesos para evitar la acumulación de poder son colonizados por esas mismas élites partitocráticas.

El funcionamiento de las administraciones públicas sin el más mínimo control por parte de la sociedad civil permite que aquéllas se salten a la torera la legislación vigente y las sentencias de los tribunales (ley de morosidad en las operaciones comerciales, ley de transparencia, «normalización» lingüística en Cataluña, y un largo etcétera) o que fomenten un capitalismo clientelar, versión moderna del caciquismo decimonónico.

El resultado es que el Leviatán del Estado está más desatado que nunca, como señalan los economistas Acemoglu y Robinson en su libro El pasillo estrecho, el primero de los cuales ya señaló que «el tejido institucional español necesita una reforma radical«.

Que tu mano izquierda no sepa…

Lo paradójico del caso es que el vicepresidente del gobierno denuncie por un lado la baja calidad democrática y con su otra mano reclame controlar los medios de comunicación o controlar [más] el poder judicial.

Esta pirueta no es nueva. Se lleva practicando en España desde hace varios decenios por parte de gobiernos centrales y autonómicos de todo tipo de colores políticos.

La confusión deriva del hecho de que a la par que se avanza en derechos sociales individuales se nos sustraen los derechos colectivos y de control sobre los gobiernos y los partidos políticos. El caso más emblemático -aunque no el primero ni el último- lo protagonizó el Sr. Rodríguez Zapatero que la vez que avanzaba en el terreno de los derechos sociales individuales reformó la Constitución de 1978 (¡sí, ya ha sido reformada una vez!) a espaldas del pueblo soberano, evitando convocar un referéndum porque sabía que lo perdería.

Pero incluso el desarrollo de esos derechos sociales individuales se está produciendo en buena parte tomando como base rasgos identitarios de ciertos sectores de la población, lo que a veces en vez de fomentar la inclusión se subraya el antagonismo de géneros, de orientaciones sexuales, de vivencias personales o de rasgos lingüísticos o territoriales.

El próximo post dentro de dos martes, el 30 marzo 2021

La vieja Europa se hace más vieja

El viejo continente también envejece en su población. Un 20% de ésta tiene más de 65 años, que pasará a convertirse en el 30% en 2070. El peso de los mayores de 80 años se duplicará, alcanzando el 13% en 2070. Quienes necesitarían cuidados de larga duración pasarán de 19,5 millones en 2016 a 23,6 millones en 2030 y a 30,5 millones en 2050.

A la luz de estas cifras la Comisión Europea acaba de lanzar una consulta pública sobre los retos y las oportunidades del envejecimiento de la sociedad europea.

​¿Buenas o malas noticias?

Para muchos envejecer es una mala noticia. Hoy en día sólo son los niños los que quieren cumplir años lo más pronto posible. Pero a partir de una cierta edad -cada vez más corta, por cierto- vivimos la vida como una constante caída hacia la decadencia física y la irrelevancia social. ¿Dónde quedó el deseo de alcanzar la sabiduría y el respeto de los demás que antiguamente otorgaba el hecho de acumular años de vida?

En otro post escribí que concibo la vida como una pieza musical que hay que disfrutar momento a momento, sin lamentar que vayan pasando los sucesivos compases, y de la que somos a la vez intérpretes y público. Por eso una vida más larga, es decir con una vejez más prolongada, es en principio para mí una buena noticia.

A nivel colectivo

Como muy bien denuncia un grupo de demógrafos españoles en la obra colectiva Demografía y posverdad. Estereotipos, distorsiones y falsedades sobre la evolución de la población, sufrimos un aluvión de medias verdades o simples mentiras («posverdades«) sobre la evolución demográfica, sus causas y sus consecuencias.

Así, hemos pasado de los miedos a la superpoblación del planeta y la falta de recursos para alimentar a tanta gente, que nos aterraban en los años setenta, a los miedos al estancamiento de la población, su envejecimiento y la decadencia de la humanidad. En realidad, las transiciones demográficas han brindado una reducción de la mortalidad infantil de siglos pasados y una prolongación del ciclo de vida y de la mejora del bienestar para quienes rebasan la barrera de los 65 años. Tan es así que este segmento de población empieza a ser «objeto de deseo» comercial en la llamada silver economy. ¿Es para asustarse o para alegrarse?

Julio Pérez Díaz habla de una «democratización de las vidas completas [que] ha permitido que todos los que nacen tengan opción de llegar a adultos y procrear, en vez de fallecer prematuramente sin contribuir a la reproducción poblacional. (…) Como en otras revoluciones productivas, ha liberado mano de obra (la mitad de la humanidad, las mujeres) de una ancestral sobredeterminación por los roles reproductivos, permitiendo su dedicación a la producción de otros bienes y servicios, pero también liberándola del control patriarcal y conyugal. Todo esto no es el resultado de un creciente egoísmo, (…) muy al contrario, se ha conseguido invirtiendo más en los hijos que se tienen…» (op.cit. p. 182).

​No es la demografía: es la economía

En el caso de España estamos inmersos en un debate, más basado en griterío que en hechos fundados, sobre la relación de dependencia laboral entre la población empleada y la población (mal llamada) inactiva, y el «problema» del sostenimiento de las pensiones.

En el primer caso no existiría ningún problema cuando las generaciones más jóvenes están mucho mejor formadas que antaño, y por tanto con unas capacidades productivas teóricamente mayores y una población femenina con tasas de actividad mucho más altas que las generaciones anteriores. Es decir la capacidad de sostenimiento se ha incrementado mucho, si no fuera porque… las tasas de desempleo en este segmento son vergonzosamente altas y muchos jóvenes optan por trabajar en el extranjero… contribuyendo así al mantenimiento de las pensiones de otros países. La economía española es incapaz de absorber una mano de obra más formada -la inversión en I+D en España sigue siendo tercermundista-, las políticas de transición del mundo educativo al laboral brillan por su ausencia y, en fin, la propia formación de nuestros jóvenes ha ganado en cantidad de años pero no está claro si también en calidad.

​¿Y las pensiones?

El ministro Escrivá ya señaló que el déficit de la Seguridad Social se debe a gastos impropios que no deberían estar ahí cargados.

Pero además, desde las reconversiones industriales de los años ochenta se viene practicando una política de pre-jubilaciones y jubilaciones anticipadas que coloca en un limbo laboral a un número creciente de trabajadores de más de 50 años. Este colectivo expulsado del mercado de trabajo no espera otra cosa que jubilarse cuanto antes, habida cuenta de la imposibilidad de encontrar un nuevo empleo. ¿Se extraña alguien que se esté produciendo en estos años un aumento de las jubilaciones anticipadas?

El próximo post dentro de dos martes, el 16 marzo 2021