¿Denunciar o construir?

Día tras día, sean cuales sean nuestros puntos de vista políticos o sociales, vemos situaciones y comportamientos que no nos gustan y deberían corregirse. La reacción consiguiente es la denuncia de esas situaciones como primer paso para que algo cambie.

Pero ¿qué hacer cuando el volumen de casos es ingente?

​»Equipo de investigación» en TV: de la denuncia a la parodia

Desde hace diez años se emite en televisión el programa Equipo de investigación, que ha convertido la denuncia en un espectáculo de puro entretenimiento. A lo largo de 366 programas, con el inefable tonillo de voz de su presentadora, nos han presentado un catálogo de casos a veces esperpénticos que se han convertido en carne de parodia, como puede verse aquí, aquí, aquí, aquí, aquí o aquí por recoger sólo algunos casos.

¿Cuál es el resultado? la banalización de la denuncia, el hartazgo de la audiencia (el programa ha pasado del 12% de cuota de pantalla al 5,2%) y la degradación del acto de denunciar.

​Necesidad de denunciar

Y sin embargo no se pueden dejar impunes situaciones que entendemos injustas, que degradan a las personas, que atropellan derechos o generan desigualdades. De hecho las denuncias hechas con seriedad siguen saltando a los medios de comunicación. Recibimos diariamente pronunciamientos, proclamas, llamamientos, apelaciones, cartas abiertas, etc. en los medios tradicionales y en especial en las redes sociales.

Pero, ¿qué efectos nos producen? Un gran número de veces son denuncias en una dirección política determinada, que vienen a reforzar nuestras propias convicciones y perpetúan la crispación social y política en la que vivimos.

En otros casos nos abren los ojos a nuevas situaciones, pero el aluvión de casos pueden producir el efecto contrario: la «fatiga denunciatoria«, al igual que ocurre con la fatiga de la compasión, o embotamiento que nos acaba insensibilizando ante tanta injusticia.

​¿Por qué se produce?

En primer lugar existe un exceso de «didactismo«, es decir suponemos una conciencia adormilada de la gente que tenemos que despertar, pero sin habernos parado a preguntarles por sus opiniones o vivencias. Nos erigimos en emisores de «mensajes reveladores» pero en una sola dirección: desde nosotros hacia los demás, sin información de vuelta.

Por otro lado, el hecho de multiplicar acciones individuales de denuncia provocan una resultante global contraria, en una dinámica que va de los «micro-motivos» en una dirección, a los «macro-resultados» en dirección contraria. Un triste ejemplo de este fenómeno se produce cuando salta la alarma en un local cerrado atestado de gente: las acciones individuales para salvarse corriendo hacia la salida de emergencia lo que provocan muchas veces es la muerte por aplastamiento.

En publicidad se habla tradicionalmente de la estrategia AIDA: Atención, Interés, Deseo y Acción. Parece que la práctica denunciatoria actual no pasa de la primera fase -la Atención- que además es un bien escaso en nuestro mundo actual que está saturado de canales de comunicación.

Un fenómeno muy extendido en la actualidad es el de «El día internacional de…«. Pues bien contamos con 643 Días Internacionales y Mundiales, bastante más que días del año (curiosamente la fecha de hoy -19 de enero- está todavía vacante). Si a eso añadimos que el año 2021 es Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible, el Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil, el Año Internacional de la Paz y la Confianza, y el Año Internacional de las Frutas y Verduras, nuestra capacidad de atención corre el riesgo de quedar completamente bloqueada.

En fin, a falta de otro recorrido muchas denuncias se convierten en denuncias ante los tribunales. Sin menospreciar su relevancia cuando es procedente, corremos el peligro de judicializar la acción social o política cuando es ésta la única alternativa puesta en juego.

​Una alternativa: construir

Para ir más allá de la saturación denunciatoria es necesario poner en marcha otro tipo de mecanismos. Se trata en primer lugar de contar con la gente a la que nos dirigimos. ¿Sabemos de su situación, sus opiniones y sus deseos? ¿Existen canales para que participen en esa acción? ¿Qué pasa cuando lo que expresan no coincide con lo que nosotros creemos que hay que hacer? ¿Aceptamos que no somos los únicos depositarios de la verdad?

Sólo creando conexiones entre las personas, construyendo relaciones, fomentando asociaciones, se contará con bases sólidas para avanzar y pasar de las denuncias en el aire al impulso del cambio. ¿Sencillo? Nadie dijo que lo fuera. ¿Rápido? Tampoco. ¿Imprescindible? Sí.

Pero hay que ir más allá. No basta contar solamente «con los nuestros«. Si tenemos en cuenta también a «los otros«, es decir otros colectivos diferentes, de otros sectores de población, con otras formas de ver las cosas -muchas veces complementarias-, crearemos bases realmente sólidas y además reduciremos la polarización y crispación social.

El próximo post dentro de dos martes, el 2 febrero 2021

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