Viviendo… sin viviendas

A tenor del chaparrón de promesas electorales que nos cayó durante las campañas del año pasado, a esta alturas deberían estar brotando como champiñones nuevos edificios de viviendas por todos los rincones de nuestra geografía. Incluso el gobierno actual ha vuelto a resucitar un Ministerio de Vivienda, que dirige la siempre sonriente Isabel Rodríguez. Tal Ministerio nació con Franco en 1957, desapareció en 1977, fue restablecido por Zapatero en 2004 y volvió a desaparecer en 2010 para reaparecer ahora una vez más.

Hace unos meses ya comenté la desastrosa situación de la vivienda en la España actual y el tremendo impacto negativo de la reciente Ley de vivienda, en particular entre los jóvenes y la población más vulnerable, con efectos que van desde las ínfimas tasas de natalidad al aumento de los niveles de pobreza.

Las viviendas de protección oficial (VPO) o vivienda protegida siguen brillando por su ausencia. Aparentemente existen diversos planes que pondrían en el mercado de alquiler 183.000 nuevas viviendas “en los próximos años”. Pero por ahora el mercado de alquileres presenta una oferta cada vez más restrictiva y selectiva. No hay más que echar una ojeada a las páginas webs del mercado inmobiliario para constatar, por ejemplo, que en algunas ciudades costeras muchos alquileres se ofrecen de septiembre a junio, para reservar julio y agosto al alquiler vacacional. En otras ciudades esta deriva se extiende por todo el año.

Pero volver a hablar otra vez sobre esta cuestión se debe a la aparición de factores nuevos, que no mejoran precisamente el panorama.

¿Hay nuevos fondos para la construcción de vivienda nueva?

Mucho me temo que no. El primer efecto de la renuncia del Presidente de Gobierno a presentar nuevos Presupuestos para 2024 es que una gran parte de las promesas electorales se las llevará el viento… una vez más. Y a nivel de las Comunidades Autónomas el panorama no es mejor. Ya sabemos que tras la crisis del Covid, la Unión Europea está marcando la senda para volver a la disciplina fiscal, es decir a controlar el gasto.

Pero la carencia de vivienda asequible es un problema que no espera, y el sufrimiento poco a poco va creciendo de forma inexorable.

El parque de viviendas y el medio ambiente

El segundo factor se refiere a que hace una semana el Parlamento Europeo respaldó la ley, ya acordada con el Consejo Europeo, para reducir el consumo de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero del sector de la construcción. ¿Qué significa? Entre otras cosas que a partir del año 2030 no se podrá alquilar ni vender ninguna vivienda cuya calificación de eficiencia energética sea inferior al nivel fijado como E. Ese nivel mínimo subiría a D tres años después. Según las estimaciones realizadas el 83% de las viviendas actuales quedarían excluidas del mercado de compra-venta o alquiler ya en el año 2030. Es decir las posibilidades de acceso a una vivienda por parte de la población quedarían frenadas en seco.

¿Se puede hacer algo?

Sí. Significa que hay que realizar unas inversiones tanto en los edificios colectivos como en las viviendas individuales. Algunas estimaciones cifran en unos 2.500 euros el desembolso para que una vivienda plurifamiliar de 90 m² pueda pasar del nivel E al nivel D. Seguir subiendo niveles en esta escala se hace progresivamente más caro. En la mayoría de estos casos las inversiones deben ser a nivel del conjunto del edificio, y asegurando que la mejora energética no es a costa de la seguridad del bloque, tal y como se debatió con ocasión del reciente incendio en Valencia.

Efectos colaterales

Por desgracia es de prever que esa remodelación del parque nacional de viviendas no se lleve a cabo más que en un porcentaje reducido o a lo largo de muchos más años de los que las instituciones europeas pudieran desear.

El segundo efecto será la devaluación generalizada de la riqueza en manos de particulares, habida cuenta que para la mayoría de la población su única o principal riqueza es la vivienda en propiedad. Una vivienda que no se puede vender o alquilar o que requiere una inversión previa importante reduce su valor, como será el caso mayoritario entre la población de más edad.

Problemas colectivos sin soluciones

Estamos ante otro caso más cuyos efectos sociales, y eventualmente políticos, pueden ser devastadores. En efecto, infinidad de pequeños propietarios pueden sentir que su problema no forma parte de la “gran política” de la que se nutre el intercambio de insultos en sede parlamentaria, los titulares de los medios de comunicación o las tertulias de los platós de televisión. Si además se sienten los “paganos” de las políticas medio-ambientales decididas lejos de su propio entorno, como en el caso reciente de los agricultores, no nos extrañemos si giran hacia el tramposo populismo de extrema derecha.

