Mayores olvidados o todos en el mismo saco

Entre tanto ruido político-mediático que llevamos soportando en este verano a punto de terminar, los problemas de fondo quedan oscurecidos o simplemente ignorados. Uno de ellos, que no el único, es el tratamiento (o la falta del mismo) de la situación de las personas mayores.

¿Pero existen los mayores?

Con ocasión hace pocos días del Día Mundial de la Prevención del Suicidio se ha dedicado una atención particular a la importancia del mismo entre jóvenes y adolescentes. Con ser ésta una cuestión sin duda objeto de preocupación, lo sorprendente es la casi nula atención a que la mayor tasa de suicidios en España se produce entre las personas de 85 y más años, duplicando la tasa media global.

Sobre esta cuestión al menos se cuenta con datos. Peor es cuando las estadísticas oficiales simplemente ignoran que existan personas a partir de una cierta edad, como es el caso de la oficina de estadísticas de la Unión Europea, eurostat: a la hora de medir el uso de las nuevas tecnologías solamente se fija en personas con hasta 74 años. La famosa brecha digital desaparece sin más. Por encima de esa edad está hoy en día el 10% de la población española.

Otros enfoques seleccionan interesadamente los segmentos más “suculentos” de mayores: aquéllos con un nivel de riqueza determinado y que se encuentran entre los 55 y los 75 años, tal y como se orientan las nuevas iniciativas comerciales de la llamada “economía plateada”.

Sí existen, pero pareciera como si todos fueran lo mismo

Se mete en el mismo saco a todas aquéllas personas que han cumplido 65 años o que están jubiladas. Esa institucionalización de la edad -la edad como elemento que fija nuestra posición en la sociedad sin tener en cuenta ninguna otra circunstancia- es un invento reciente de las sociedades occidentales. En otras latitudes, entornos sociales y épocas de la historia la clasificación social por edad cronológica es totalmente diferente.

En nuestras sociedades el retrato que muchas veces se hace de los mayores es una pura distorsión de la realidad. Serían personas sin nada que hacer (ya no trabajan ni contribuyen), envejecidas (torpes y poco atractivas), parásitas (cobran una pensión), molestas (ya no se valen por sí mismas), onerosas (gastan mucho en sanidad), con un papel social en función de los demás (son sólo abuelos), etc.

Pero una cosa es la edad cronológica (la del DNI o la partida de nacimiento) y otra la edad fisiológica. Porque el envejecimiento es un cóctel de procesos fisiológicos cuya resultante final de conjunto es el fallecimiento de la persona. Esa evolución es muy diferente dependiendo de cada uno. Un estudio llevado a cabo por un equipo de genetistas sobre los patrones moleculares distingue hasta cuatro ageotipos o formas de envejecer.

En el mismo sentido una enfermedad como la artrosis, asociada de forma errónea con la edad avanzada, en realidad crece exponencialmente a partir de los 50 años, como indica la Fundación Internacional de la Artrosis (OAFI Foundation).

¿Mayores? Todavía hay clases

También hay factores que acentúan el proceso de envejecimiento y el advenimiento de la muerte a edades más tempranas. Hace poco tiempo tuve la oportunidad de participar en la realización de un estudio sobre el estado de salud de los mayores en España y su interacción con la atención primaria y la sanidad pública. El estudio reveló una tremenda heterogeneidad de situaciones de salud, identificándose segmentos más vulnerables entre las personas con bajo nivel de estudios, mujeres de más edad, sufriendo mayor soledad y aislamiento social, con menor capacidad de gasto, etc. En definitiva, las personas de niveles sociales superiores envejecen mejor y viven más años, tal y como refleja el catedrático holandés Jan Baars en su reciente libro Las largas vidas son para los ricos.

Sembrando el enfrentamiento

Por todo ello resulta aún más sorprendente que haya quien todavía sostenga (y publique) que la juventud está siendo atracada por la población mayor que ejerce su superioridad electoral para cercenar el futuro de los jóvenes. Resulta difícil imaginar cómo centenares de miles de personas con pensiones no contributivas que no llegan a los quinientos euros mensuales están atracando a los jóvenes.

Si algo revela claramente la Encuesta Financiera de las Familias que elabora el Banco de España, es que las diferencias de bienestar en los hogares de mayores son mucho más agudas que en cualquier otro segmento de edad, diferencias que se han acentuado en años recientes.

Por eso sostener que son los mayores los causantes de la precariedad laboral y económica de los jóvenes tiene el tufillo edadista del “hate speech” (discursos de odio) que Naciones Unidas define como “un discurso ofensivo dirigido a un grupo o individuo y que se basa en características inherentes (como son la raza, la religión o el género) y que puede poner en peligro la paz social”.

El próximo post dentro de dos martes, el 3 octubre 2023

2 comentarios en “Mayores olvidados o todos en el mismo saco

  1. Los «mayores» son una estadística con connotaciones negativas, gastan más que contribuyen, han roto el ya insostenible sistema de pensiones…, hasta que descubren que hay un grupo «que no es tan malo» y se le puede exprimir todavía creando algo para sacarles el dinero en fin, «no es un país para viejos»

    Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.