El próximo post dentro de dos martes, el 2 abril 2024

El derrumbe de la vivienda en España

Si no se adoptan medidas, de aquí a 2040 tendremos ciudades colapsadas, jóvenes dependientes de sus padres y un patrimonio inmobiliario inservible”

Esto escribía hace un par de semanas el periódico Cinco Días.

La nueva Ley de vivienda

¿Cómo es posible leer esas cosas medio año después de haberse aprobado a bombo y platillo la nueva Ley por el derecho a la vivienda? El objetivo principal declarado de esta Ley era limitar el aumento del precio de los alquileres. Pero para que esta ley no se convierta en un panfleto más publicado en el BOE, parece necesario analizar hasta dónde puede llegar su eficacia. Y nada mejor que examinar los resultados de un precedente: la Ley aprobada en Cataluña en septiembre de 2020. Aunque el Tribunal Constitucional anuló posteriormente la parte relativa que limitaba el precio de los alquileres, el año y medio que estuvo vigente es un buen banco de pruebas. Al contrario de un informe oficial que dibujaba un balance optimista, el Centro de Políticas Económicas EsadeEcPol mostraba una versión diferente: solo redujo el precio del alquiler en las viviendas más caras, y de hecho produjo una subida de las más baratas. Otros expertos también alertaron que se había producido una reducción de la oferta de viviendas de alquiler.

La realidad del mercado

Por desgracia, el efecto inmediato de la Ley aprobada este año ha sido una caída de la oferta y un aumento de la demanda de alquiler. Las estimaciones hablan de un descenso del 30% de la oferta desde que entró en vigor la misma. Los caseros se orientan hacia los alquileres temporales o los turísticos, que evitan el control de la subida de alquileres y, sobre todo huyen de la inseguridad jurídica derivada de la eventual declaración del inquilino como “vulnerable”: en estos casos la posibilidad de cobrar el alquiler o de desahuciar al inquilino se evapora.

No nos debería pillar de sorpresa esta situación, porque ya venía produciéndose desde la aprobación por parte del gobierno de coalición del Real Decreto-Ley de marzo de 2019.

Pero hay más: el control en la revisión del precio de los alquileres se ha esfumado, ya que se requiere que las Administraciones Autonómicas hayan definido previamente cuáles son las “áreas tensionadas”, susceptibles de ser sometidas a tal control. Los resultados de las elecciones autonómicas han convertido en papel mojado tal medida, al ganar el Partido Popular -contrario a su aplicación- en la mayoría de las Comunidades Autónomas.

Los perjudicados

En esta situación los primeros perjudicados son los pequeños propietarios, muchas veces de edades avanzadas, que tratan de poner en alquiler una vivienda -las más de las veces su única “riqueza”- para así completar unas magras pensiones. Su indefensión se ha disparado y su capacidad de maniobra se reduce a la mínima expresión.

Pero los que están sufriendo en toda su extensión este drama son las personas jóvenes. Y si se trata de parejas jóvenes con hijos el veto del acceso al alquiler está garantizado.

Los requisitos para aspirar a convertirse en inquilino se multiplican: contrato laboral estable o indefinido (presentando las nóminas recientes y a veces los resguardos de ingresos en el banco); aval de algún familiar; seguros; etc. Para la mayoría de los jóvenes con contratos precarios o que en diversos períodos han estado en el paro alquilar una vivienda es literalmente imposible. Desde luego, ni pensar en hablar de compra.

Impacto directo en la natalidad

Según eurostat en 2022 los jóvenes españoles salían del hogar paterno con más de treinta años de edad, cuatro más que la media europea. La razón es la precariedad en el empleo, pero en especial la falta de vivienda asequible.

Un retraso en constituir una nueva unidad familiar, que requiere una vivienda, se traduce en un retraso en el nacimiento de los hijos y el consiguiente descenso de la natalidad. Las últimas cifras del INE registran esta crisis. Similar efecto produce al aumento de la inseguridad residencial: más de la mitad de los hogares encabezados por menores de 45 años teme perder su vivienda a corto plazo.

A ello hay que añadir el porcentaje insoportable de viviendas en condiciones deficientes, que sitúan a España a la cola europea, como denuncia Save the Children.

Construir, construir…

La única solución pasa por la construcción de vivienda pública protegida. Pero es en este aspecto donde el mercado español ha evolucionado justamente en sentido contrario durante los últimos decenios.

El nuevo gobierno de coalición (re)estrena un Ministerio de Vivienda. ¿Se pondrá a la tarea urgente de construir nueva vivienda? Para empezar tendrá dos factores en contra: la previsible contracción del gasto el año próximo debido a la vuelta a la disciplina fiscal de la Unión Europea y la escasez de mano de obra cualificada, que ha ido desapareciendo sin renovación generacional desde la crisis de 2008.

El próximo post dentro de dos martes, el 12 diciembre 2023